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𝐋𝐎𝐒 𝐎𝐉𝐎𝐒 𝐍𝐔𝐍𝐂𝐀 𝐌𝐈𝐄𝐍𝐓𝐄𝐍
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La mirada de aquel hombre se hizo más intensa al ver como un omega bailaba con su inútil caballero. Sano Manjiro era un rey que podía obtener lo que se propusiera, así que Hanagaki Takemichi no sería la excepción.
Si el reino de Ucrania no deseaba entrar en guerra con su país tendrían que casar a Takemichi con él, no importaba que dijera el emperador del reino vecino.
Estaba completamente seguro que ese bello omega que se encontraba en la pista de baile aceptaría su propuesta de concubino si le diera el mensaje que no haría una guerra.
Eso era lo que pensaba, pero, ¿Porqué carajo no aceptó su propuesta?.
— Disculpe su majestad el emperador, no deseo formar parte de su Harem. Dijo en una reverencia.
— Si desea hacer una guerra por esto, entonces lo tomaría como alguien infantil y un gobernante sin sabiduría.
¿Estaba escuchando bien?, un simple omega que no conocía su lugar lo estaba rechazando y más diciéndole infantil.
— Dime el motivo del rechazo, antes de que te corte la cabeza por insultarme.
Hanagaki miro atentamente al rey, que con su mirada decía toda la verdad.
Takemichi había nacido con un don, donde sus ojos podían ver si las personas mentian o decían la verdad, un poder que solo a su familia le fue otrogada.
Él poder de los ojos de un dragón.
— Joven Rey, su propuesta la aceptaría si me combirtiera en su emperatriz. Pero tampoco lo deseo.
Paro en seco mientras su mirada tan peculiar llamaba la atención del alfa.
Unos orbes zafiros tan intensos como el mar, con una pupila extraña, aquellas pestañas rubias tan largas pero delicada.
Manjiro por alguna razón quedo paralizado ante bella mirada.
— Ya estoy casado con alguien más su majestad, por eso su propuesta para mi no vale mucho.
Manjiro frunce el ceño.
— Dime joven príncipe, ¿Cuál es el motivo de escoger a alguien más que no sea yo?.
Takemichi volvió a cerrar sus ojos mientras recordaba a su alfa. — Le preguntaré joven monarca. — volvió a verlo con más intensidad ahora. — ¿Se ha enamorado de alguna de sus concubin@s?.
