Odio los hospitales.

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Ana P.O.V.

Volví a mirar la habitación en donde me encontraba y resople.

-Por mucho que resoples no te van a dar el alta antes- dijo Hugo cruzado de brazos y riendo a los pies de la cama de hospital.

Llevaba tres semanas aquí, estuve en coma por cinco días, súper guay todo ¿no? Pues no, Alejandro disparo donde no debía ya que yo ahora debería de estar muerta y estoy aquí.

El disparo me dio en el principio del abdomen, entremedio de mis dos pechos rompiendo así algunos tejidos pero sin llegar a tocar la columna ni las costillas, pero por lo que parece ser perdí mucha sangre.

-Ya lo sé, pero es que quiero salir de aquí, no me gustan los hospitales- dije cruzándome de brazos cuidadosamente ya que si hacia algún movimiento brusco se me abriría la herida.

-No te preocupes Ami- odiaba que me llamase por ese nombre, no era mi nombre, aunque tampoco lo podía culpar ya que yo misma le dije que ese era mi nombre- enseguida saldrás de aquí- se acercó a mí y deposito un beso en mi frente- voy a bajar a la cafetería, ¿quieres algo?- yo le sonreí débilmente y negué con la cabeza.

Se apartó de mí y me sonrió, lo vi marcharse y me quede mirando por donde se había ido.

-¿¡Que haces aquí!?- pregunte en un susurro cuando vi a mi primo entrar en la habitación como si nada- te pueden descubrir y me podrían descubrir a mí también- dije a la vez que él cerraba la puerta tras él.

 -Venía a avisarte de que no creo que venga por un tiempo- dijo después de dejar un beso en mi mejilla y darme la mano. Desde que desperté siempre que se iba Hugo aparecía mi primo por aquí, aunque siempre era por la tarde, esto era raro.

-¿Por qué?- le pregunte pero él se calló y miro hacia abajo- Respóndeme- dije apretando los dientes y su mano, él levanto la mirada y vi sus ojos cristalizados.

-El… el abuelo está hospitalizado- tragó duro- le han detectado un tumor, su operación es de vida o muerte, en un par de horas me voy a Paris con Alejandro- mi mundo se descuadro, mi abuelo, mi héroe, no podía ser posible, esto era como una pesadilla, cada día que pasaba se me hacía más pesado de vivir.

-¿Cuándo es su operación?- le pregunte, con los ojos casi ardiendo por las lágrimas que amenazaban con caer.

-Es el jueves de la semana que viene- yo asentí rápidamente-¿Iras?- me pregunto mirándome directamente a los ojos, se notaban en sus claras esferas azules que tenía ganas de llorar pero no lo haría, lo conocía demasiado y él no quería que yo lo viera débil.

-Por supuesto, allí estaré, pero primero tengo que volver a California para decirle toda la verdad a Thomas y a Hugo, no aguanto más con esta mentira- dije mirando nuestras manos enlazadas.

Un golpe fue lo que nos sacó a los dos de nuestro trance, había sido la puerta, Bea estaba apoyada en ella, mierda.

-Bea…- no me dejo terminar la frase cuando ella ya estaba gritándome y llorando desconsoladamente.

-¡CALLATE!- gritó mientras veía como las lágrimas caían descontroladamente por sus ojos.

Estuvimos un buen rato así, las dos mirándonos y llorando, sabía que lo que había hecho no tenía perdón pero lo hice por su bien, en su mirada podía notar una pizca de alegría debajo de toda esa tristeza la cual estaba sacando ahora mismo a la luz. Alexandre la ayudo a sentarse en el sofá que había justo delante de mi cama.

-¿Por qué?- pregunto en un susurro.

-Porque os ponía en peligro- dije mirando mis manos entrelazadas.

-Ese era nuestro problema, no el tuyo- dijo frunciendo el ceño y mirándome directamente a los ojos.

-Ese problema lo había causado yo, así que debía hacer algo.

-¿Y qué mejor que fingir tu muerte no?

-Era la única forma que tenia de alejar a Alejandro y a todos vosotros, si solamente desaparecía iríais a buscarme o la gente que me persigue me hubiera echo venir con otra muerte inesperada.

-Si nos lo hubieras dicho te hubiéramos ayudado a buscarlos y matarlos- dijo levantándose y poniéndose a los pies de mi cama.

-No hubiéramos podido así que no le des más vueltas, ahora sé quién es quién me persigue y se cómo acabar con él, bueno, en este caso ella, pero necesito que guardes el secreto, nadie puede saber que yo estoy viva, por favor Bea- dije suplicándole, ella me miro por unos segundos y asintió, intento acercarse a mí pero cuando la roce instintivamente se puso a llorar, y lo entiendo, entiendo que todavía no me pueda perdonar, fingí mi muerte a las pocas horas de que mataran a su novio, yo tampoco me podría perdonar. Salieron de allí antes de que volviera Hugo o cualquiera que me conociera y a ellos no.

Al rato de estar llorando Alexandre se llevó a Bea antes de que apareciera Hugo.

-Nos vemos pronto- dijo Bea al girarse para mirarme directamente a los ojos, yo asentí y sonreí como pude.

En la habitación se formó un silencio sepulcral, lo único que oía eran mis pensamientos, por una parte creía que estaba bien lo que había echo pero por otra no, es mucho más complicado de lo que algunos piensan, no solo eso, también he mentido a Thomas y Hugo, ellos que fueron los que me aceptaron y me arroparon en su mafia sin saber quién era yo, gente que ha aparecido en mi vida y que gracias a ellos soy lo que soy ahora mismo.

-Hola- dijo Hugo entrando a la habitación- ¿Qué te pasa? ¿Por qué tienes los ojos llorosos?- dijo con cara de preocupación.

-Por nada, es que estoy harta de estar aquí- dije sonriéndole levemente mientras acariciaba su mano.

-Ah, eso quería decirte, que ya te han dado el alta y esta tarde volvemos a California- dijo con una amplia sonrisa, yo le sonreí de la misma manera y rápidamente estrello sus labios contra los míos.

Una ola de amargura me invadió cuando separó sus labios de los míos, esto no podía seguir pero primero necesitaba hablar con Thomas para explicarle mi situación.

Recogimos rápidamente mis cosas, comimos en un restaurante de camino al aeropuerto y en poco tiempo ya estábamos montados en el jet privado de los Lawrence, Marcus y Sarah según Hugo se fueron unos días atrás de vuelta a América ya que Thomas los necesitaba y Hugo no quería dejarme sola. 

Al llegar a la casa, aunque no podía andar muy rápido entre directamente hacia el despacho de Thomas. Toque dos veces la puerta y con un ‘’pase’’, entré.

-Tenemos que hablar- le dije a Thomas, él me miro por unos segundos con su amplia sonrisa marcada en su cara.

-Lo sé- dijo indicándome con la mano que me sentara. 

Mátame. (NPSA3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora