Lo estoy perdiendo.

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Seis meses después.

El hospital me trae malos recuerdos, siempre he dicho y seguiré diciendo que no me gustan, pero desde aquel día no he podido dejar de pisarlo ni un día.

Arrastro los pies hasta la camilla, le cojo la mano y admiro sus facciones ahora más delgadas, le paso la mano por la barba creciente, el pelo ahora un poco más largo roza sus largas pestañas.

Atraigo su mano hasta mi abdomen ya crecido, sonrío al instante, a Alejandro le encantaría estar en todo momento de mi embarazo, pero por cosas del destino o que se yo, él ya no está.

-Hola idiota- digo en un susurro- hoy he ido al ginecólogo, me ha dicho que será un niño- sonrío nostálgicamente y me acaricio el vientre- pero necesitamos que despiertes, el bebé también te necesita, yo te necesito- sollozo y entonces es cuando me altero- ¡Tienes que despertar! Te necesito, si no despiertas te juro que te mataré, te apareceré hasta en el infierno- me rompo a llorar encima de él, solo se escuchan mis sollozos y el pitido de las maquinas a las que está conectado.

Noto como alguien me coge por los hombros y me abraza, desde hace cinco meses es lo único que hago, vengo, le cuento cosas, le grito y hasta que no me sacan de la habitación no paro.

-Tranquilízate Ana- dijo Alexandre en un grito.

-¡Déjame!- le contraataque- él tiene que despertar- dije en un susurro.

Puedo ver que por sus ojos cruza una pizca de culpabilidad.

-¿Qué pasa?- le pregunte con el ceño fruncido, él me miro por unos segundos y bajo la mirada- ¡Dime ahora mismo que coño está pasando!- mi grito hizo que algunas de las personas que estaban en el pasillo me miraran como si estuviera loca, pero me daba igual, algo estaba pasando con Alejandro y no me lo querían decir.

-¡Ana!- el grito de mi hermano llego a mis oídos como una oleada de frio, me gire para encontrármelo con el ceño fruncido y la mandíbula apretada.

-¿Qué?- le conteste seca, últimamente mi hermano y yo no hemos estado muy unidos, desde que le confesé que estaba embarazada no se ha vuelto a comportar como antes lo hacía conmigo.

-Vámonos para casa- dijo dándose la vuelta, su intención era que lo siguiera pero como siempre, las cosas son como yo digo.

-No- dije cruzando los brazos por encima de mi abultada barriga- me pienso quedar con él esta noche.

-Necesitas descansar- me dijo Alexandre.

-Lo necesito a él- la lagrimas se agolpaban en mis ojos- solo necesito que despierte- él me miro con tristeza y asintió entendiendo la situación.

Me volví dentro de la habitación y me senté en el único sillón que había, acomode mi cuerpo como pude para después quedarme dormida observando a Alejandro.

-La estamos perdiendo- podía escuchar a dos personas hablar de fondo.

-Ya no ha vuelto a ser la misma desde el accidente, parece que la idea de tener un bebe es lo único que la mantiene cuerda- reconocí la voz de mi madre y la de la madre de Alejandro, ellas venían muy a menudo juntas, a vernos a los dos ya que yo tampoco es que saliera mucho del hospital o de mi casa.

Me había vuelto una antisocial, desde el incidente de Alejandro no volví a salir de mi casa, todos los días era, de mi casa al hospital y del hospital a mi casa, cuando me dijeron que estaba embarazada eso no mejoro las cosas, tenía que soportar los mareos, las angustias, desde ese dia yo ya deje de dirigir la mafia ya que no estaba en condiciones ni físicas ni mentales como para continuar, la verdad es que este tiempo ''libre'' que me estoy tomando me ha hecho recapacitar sobre la vida, un día lo tienes todo, un hijo, un padre para tu hijo, un novio, una vida no muy normal, pero que más pedir, porque como pidas más ya sabes que la vida te lo ira arrebatando poco a poco.

Mátame. (NPSA3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora