En el amor como en la guerra todo lo vale.

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Los pitidos de los coches y de las bocinas resonaban en mis oídos mientras me iba acercando a la parrilla de salida, me posicione al lado de un coche negro, sabía que era de él, sabía que estaba al lado de mí, sabía que en estos momentos me estaba mirando y también sabía que no me perdonaría haberle fingido mi muerte y además obligarlo a matarme, pero estaba feliz, feliz porque aunque todo eso fuera verdad, ahora solamente tenía ganas de vivir mi vida, vivirla a 300 km/h porque como solía decirme mi abuelo, la vida solo son dos días y el segundo es la resaca del primero.

Pise dos veces el acelerador haciendo sonar a mi bestia, una chica de pelo rojo y corta de ropa se posiciono delante de nosotros junto con dos banderas, una en cada mano, me señalo primero a mí y después a mi oponente, para después subir los brazos hacia el cielo y dejarlos caer rápidamente para así darnos la salida, los dos arrancamos haciendo chirriar las ruedas.

En esos momentos solo podía escuchar como mi corazón palpitaba rápidamente gracias a la adrenalina, la cual recorría cada milímetro de mi cuerpo como si fuera heroína. Veía por el espejo retrovisor como por cada acelerón dejaba más atrás a mi oponente el cual cada vez cogía más fuerza, no fue hasta que se posiciono a mí misma altura, decidí no mirar ya que sabía con lo que me encontraría, cuando vi la línea de meta a unos cuantos metros decidí frenar en seco, metí la última marcha y dejando humo en el asfalto deje muy atrás la línea de meta y a mi oponente.

La gente comenzaba a rodear mi coche entre gritos y demás, me baje para recibir abrazos, choque de manos, etc.

A lo lejos vi a mi primo peleando con Isabella así que preferí dejarlos por un tiempo, en un intento fugaz por andar me di cuenta de que me tenían sujeta por el brazo, me gire para toparme con el rostro más conocido en este mundo y en el infierno, Alejandro.

-¿Por qué?- fue lo primero que dijo cuándo nuestros ojos conectaron.

-Porque me estaban dando caza, y siguen dándome caza, pero estoy cansada de esconderme- por una milésima de segundo vi en su rostro sorpresa, pero eso cambio a su estado frio y sin sentimientos, lo prefería así, se me hacía más fácil decirle las cosas.

-Me obligaste a matarte- notaba su mandíbula tensa, por lo visto estaba conteniendo la rabia.

-Sí, lo hice, tú necesitabas quitarte ese fantasma de encima y yo necesitaba que me mataran de verdad, pero como siempre, fallaste- dije encarándolo, ahora era yo la que estaba enfadada.

-¿Cómo siempre? ¿Quieres ver como ahora no fallo?- dijo apretándome aún más su agarre en el brazo.

-Me encantaría- le dije soltándome con rabia de su agarre.

En menos de dos segundos nuestras pistolas estaban encañonando al otro, la gente poco a poco se arremolinaba más y más a nuestro alrededor pero guardando las distancias claro está.

-Dispárame- dijo tentándome.

-Mátame- dije yo rememorando el día en el cual me disparo.

Se escucharon dos disparos, ninguno proveniente de nuestras armas, los dos giramos la cabeza hacia la persona que había disparado dos veces al cielo.

Eran Alexandre e Isabella los cuales habían disparado.

-¡Parad ya!- grito Isabella, en su rostro se notaba que estaba enfadada de verdad.

Después de eso cada uno se fue hacia su coche y salimos de allí lo más rápido posible.

Pasaron las horas y yo seguía pegando tiros a diestro y siniestro, mi primo no lograba tranquilizarme, nos encontrábamos los dos fuera de la casa que me regalo mi padre por mi cumpleaños, por lo visto me iba a alojar ahí mientras que las cosas no se calmaran con Alejandro.

-Por cierto, ¿Qué te ha pasado con Isabella?- le pregunte una vez sentados los dos en el pasto y mirando hacia el lago al lado de la casa.

-Se creía que le estaba siendo infiel, pero cuando se dio cuenta de que eras tú se puso aún más furiosa, me dijo que como había podido permitir que su hermano sufriera tanto por una mentira, que se lo tendría que haber dicho, que si es que no tenía la suficiente confianza en ella como para contárselo- dijo distraído mirando el pasto.

 -¿Y tú que le dijiste?

-Que para un Dómine la familia era lo primero y que si eso no lo aceptaba lo mejor sería dejarlo, lo dejamos hace una semana o así.

-¿Y qué hacíais hablando antes en el Trento?- le pregunte apoyando mi cabeza en su hombro.

-Me dijo que no tendría que haberte llevado allí, le dije que aquello era nuestro y porque unos italianos de mierda no sepan llevar bien las relaciones no íbamos a dejar de ir, además le dije que como no se marcharan del país antes del amanecer iba a correr un rio de sangre y no sería el nuestro- me dijo mientras me acariciaba el pelo, lo mire con el ceño fruncido y él solamente rio por lo bajo y me guiño un ojo.

-Sé que es difícil echar de tu vida a alguien a quien quieres tanto pero es lo mejor para ellos, estamos malditos primo- dije volviéndome a apoyar en su hombro.

-Lo sé pequeña, pero sería muy aburrida nuestra vida si no fuera así.

Además de verdad, lo único que habíamos hecho era salvarles la vida a dos personas que queríamos, digo salvarles la vida porque Alina no tardara en enterarse de que sigo viva y vendrá a por mí y a por mí punto débil, por eso en estos momentos no me puedo permitir tener ninguno.

Es difícil de entender, pero tanto en el amor como en la guerra todo lo vale. 

Mátame. (NPSA3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora