-Ana...es ahora o nunca- dijo mi primo por el auricular que llevaba puesto en la oreja.
-Cállate que me estas poniendo nerviosa- dije desde mi posición.
Estábamos en una misión, como no, teníamos que robarle unos papeles a los italianos que se escondían por esa zona, ¿Qué, porque a los italianos? Porque rompieron todo acuerdo con nosotros, lo único que nos une ahora es la alianza de los alemanes, y aquí estaban una de las familias italianas ya que Alejandro e Isabella se fueron del país en cuanto se lo dijimos, además, los documentos esos deberían de estar en nuestro poder.
-Hola Ana, cuanto tiempo- dijo Luciano apareciendo por el salón de la gran mansión en la cual yo había entrado por la puerta principal.
-Debí imaginarme que serias tú, ¿tu amigo Alejandro es que no se fía de mí?- pregunte con mi cara angelical lo que hizo a Luciano reírse a carcajada limpia.
-Parece ser que no- dijo limpiándose la lagrimilla que se le caía de tanto reírse.
-Bueno, a estas alturas yo tampoco me fiaría de mi misma- dije cruzándome de brazos- ¿y ahora como lo hacemos? ¿Me dejaras coger lo que necesito por las buenas? ¿O tendrá que ser por las malas?
-Me parece a mí que tendrá que ser por las malas- dijo él dirigiéndose hacia mí.
-Vale- dije asestándole mi primer golpe en la boca del estómago haciendo que se retorciera pero pronto se volvió a incorporar y yo con toda mi fuerza y agilidad puse un pie en su rodilla dándome impulso para pasarle la otra pierna por el hombro y enganchar su cabeza entre mis manos, con un movimiento rápido de su cuello él ya estaba inconsciente.
-A mí nadie me gana cariño, eso no está en mi ADN- le dije al individuo que estaba ahora inconsciente en el suelo, subí las escaleras de la mansión sacudiéndome las manos.
''Me alegro de que ya no tengas ningún sentimiento, eso te hace mejor persona''
Mejor persona no creo, pero mejor máquina de matar sí.
''Si bueno, en el mundo de la mafia es lo que toca''
En el mundo de la mafia no existen los cuentos de princesas, ni de color de rosa y mucho menos los arco iris y los unicornios.
Con este último pensamiento por fin encontré lo que buscaba, el despacho de Giordano Lombardo, exacto, esta era la mansión del abuelo de Alejandro.
Busque entre las estanterías, entre los libros, en los cajones, en los armarios, en el surtidor de bebidas, debajo de la mesa, debajo de la silla, no encontré nada por ningún sitio, esto tendría que ser una broma.
-¿Buscabas algo?- con esa voz yo me gire completamente de donde estaba buscando los papeles por decimoctava vez, ahí estaba él, con su pose de chulo, en el marco de la pared apoyado con los brazos cruzados y una sonrisa de lado a lado.
-Tu cabeza servida en bandeja de plata, pero todavía no están abiertos los restaurantes- dije guiñándole un ojo mientras me apoyaba en el escritorio.
-Veo que Luciano no te ha causado muchos problemas- cada vez se acercaba más a mí, esto no iba a salir bien.
-No me ha causado ni gracia.
-Ya veo.
-Te recuerdo que mientras que vosotros sois buenos solo en una cosa, yo soy buena en todas- dije esta vez dando yo misma un paso hacia él.
-¿Y quién ha dicho que solo sea bueno en una cosa?- esa voz seductora que me ponía los pelos de punta, tenía que salir de ahí cuanto antes, pero con esos papeles, los cuales tenia Alejandro en la mano todo el tiempo.
Me acerque peligrosamente a él, tan peligrosamente que antes de que me diera cuenta ya estábamos besándonos desenfrenadamente, me hizo enroscar mis piernas en su musculada y marcada cintura, sus labios, esos labios suaves y delicados, ahora recuerdo porque sigo enamorada perdidamente de él, pero esto se tenía que acabar, hasta que a mí no dejaran de perseguirme esto sería una tortura, sin que se diera cuenta le quite los papeles de las manos haciendo que él abriera los ojos, le pegue una patada en sus partes y salí corriendo de allí a todo lo que daban mis piernas.
-Alexandre, ¿estás ahí?- pregunte por el micrófono del auricular.
-Sí, estoy aparcado en la entrada- aunque sabíamos que podría ser peligroso vinimos los dos solos ya que los demás estaban en el hospital con mi abuelo.
Me monte en mi coche el cual conducía Alexandre y arrancamos hacia la que ahora era nuestra casa.
Llegamos a casa y nos pusimos a ver los papeles los cuales habíamos robado, eran unos papeles del capital que tenían todas las mafias del mundo, pero en esos papeles lo que descuadraba no era que nosotros fuéramos los que más capital teníamos en estos momentos sino que los italianos tenían subrayado nuestras dos cantidades de dinero con flechas apuntando a la familias de Italia.
-Querían quitarnos nuestro capital, que vengativos, y todo esto porque no saben cómo llevar una ruptura- dije negando con la cabeza mientras mi primo en la cocina reía.
-Para que tú veas- dijo mi primo poniendo un plato con el desayuno delante de mí, dos tortitas con un vaso de leche y otro de zumo.
-Alexa te están llamando- mire su móvil el cual estaba vibrando.
-Y a ti- dijo cogiendo su móvil y pasándome el mío.
Era mi hermano.
-Dime- dije cuando descolgué.
-Ven para la casa, el abuelo ha muerto- justo cuando me colgó me miro mi primo sin ninguna expresión en el rostro.
Sin decir absolutamente ninguna palabra él cogió su coche y yo cogí el mío para dirigirnos lo más rápido posible a nuestra antigua casa, al llegar allí estaban todos los aliados de nuestra familia más esta.
Nadie lloraba, era algo que quería mi abuelo, que nadie llorara en su entierro, si eres una máquina de matar demuéstralo, no te desmoralices por perder a alguien, esas eran textualmente sus palabras.
-Mamá, ¿Cómo ha pasado?- dije al llegar a su altura, ella me abrazo y negó con la cabeza.
-No lo sé, solo sé que de pronto estaba bien y que por un momento que nos salimos de la habitación ya estaba muerto, no había ningún síntoma de asesinato- yo asentí y fui a ver a mi abuela.
-Hola- dije al llegar a su lado, ella me miro y me dio una pequeña sonrisa.
-Hola cariño- dijo pasándome una mano por la espalda.
-¿Cómo estás?- le di un beso y me quede esperando su respuesta.
-Me siento como si me hubieran arrancado un trocito de mi- dijo con los ojos llenos de lágrimas, pero no se permitiría derramar ninguna, ya que ella era la más fuerte de todos, ella se levantaba sola y nos levantaba a nosotros, era la matriarca y un gran ejemplo a seguir para mí- fue todo muy rápido, nos salimos de la habitación y a los diez minutos de entrar una enfermera murió, pero él estaba bien, nunca lo entenderé, normalmente nosotros somos los que controlamos quienes mueren y quienes no, pero llega el momento en el que te das cuenta de que ni tú mismo eres el jefe de tu propia vida- dijo mirando la foto de mi abuelo que tenía sobre las manos.
-Nunca sabremos que nos depara el futuro- dije pensando en el mío que por lo que sabía estaba muy oscuro.
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Mátame. (NPSA3)
RomanceDos años. Dos años son los que han pasado desde la supuesta muerte de Ana. ¿Cómo estará Alejandro? ¿Habrá podido rehacer su vida o habrá caído en la pena de una muerte inexistente? ¿Y Ana? Pues de Ana lo único que os puedo decir es que irá a por tod...