DOS

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Primeros asaltos

Frontera con los Picos Malditos

Habían pasado dos semanas desde que los noble y los burgueses hubiesen decidido contratar al ejército mercenario dirigido por Jerek van Hauser para acabar con la tribu de orcos de los Picos Malditos.

Al principio nadie se le ocurrió pensar tan siquiera que van Hauser y sus espadas mercenarias hubiesen sido derrotadas. Su largo historial de batallas ganadas y la veteranía de sus hombres les precedía, y nadie quería llegar a pensar que no pudiesen realizar ese trabajo, aunque los militares que comentaban sobre esta decisión en las tabernas de las ciudades y aldeas decían que era una completa locura enviar -aun cuando eran meros guerreros a sueldo del mejor postor-, un destacamento de hombres contra una amenaza que nadie conocía el número exacto de efectivos con los que contaba.

Igualmente, por mucho que varios centenares de personas no viesen con buenos ojos ese movimiento por temor a que los orcos tomasen represalias del ataque sufrido, la mayoría de las personas del Reino de Santlown poco le importó, sino se sintieron aliviados al pensar que al fin se quitarían de en medio la amenaza de los orcos en los Picos Malditos -los más interesados eran los comerciantes para explotar económicamente los yacimientos de hierro y, sobre todo, oro.

Pero con el paso de los días todo el mundo comenzó a impacientarse y ponerse nerviosa. ¿Por qué los afamados mercenarios de Jerek van Hauser no volvían con buenas noticias, les había pasado algo grave durante su campaña, los orcos les habían dado problemas, les habían conseguido derrotar? Esas preguntas comenzaron a circular entre el populacho, con la última estando en un inicio apartada y en uso exclusivo para la gente que consideraban loca, no obstante, ya al tercer día de la marcha de los mercenarios no comenzó a parecerse tan mala pregunta.

Su respuesta vino al quinto día cuando se esparció la noticia de un nuevo asalto por parte de los orcos de la tribu de los Picos Malditos, esta vez liderados por otro orco, un tal Aulelar, pero sin rastro alguno de Amgroc el Oscuro. Los pocos que se pudieron salvarse de la masacre y devastación que trajeron los hombres del nuevo caudillo orco dijeron que los monstruos de los Picos Malditos portaban en sus estandartes los cráneos de los mercenarios, y que arrojaron algunos de sus cuerpos inertes en las cercanías del pueblo ante de saquearlo.

Por esa razón, Oscar Fleischmann, señor de Santlown organizó a un destacamento compuesto por doscientos lanceros, cien espaderos y cincuenta ballesteros al mando del capitán Adolf Weiskopf, un experimentado soldado que era parte de su guardia personal y pensaba que era la persona idónea para dirigir esta misión de reconocimiento para saber de cuantos enemigos formaba la hueste de Aulelar, y si podían lanzar un ataque relámpago sobre sus filas para vengar a sus conciudadanos que ahora se pudrían en la tierra.

Tras una larga semana de travesía los hombres de Adolf llegaron por fin al pueblo atacado por los orcos. A su llegada lo que observaron fue una vasta extensión de terreno cultivable incendiada y marchita con decenas de cuerpos de campesinos y guardias del pueblo esparcidos por todo el terreno, muertos con heridas terribles. Al seguir avanzando y comenzando a atravesar el pueblo encontraron casas completamente chamuscadas y saqueadas con otra cantidad increíble de cadáveres esparcidos por todos los lugares imaginables. Al parecer los orcos no tuvieron compasión con nadie.

Durante el camino los soldados no pudieron evitar las arcadas y los rostros repletos de terror y asco al observar la carnicería que sus pies pisaban. Se encontraron escenas horrendas de personas colgadas de sus hogares hecho cenizas con sus rostros desfigurados por las armas orcas, los intestinos desparramados en el suelo y cayendo de sus estómagos abiertos por hojas de hacha o espada, otras personas estaban abiertas en canal o directamente sin cabeza. También vieron niños, de no poco más de siete u ocho años descuartizados e irreconocibles para sus progenitores.

El azote de la hordaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora