DIECIOCHO

9 4 0
                                    

Oscuro secreto del mar

Reino de Santlown, ducado de Santlown, condado de Santlown

Santlown, Palacio Real, Sala del consejo real

Ya habían pasado un mes y medio desde que el mensaje del conde Otto Koeppen sobre la situación dentro del ducado de Kefferer llegaron a la capital; las noticias de la rebelión de la duquesa Anselma contra el trono y la más que posible llegada de los orcos a sus puertas provocó angustia, nervios hasta cierto grado de terror en la reina. Era una avalancha de problemas de difícil solución a corto plazo, aunque también era complicado en el largo por la mala situación del reino.

El consejo del rey no se había parado de reunir día tras día en el momento que supieron de las nuevas del este; las discusiones para imponer su estrategia o plan sobre lo que se tenía que hacer eran casi infinitas, por cada, palabra alguien saltaba a contradecirlo, los insultos y tonos de voz no pararon de subir hasta llegar a las amenazas de muerte.

En cuando el conde Liebwin de Neuten dijo que Samantha no tendría que meterse en la política del estado, sino que quedarse de luto por su marido y centrarse en sus hijos, que la política y la guerra era una tarea de hombre, comenzaron los problemas.

—Conde Liebwin —le dijo el joven rey al anciano noble de rostro pálido y arrugado—. Espero que se disculpe ante mi señora madre, la reina regente, ella ha sido vuestra señora desde hace bastantes años, por tanto, retire sus palabras ante un insulto hacia su persona.

El noble rechinó sus dientes viejos, atrofiados y amarillentos con dureza; era bastante anciano, de la época del rey Oscar V, el Poderoso, de los pocos que quedaban con vida para contar su reinado, por tanto, no pasaba por su cabeza escuchar las órdenes de un joven rey que le era demasiado grande el título que ostentaba. Por esa razón le respondió sin tapujos y ni un solo pelo en la lengua.

—Cállate, muchacho, soy más mayor que tú y, por lo tanto, me debes escuchar para empaparse de la sabiduría de las antiguas generaciones que te precedieron en vida —comenzó a responderle con dureza. Sus ojos estaban entrecerrados mandado una mirada mortal que puso nervioso a Arwin—. Esperaba que vuestro señor padre te lo hubiese enseñado antes de caer en combate, pero puedo verlo que no; en cambio, has caído en las garras de una mujer, encima de una maldita Koeppen.

Eso provocó un silencio incómodo en la sala mientras la reina regente por poco tiempo lanzaba una mirada mortal e implacable sobre el viejo conde; ella podía soportar los insultos tranquilamente al estar acostumbrada a ellos, siempre sabía que sus enemigos lanzaría cualquier tipo de ácido mortal en cualquier forma como palabras o hechos, pero casi siempre en hechos.

—Si tiene algún problema conmigo, lord Liebwin, podría habérmelo dicho hace mucho tiempo, no tengo problema en atender las quejas de mis vasallos que pronto serán vasallos de mi hijo; inclusive puede ser que su problema sea como solucionar la sucesión de vuestras tierras. Tengo entendido que no tiene herederos y, por lo tanto, ve con buenos ojos un miembro de la casa Fleischman —le responde al insulto con una diminuta sonrisa con un brillo de gracia en sus ojos.

La reacción fue esperada; de repente, sin esperar a nada, el conde de Neuten se levantó de su asiento y desenvainó su acero apuntando directamente a Samantha. Los ojos dominados por la rabia que reflejaba el anciano daba a entender su estado de ánimo.

—No permitiré que nadie insulte a mi casa de esa manera. La casa Hersch ha regido los destinos de las tierras que hoy son en día el condado de Neuten durante generaciones enteras, mucho antes de que la casa Fleischman reinase en Santlown, y mucho más que nos incorporásemos al reino durante el reinado de los últimos Goldenberg y la única Kefferer —replicó Liebwin mientras lanzaba palabras al aire y un río de saliva caía directamente al suelo, empapándolo todo por a su alrededor.

El azote de la hordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora