Mi chica.

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Alejandro P.O.V.

-¡Te matare!- rugí por el teléfono.

-¡No si lo hago yo primero!- me contesto Alexandre, llevábamos media gritándonos por el teléfono, todos estábamos como locos buscando a Ana.

-Dame el teléfono- me pidió Isabella, le pase el teléfono y echándome manos a la cabeza bufe mientras me dirigía a la cocina donde estaba mi madre sentada y hablando con alguien por teléfono.

Esto no me podía estar pasando a mí, una vez que tenía a mi chica vuelve a desaparecer, parece que el destino no quiere que la tenga conmigo, ahora mismo me sentía impotente, impotente por no saber dónde está, que le está pasando y no saber quien la ha secuestrado, impotencia de saber que podía haberla protegido en su momento y no lo hice, lo único que hice fue lanzarla a que desapareciera por dos largos y tormentosos años, y ahora que la tenía de vuelta conmigo, me la arrebataban, la verdad es que no sé ni cómo fue que nos reconciliamos tan rápido, la gente pensara que estamos locos, pero eso es lo que nos complementa tan bien, nuestra locura, no somos una pareja normal, tampoco deseo que lo seamos, es más, me gusta como somos, porque aunque ante los ojos de nuestros enemigos seamos débiles juntos para nosotros es como si nos diéramos más fuerza, es lo que más añoraba de Ana, ella conseguía sacar todo lo mejor de mí, conseguía que no tuviera sentimientos, nada más hacia ella, lo que yo conseguía en ella es que luchara por un propósito, aunque la hiciera temblar de pies a cabeza con mi tacto o con mis besos, aunque conmigo pareciera tan indefensa, su propósito siempre ha sido salvarse el culo, porque sabía que cuando todo terminara me tendría ahí, al igual que yo a ella, por eso cuando creí que murió sabía que ya no la iba a tener más ahí, ya no me haría más fuerte, me sentí débil y sin vida.

No quiero imaginarme que es lo que le estarán haciendo, no puedo, se me iría la cabeza.

Para dejar de pensar en todas las formas en que mataría a los que la tienen secuestrada me puse a escuchar la conversación que estaba teniendo Isabella con Alexandre, esto tampoco tiene que ser fácil para ellos, así que me levante del taburete y me dirigí al salón.

-Entonces, ¿Cómo piensas que la vamos a encontrar?- ella frunció el ceño- vale, estaremos esperando alguna señal- colgó y me miro- Alexandre me ha dicho que él la está intentando localizar desde el satélite, también me ha dicho que todos los Dómine han movilizado toda Europa y parte de América, tienen muchos socios, alguien la ha tenido que ver si o si, así que no te preocupes hermano, todo estará bien- me abrazo y yo le correspondí.

-Eso siempre se dice- dije en un susurro.

Dos horas después me encontraba hablando con Zheng Fú, el jefe de la yakusa en toda china.

Decía que hablaría con todos sus aliados para saber si alguien la tenía, pero que también lo había llamado Jean Pierre, y desde esta madrugada estaban buscando a Ana.

¿Y si le había pasado algo? ¿Y si cuando la encontrásemos fuese demasiado tarde? Estoy harto de perderla, la próxima vez la encadenare a mí y así donde vaya ella iré yo.

-¿Cómo estás hermano?- me pregunto Vittorio entrando al balcón donde me encontraba y apretando mi hombro para llamar mi atención, lo mire por unos segundos, se notaba cansado, él también había estado buscando a Ana como loco, hasta había dejado a su prometida para venir aquí a Italia.

-Preocupado, ahora que la tenía de vuelta conmigo la secuestran, es como si el destino no quisiera que estuviéramos juntos, ¿sabes? Cuando la volví a ver después de estos dos años en los que no había sabido nada de ella, creyéndome de verdad que había muerto, me sentí vacío, pero cuando la volví a ver sentí alivio y a la vez rabia, una rabia que nunca jamás había sentido, era muy extraño porque a la vez que quería que estuviera conmigo la quería matar, pero cuando me explico porque se había marchado más o menos la entendí, pero lo que me hizo volver con ella no fue que me diera una explicación, fue porque lo necesitaba, ella apaciguaba cada parte de mí con su ser, ella lo valía todo y más, y si ahora de verdad merece morir sé que me obligare a morir después de haber matado a todos y cada uno de los que le hayan hecho daño, moriré para dar con su encuentro- Vittorio me miro por unos segundos y sonrió.

-Se nota que la amas, tienes que tener fe en que la encontraremos sana y salva- asentí y me dirigí hacia la que era mi habitación cuando vivía aquí.

Me acerque lentamente hacia una caja verde pistacho que se encontraba encima de mi escritorio y la abrí, solo había un papel, mejor dicho una carta, ya que era escrita por mi hacia Ana, cuando iba al psicólogo me dijo que escribirle una carta diciéndole todo lo que no le había dicho en todo el tiempo que estuvimos juntos me haría sentir mejor.

Levante la carta lentamente y comencé a leerla.

''Apareces y me descolocas. Siempre que estoy contigo acabo con una sonrisa pintada en la cara, esperando que vuelvas para poder reírnos como solíamos hacer de lo feo que es el mundo a veces, y que contigo no se veía tan mal, Supongo que mis noches son menos oscuras cuando estás del otro lado de la cama. Me gusta cuando te callas y te empiezas a quedar medio dormida, cuando terminaba por cargarte hasta la habitación, sabiendo que cuando amanezca te despertare con un reguero de besos por toda tu cara. No entiendo muy bien porque seguimos quedándonos con tantas ganas, hay que ser muy valiente para atreverse a quererme, sabias de sobra que no era fácil, aunque tú tampoco lo fueras. Tengo tres mil manías y mil razones por las que podrías odiarme, pero tú siempre encontrabas los motivos donde yo no los veía, y hacías que mis semanas fueran más de sábados que de lunes, que fueran más veranos que inviernos. Por eso, porque tú eras la única que estaba aquí, aunque hubiera tormenta, aunque todo a mi alrededor se derrumbase tú estabas ahí. Digamos que eras como esos cinco minutos que tengo un lunes para dormir más, como ese instante antes de apretar el gatillo en los que sientes toda la adrenalina. Esa eras tú. Ana Dómine. Mi chica.

Alejandro. ''

No lo pude evitar y arrugue la carta en mis manos, toda la tristeza que esta me traía se convertía en rabia hacia los que la habían secuestrado.

-Alejandro- dijo Isabella asomando la cabeza por mi habitación- toma- dijo tendiéndome un móvil, lo cogí y me lo puse en la oreja.

-¿Si?- pregunte seco.

-Alessandro, soy Louis, tenemos algo- eso fue lo último que escuche antes de salir de mi habitación como alma que lleva el diablo.

Próxima parada, Francia.

Mátame. (NPSA3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora