capítulo 23

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Narra Jeff.

Aún recuerdo cuando por primera vez la vi.

Estaba sentado en las ramas de un árbol, podía ver cómo todo estaba tranquilo, incluso mi abuela y Chris que nos cuidaban como si fuera algo normal de todos los días.

—¡Jeff! Sam no me deja en paz

No podría seguir con mi paz ya que mi pequeño hermano me había encontrado.

—¡No es cierto!

Y ni hablar de su mejor amigo, Sam, el otro pequeño.
Llevábamos un mes en México por órdenes de nuestros padres ya que últimamente los cazadores y mercenarios decidieron volver a Beacon Hills y han estado cazando a varios sobrenaturales.

—¡Ya compórtense o los acusaré con mamá y la tía Lydia!

Ambos se callaron y se fueron a seguir con sus cosas, creí respirar tranquilo pero como siempre, no podía.

—¡Hola Jeff!

—¡Alana!

Era claro que me había asustado, es decir, se supone que ella no aparece de la nada.
Menos desde que escuchamos un grito proveniente del bosque ya que corrió a esconderse a su casa de campaña.

—¡Me asustaste!

—Lo siento supongo, como sea, me acompañas?

Dijo tratando de no reírse de mi cara, por supuesto.

—¿A dónde?

—Hice una amiga, está en el campamento a unos metros por allá

No poder evitar mirarla mal.

—¿Por qué debería?

—Por que

No dijo nada y empezó a correr en cuanto escuchamos un grito.

—¡Alana!

Me quedé mirando a la chica, era muy bonita.
Era bajita, de piel morena, ojos oscuros y pestañas largas.
Su cabello era negro y, por alguna extraña razón, su aroma me recordaba al tío Derek.
No se cuánto tiempo estuve parado viéndola hasta que Leah chasqueo los dedos frente a mis ojos varias veces.

—¿Qué?

—¡¿Deja de verla?! Eso es raro

Exigió con el ceño fruncido.

—Leah

—No, Leah nada, además, es una loba y te puede matar como...

Odiaba que mencionara ese tema.

—Cuando era niño, sí, me da igual, ya déjame.

—Jeff, lo digo solo porque...

La volví a interrumpir molesto.

—Estoy harto de que traten de "protegerme" Leah, se cuidarme solo

—No parece

Suspiré y me fui, buscaba a Jake que de una manera u otra me entendía.

—¿A dónde vas?

Le pregunté al verlo escabullirse al bosque.

—Apestas a enojó

Respondió tratando de no responder.

—Lo sé

—¿Paso algo?

Reí un poco y me recargue en el árbol.

—Leah y su "protección"

—Vamos, no te pongas así, solo dile que está bien y lo dejas así.

—Bien

—¿Sabes que se formó una pequeña manada?

—No, ¿Dónde?

—A unos metros, cuando sonó el grito hace rato... Fue gracioso

—¿Cuántos son?

—Unos siete, apenas y saben controlarse

—No es nuestro problema ¿Cierto?

—No, a menos que los calavera pidan ayuda.

Con eso nos fuimos a molestar a mi hermano y a Sam.
Leah a lo lejos me miraba con enojo y no me quería meter en problemas así que iré a verla cuando se le pase el enojo.
Estuve hablando con Jake y sin darnos cuenta de que, en momentos nos quedabamos viendo al lugar por donde vino la amiga de Alana.

Después de ese día su imagen no salía de mi cabeza, lo bien que se veía con esa blusa de tirantes blanca, su sudadera abierta azul, esos shorts de mezclilla y sus tenis negros.
Lograba sacarme suspiros que nadie soportaba.

Mucho menos olvidaré lo estúpido que me vi al salir corriendo cuando me saludo.
Había salido de la mansión Hale, Alana tenía razón ya que después de todo, ella y yo éramos de dos lugares diferentes.
Fue entonces cuando la vi salir de la cafetería, se veía igual de linda como siempre.
Me quedé embelesado notando que está vez llevaba una chaqueta de cuero café, unos jeans negros y de nuevo esa blusa blanca.
Me saludo y apenas y pude regresarle ese saludo antes de salir corriendo a la mansión donde aburrí a Jake con mi conversación sobre la chica misteriosa.
También vino a mi el recuerdo de ella cantando en le mirador y yo de espectador, mucho más ese segundo cuando el sol le dio de lado dándome una perfecta obra de arte.
Su piel morena, sus ojos brillantes color café ocultos bajo esas espesas paredes de pestañas, esa peculiar marca que tiene en el hombro en forma de corazón y su cabello negro que caía al lado contrario de dónde la luz del sol provenía.
Era claro que me había cautivado.
Cuando se fue por primera vez mi lobo se descontroló y me la pasé discutiendo con mis padres por eso.
No fue hasta que papá y yo hicimos un trato que me dejó volver a acercarme a ella.
Todo se vino de golpe para mí cuando la vi en esa camilla así como cada recuerdo que he hecho con ella.
Por primera vez sentía lo que tanto quería pero tenía miedo, miedo de que descubriera todo y así mismo todo se fuera a la mierda.

—¡Hey! Despierta bonita, no me asustes así

Derek se hizo hacía atrás por Stiles que lo alejo.

—Vamos, se que estarás bien, solo abre esos bellos ojos que me fascinan Y me traen suspirando como loco todo el día... Por favor

Stuart miraba todo arrepentido mientras Mako lo abrazaba por los hombros.

—Te lo ruego, aún quiero salir contigo al cine, ir contigo al mirador para estar juntos sin necesidad de hacer algo en concreto y quedarnos viendo el cielo tomados de la mano como siempre.

Mamá trato de acercarse para alejarme pero le gruñí.

—Vamos bonita, te amo... Por primera vez me he enamorado y no quiero que esto acabe así, aún quiero estar contigo... Ir a visitar a mi familia y presentarte como mi novia... Qué tengamos una historia bonita así como tú... Por favor despierta.

No se cuánto tiempo estuve rogándole hasta que por fin empezó a quejarse, mire a Deaton quien parecía sorprendido, tome su mano y de inmediato mis venas se tornaron negras por quitarle el dolor.

—Duele... ¿Qué me...? ¿Qué me pasó?

—No lo sé, no me vuelvas a hacer eso ¿Si?

No resistí más y me lance a besarla, no me importaba la reacción de mi mamá, ni que Derek y Stuart quieran matarme o que Jake me quiera castrar o que Stiles ya está pensando en miles de maneras para torturarme.
Solo me importaba ella, quería sus besos, sus abrazos, sus caricias, sus suspiros y sus pensamientos. Quería el simple momento que estoy teniendo con ella.
Los quería para mí y solo para mí.

Sus labios eran suaves, demasiado diría yo, sabían a fresas y no pude evitar pensar en nada más que eso.
Sentí sus manos en mi pecho haciendo una leve presión como si quisiera espacio, mientras yo la apegaba a mi.

Cuando nos alejamos por falta de aire ella estaba sonrojada, iba a darle otro beso pero Derek carraspeo.

—¿Papi?

Lo dijo mirando a Derek con una voz tan tierna que derritió un poco más el corazón de todos, incluyendo a mi mamá que nunca lo admitiría.

la hija de Derek HaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora