Shang Qinghua esta secretamente enamorado del capitán del equipo de baloncesto, pero jamás se atrevió a dar un paso hacia él, hasta que una serie de eventos desafortunados lo envían directo a los pies de Mo Bei.
Ahora tiene que enfrentar la locura d...
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Después de los exámenes los estudiantes acostumbraban celebrar. Shi Qingxuan no obtuvo una excelente calificación, sin embargo para ella un 50 era lo suficientemente bueno para pasar las clases.
No es que ella fuera tonta, solo era un poco despreocupada.
Mingyan le dijo que si se esforzaba podría conseguir mejor notas, Qingxuan estuvo de acuerdo pero con una radiante sonrisa dijo: —Pero eso no es divertido.
La cafetería sirvió albóndigas. Las albóndigas no podían clasificarse siquiera como comestibles. Eran duras y hediondas, bañadas en una salsa pastosa, Ni Siquiera había espaguetis. Shang Qinghua dejo sus palillos y se concentró en la animada conversación que tenían sus amigas. Qingxuan hablaba sobre la clase de filosofía, ella todavía no superaba sacar una nota tan buena.
—Creo que hacer grupo con ustedes es bastante favorecedor. Es una lástima que solo tengamos juntos un par de clases.
—Olvídalo, no vamos a ser tus salvavidas, para el examen final tendrás que estudiar más. De lo contrario reprobaras y que horror la escuela de verano ¿cierto? —dijo Mingyan, ella todavía se atrevió a llevar una albóndiga hacia su rostro para olfatearla.
—Digas lo que digas, me siento orgullosa de este 50. Literatura es una clase complicada cuando hablamos de Dante.
— ¿Cómo Dante es complicado? —Quiso saber Mingyan—. Las preguntas eran sencillas y había margen de respuesta.
—Bueno, no recuerdo en que año nació Dante, ni quien era Beatriz. En realidad no leí la divina comedia, escuche un audiolibro anoche y me quede dormida.
Shang Qinghua pudo ver de primera mano como Mingyan sufría de una contracción ocular.
En medio de su conversación apareció Shen Yuan, a su lado caminaba un relajado Binghe. Deslizaron sus bandejas de comida hedionda sobre la mesa, ninguno se atrevió a probarla.
—Estoy a nada de hacer una protesta —dijo Qinghua mientras empujaba su bandeja— ¿Por qué no podemos tener comida decente?
— ¿Cuándo las cafeterías escolares han servido comida decente? —preguntó Shen Yuan.
Era cierto, en toda la vida escolar de Shang Qinghua, jamás supo de buena comida. Ninguna cafetería sirvió pudin de chocolate, lo más que podía obtener era leche de plátano de la máquina expendedora del pasillo.
— ¿Shen Xuezhang no va a comer? —dijo Luo Binghe.
—No tengo apetito —respondió Shen Yuan.
Entonces Luo Binghe saco de su mochila un topper de comida y se lo ofreció a Shen Yuan. Todos en la mesa envidiaron con ojos celosos la delicada comida. Los vegetales eran brillantes, el arroz blanco y la carne jugosa.
Luo Binghe también podía cocinar. Su comida olía delicioso, pero a pesar de que a todos se les hacía agua la boca nadie se atrevió a extender la mano para pedir. Una vez Qinghua lo hizo y se ganó una fría mirada de parte de Luo Binghe.
