Sueños oscuros
Reino de Santlown, Ducado de Coltact, Condado de Winzer, cercanías de Castletown
Campamento de Aulelar
Al abrir los ojos con un cansancio demoledor observó una imagen que no se esperaba.
Sombras oscuras con un malévolo tono verdoso escurecía el cielo hasta taparlo por completo. Una lluvia torrencial de magnitudes nunca antes vistas azotaba la tierra, desbordando los ríos y arrastrando y arrancando de la tierra todo lo que encontraba a su paso: árboles, maleza, rocas, personas... Las aves que con sus plumas tocaban las gotas de lluvia gemían del dolor, batían sus esponjosas alas en un intento de alejarse para después precipitarse al suelo en silencio, espachurrándose y convirtiéndose en un pure de carne, hueso y plumas que se descoloraban hasta obtener un blanco podrido.
Los árboles que se salvaban de ser arrastrados por los colosales ríos que azotaban todos como olas sacadas del Mar de los Reyes Náuticos gracias a sus raíces resistentes y robustas, gemían con temblores en la tierra, con sus hojas quemándose por el agua que caía en forma de gotas; la madera se podría y poco a poco sus raíces que las sustentaban en el mar en creación finalmente cedían al poder marino y seguían la corriente con sus parientes.
Sus ojos como si estuviera en el cuerpo de un ave cambiaron de rumbo para presenciar otra escena.
Está vez era un campo de batalla. En él se observaba como regimientos y destacamentos compactos y disciplinados de solados humanos formaban con los bramidos de sus capitanes y tenientes alzándose en el aire con poderosas voces, con los sonidos de las trompetas de fondo. Esa fuerza se preparaba para frenar la carga de una avalancha de orcos bastante diferentes a los que había visto toda su vista o se encontraban bajo su mando; su piel era verde oscuro como un moco habiendo sido potenciado con magia, ojos rojos saltones, colmillos como garras formando falanges en forma de fauces hambrientas de carne humana; estaban ataviados con armaduras pesadas de placas que les cubrían todo el cuerpo, portaban hachas pesadas a dos manos, martillos de guerra, espadas, manguales, lanzas y escudos.
Los estridentes gritos de los orcos hacían desaparecer las trompetas y los bramidos de los oficiales humanos, y los cuernos de guerra de la tribu u Horda formaba un coro monstruoso que estremecía el aire.
El avance de esos extraños compatriotas siguió sin oposición alguna de los humanos, hasta que en cierto momento se escuchó una sola palabra con una fuerza de cien gargantas: ¡Fuego!
Seguidamente centenares de virotes de ballestas y flechas de arcos surcaron el cielo oscuro y apagado por las sombras, acompañado de las nubes negras de tormenta que se acercaban con paso lento y decidido en silencio, como el de un asesino experimentado que se preparaba para asestar una cuchillada por la espalda a su objetivo.
Los proyectiles siguieron su arco hasta que acabaron incrustándose en los cuerpos de los orcos. Los que sufrieron heridas en el pecho, manos o pies lanzaron desgarradores gritos de frustración y dolor al aire, para seguir cargando con más ímpetu; mientras quiénes lo recibían en la cara detenían su avance en seco, su cuerpo se tambaleaba unos segundos sin precisión a donde caerse, para finalmente precipitarse al suelo por culpa de sus compañeros, que se encargaban de desfigurar a su antiguo camarada con sus botas de acero negro.
Andanada tras andanada de poderosos y furtivos proyectiles de ballesta y arco caían sobre sus enemigos con una precisión mortal, en minutos cientos de orcos habían perecido por sus armas a distancia, pero igualmente los huecos que dejaban los fallecidos eran rápidamente remplazados por camaradas más animados que los anteriores por querer derramar sangre en venganza por sus caídos.
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El azote de la horda
FantasySiglos hacía desde la última aparición de una Horda de orcos semejante a la que azotaba hoy en día las Tierras Yermas. Cientos de caudillos de esta sanguinaria y grotesca raza se han alzado para unir a todo su pueblo en una marea imparable de muerte...