v e i n t i d o s

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La casa de los Archer aparece entre las gotas de lluvia como un castillo perdido en medio de un bosque encantado. A medida que nos acercamos por el camino de piedra, puedo distinguir sus detalles bajo la luz amarillenta de las farolas: paredes de ladrillo oscuro que parecen guardar secretos de generaciones pasadas, ventanas inmensas enmarcadas en madera, y una puerta principal que no es una puerta, sino una declaración. Es majestuosa, alta y negra, con un picaporte dorado que refleja el agua que sigue cayendo del cielo.

Devorah se mueve con naturalidad cuando Mike detiene el coche frente a la entrada. Yo, sin embargo, no puedo evitar mirar todo con los ojos bien abiertos, como si fuera un turista entrando en un lugar sagrado. El jardín que rodea la casa parece más un parque que una simple extensión de césped. Árboles perfectamente recortados, un camino de grava que serpentea entre fuentes y arbustos, y, más allá, un invernadero cuya silueta de cristal reluce incluso bajo la tormenta.

—¿Qué? —pregunta Devorah al bajarse del coche, mientras yo sigo embobada mirando la casa por la ventanilla—. ¿Es muy... "excesiva"?

—Es increíble —digo, aún sin apartar la vista de la fachada.

Mike suelta una risa suave desde el asiento del conductor, sacudiendo la cabeza.

—La odia —aclara él, lanzando una mirada a su hermana mientras recoge su chaqueta del asiento trasero.

—No la odio —protesta Devorah, girándose para enfrentarlo. El viento le revuelve el cabello—. Solo digo que es demasiado. Como si alguien hubiera intentado compensar algo con tanto ladrillo y columnas.

Yo no escucho mucho después de eso, porque sigo perdida en los detalles. Cada rincón parece diseñado para impresionar. Incluso las lámparas que bordean la entrada están llenas de detalles tallados en hierro. No puedo imaginarme cómo sería crecer aquí. ¿Es esto lo que significa ser parte de una familia que no conoce las palabras "espacio pequeño"?

Mike interrumpe mi trance cuando toca el claxon, haciéndome saltar en mi asiento.

—Nos vamos, exploradora urbana —dice con una sonrisa mientras Devorah se despide con un movimiento de mano y desaparece tras la puerta enorme, que se cierra tras ella con un eco sordo.

Cuando nos alejamos por el camino de grava, todavía no puedo apartar los ojos de la casa que se va haciendo más pequeña en el retrovisor.

—Es como una de esas mansiones de película. Tipo, donde las cosas cobran vida y los retratos te miran raro —digo al fin, rompiendo el silencio.

Mike sonríe, con los ojos fijos en la carretera.

—Te acostumbras —responde, pero el tono de su voz sugiere que él tampoco está tan acostumbrado.

Yo miro hacia la ventanilla, observando cómo la casa desaparece entre los árboles y la lluvia. Es imposible no sentir una pizca de nostalgia por algo que nunca fue mío. Pero también siento curiosidad. Por todo lo que esa casa representa. Por lo que ha sido para ellos. Por lo que no muestra a simple vista.

El camino hacia el apartamento transcurre envuelto en el murmullo constante de la lluvia golpeando el techo del coche. Las calles, vacías a esta hora y bajo esta tormenta, parecen una escena sacada de un cuadro: reflejos de luces anaranjadas que se ondulan sobre el asfalto mojado, como si el suelo también estuviera llorando.

Mike conduce con una mano en el volante, mientras la otra descansa en su regazo. De vez en cuando, sus dedos tamborilean al ritmo de una canción que suena apenas perceptible por los altavoces, un sonido suave que se mezcla con el golpeteo de las gotas.

—¿Te ha impresionado tanto la casa? —pregunta, rompiendo el silencio con un tono ligero.

—Mucho. —Apoyo la cabeza contra el cristal de la ventanilla y sonrío, aunque sé que no puede verme—. Es enorme, elegante... y un poco intimidante.

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⏰ Última actualización: Dec 02, 2024 ⏰

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