Capitulo 4

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El sol estaba bajando cuando llegue a cada. Agotada tanto física como mentalmente, murmure un saludo a la abuela, arrastre mis pies hacia el segundo piso y deje caer todo mi peso sobre la vieja cama que crujió, quejándose por mi rudeza.

Me duele la cabeza, la tan familiar jaqueca que me ataca cada vez que voy a la escuela. Apesto, porque como cualquier primer lunes de mala suerte, una de las clases fue gimnasia, y las duchas compartidas son otra pesadilla que evito a toda costa. Y el estrés de tener una montaña de tarea y cero interés en hacerla ya me esta afectando.

Efecto secundario N°1: Jaquecas.

En las novelas de fantasía, leer la mente es algo cool. Super útil y provechoso, ayuda al protagonista a resolver todos los problemas, espiar los sentimientos de su interesado romántico y no sufre ningún efecto secundario. Al contrario, son super poderosos y suertudos.

La realidad es muy diferente a la ficción.

Gruñí un insulto, me arrastre por la cama hasta la mesita de noche y abrí el cajón. De allí saque una tableta de analgésicos. Me tome una pastilla con movimientos rápidos y seguros, con experiencia. No es la primera vez que acudo a las pastillas, aunque intento evitarlo la mayor parte del tiempo.

Al final, no pude soportar mi propio hedor y fui al baño. Me di una larga ducha con agua tibia, no lo suficientemente caliente para sofocarme, los dias siguen arrastrando el calor del verano, pero tampoco lo suficientemente fría como para tiritar.

El constante golpeteo del agua sobre mi cuerpo masajeo mi piel y relajo mis músculos. El dolor de cabeza fue menguando poco a poco gracias al analgésico y el silencio de casa. La tensión del día y la mala suerte se fue con el agua sucia al desagüe.

Media hora después, salí del baño siendo yo misma otra vez. Baje al primer piso donde la abuela me esperaba con una merienda tardía, la cual consistía en unas tostadas con mermelada, leche con vainilla y un trozo de tarta de membrillo.

Cuando el olor de la comida llego a mi me di cuenta de cuanta hambre tenia en realidad. La abuela no dijo nada mientras me veía devorar la comida como una aspiradora. Eso no significa que su mente este tranquila. La preocupación por mi seguridad y mi salud se presenta como una niebla espesa gris rosado que envuelve una niña, una mini-yo, que seria el modo en que me ve abuela.

Suspire.

—Abu, esta todo bien. No tienes que preocuparte por mi— Dije con una sonrisa linda y mas linda.

Efecto secundario N°2: Las emociones y pensamientos fuertes me afectan, se contagian.

—No me digas eso, se que no es verdad— Hablo abuela. Ella me acepta con todo y rarezas, sabe que puedo escuchar sus mentiras, así que jamás me mintió. Como cuando mi yo de ocho años le preguntaba por que no vivía con mis padres o cuando los niños me decían que era rara y por eso mis papas no me querían, ella no podía mentirme diciendo que no era cierto e inventar alguna escusa. Yo ya sabia la verdad.

Por lo tanto, jamás le miento. Sin embargo, ocultar ciertos hechos no es mentir. Simplemente, omito hablar de ciertos temas, como que tengo compañeros vampiros o que nuestros vecinos son hombres lobo. Por suerte, nuestros vecinos están como a diez kilómetros.

Los licántropos viven en un área privada a quince kilómetros de la ciudad, hacia el norte. Son, prácticamente, dueños de toda la zona boscosa al norte de la ciudad, nuestro terreno esta al limite de su frontera, sin embargo los ancestros de la abuela han ocupado este trozo de bosque desde hace tanto tiempo como los lobos están aquí, por lo que no nos molestan con sus deseos de expandir su territorio. Mientras que los vampiros prefieren ocupar su territorio en la ciudad, hay dos nidos en la ciudad, uno en el sur y otro en el centro. Gianna y Valentino perteneces al nido del centro, por lo que asisten a la única preparatoria publica del lugar, la cual lamentablemente esta muy cerca de la frontera de los lobos.

Mente_En pausaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora