Capitulo 20

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En la esquina de la avenida Seven y la calle Monroe me esperaba Ezra. Cinco en punto llegue, ni un minuto mas ni uno menos. Al verme llegar  Ezra miro su reloj de muñeca y curvo una ceja. Como desde el momento en que supo de mi habilidad, no pude leer su mente. Pensándolo bien si hubiera bloqueado su mente incluso desde antes de conocerme yo jamás me habría enterado de nada y seguiría con mi vida normal e ignorante.

—Llegas justo a tiempo—dijo como saludo.

—Buenas tardes a ti también—espete. Ezra no dijo nada ante mi obvio mal humor.

Sin cruzar mas palabras me guio al centro comercial, un edificio de cuatro pisos ubicado a una cuadra de distancia de nosotros. El primer piso esta dedicado a la comida, el segundo y tercero a las tiendas comerciales y en el cuarto esta el cine.  Y el el centro de aglomeración de la juventud de la ciudad. Todo ser desde los 12 años hasta los 30 va a pasar el rato al centro comercial.

Es una pesadilla.

Ya con solo estar de pie a cien metros de distancia puedo oír los fuertes zumbidos de las mentes de las personas. Son tan ruidosos y tanta cantidad de voces e imágenes que mi cerebro procesa. Siento como si las células de mi cabeza se sobrecalentaran y empezaran a hacer cortocircuito.  A cada paso que nos acercamos mi temperatura sube y pude sentía mis neuronas evaporarse en su propio calor. Las voces ahora son un persistente y agudo ruido como la señal pedida de un viejo televisor con el volumen al máximo de un cine.

—No puedo hacerlo—susurre, gemí o grite. No lo se, no soy capaz de escuchar mi voz ni mis propios pensamientos.

Y apenas llegamos a las puertas.

Algo me arrastra lejos. Espero que sea Ezra o estaré en problemas. Mientras mas se mueven mis piernas mas lejos queda el bulliciosos sonido. Y solo después de estar a una distancia segura el ruido callo y pude distinguir las voces. Pero el dolor siguió y mi cerebro sobrecalentado tampoco mejoro.

—¿Puedes oírme?—pregunto Ezra. Esta a mi lado, su cuerpo pegado al mío. Sus brazos me rodean en un abrazo que me mantiene se pie. Y su voz hace cosquillas en mi oreja.

Asentí lentamente con la cabeza, porque me sentía incapaz de pronunciar palabra, y el simple gesto provoco que mis ojos lagrimearan de dolor.

—Bien. Escucha. Escúchame solo a mi. Concéntrate en mi.

Me concentro en el. Intento enfocar todos mis sentidos en el y su silenciosa mente. De alguna manera mis ojos encuentran los suyos y allí se quedan, anclados. Su mirada es profunda. Tan profunda y oscura como su mente. Sus ojos, las puertas del alma, no me dicen nada. Son tan imperturbables como un océano calmo y su mente no es diferente.

Me encanta su silencio.

Las voces de las pocas personas que me rodean pasan a un segundo plano. Y cada vez se hacen mas pequeñas y lejanas, pero yo no me muevo. Estoy congelada, con Ezra abrazándome y sus ojos azules hechizando los míos. Por primera vez...no escucho nada de nada. Por primera vez me reúno con el silencio verdadero. Es nada y todo. Y el esta en el centro.

Un recuerdo salta  a mi mente de repente. Es una conversación que suena muy lejana a pesar de haber transcurrido hace apenas unos meses atrás. Hablando con Dae, confesé que solo podría salir con alguien a quien no pudiera leer su mente.

Encontré a esa persona. Esta aquí, a mi lado. Sosteniendo mi cuerpo debilitado para evitar que colapse. Apoyándome y rescatándome de una terrible pesadilla.

Seria un cuento hermoso. Si el no solo intentara usarme. Si el no fuera la razón de mi pesadilla.


***


El frio entro por mi boca, refrescando mi lengua. El dulzor acaricio mis papilas gustativas con caricias amorosas. Un gemido se escapo de mi garganta antes de que pudiera detenerlo poco importo cuando el frio viajo a mi cerebro y el infierno allí desatado se calmo.

Mi fiebre bajo un poco después de medio litro de helado. El sabor del chocolate también consoló mi perturbado y molesto corazón.

—¿Desde que distancia puedes oír? Sin mentiras esta vez, Ninette—pregunto Ezra, sentado frente mi mordisqueando la cucharita de plástico color rosado. En la mesa frente a dl hay una taza de galleta con una bocha de helado de vainilla. No me esperaba que tuviera esos gustos.

Mi mirada cayo sobre mi cono de helado de tres bochas.

—El mínimo es...—dude un momento pero... ¿Qué mas da que lo sepa? No se ni porque lo oculte antes. Es decir, si no confió del todo en el pero ¿Qué daño puede hacerme con esta información?—un radio de 20 metros...mínimo.

Ezra silbo, mirándome sorprendió.

—¿Y máximo?

—Un radio de mil metros.

—Diablos...—exclamo—¿Y los oyes a todos al mismo tiempo?

—Si. Y duele.

—Eso pude notarlo. Casi se te fríe el cerebro antes—mascullo frotando su cara con frustración. Ezra me lanzo una mirada furiosa que me hizo encoger en mi silla.

—¿Lo... siento?—Me disculpe porque sentí que debía hacerlo, aunque no se porque.

—Debiste decírmelo. Es obvio que no sabes controlarlo y yo te lleve directo a una...

—pesadilla—acote. Ezra me lanzo otra mirada furiosa.

Suspire.

—Perdona ¿si? Creí que podía manejarlo—mentí.

—Es obvio que no—me señalo. Le di un bocado a mi helado mientras el se quedaba quieto mirándome a mi, pero sin mirarme. Sus ojos estaban en mi dirección, pero su mirada estaba perdida mas allá de mi persona.

Lo deje ser y disfrute de la frescura de la crema helada.

—Debes aprender—dijo largos minutos de silencio después.

Algo perdida, pregunte:

—¿aprender que?

—A utilizar tu habilidad. Debe haber alguna forma en que puedas estar en un lugar aglomerado sin que te desmayes.

—Puedo ir a la escuela. Si volvemos puedo aguantar.

—Hay mas movimiento en el centro comercial que en la escuela y no voy a arriesgarte de nuevo.

Parpadee, sorprendida por sus palabras. Obligue a mi corazón tonto y acelerado a bajarle el ritmo. Y me centre en que mi cara no se sonrojara. Que mejor manera que metiendo un pedazo gigante de helado en mi boca.

El frio viajo hasta mi cabeza congelando todo a su paso. Cuando tienes la cabeza a 40 grados, es bienvenido. Pero cuando no...

—¡Agh!—chillé llevando mi mano libre a mi cabeza y presionando con fuerza mi frente como si eso fuera de ayuda.  Cuando el dolor de frio en mi cabeza se calmo, hable:—Tengo un método, de hecho. Si me concentró en una persona en particular puedo filtrar en un segundo plano las voces.  En la escuela siempre hago eso cuando hay demasiado ruido, pero en el centro comercial hay demasiado movimiento, las personas se van y vienen contantemente, no hay nada fijo.

—Necesitas un ancla—resumió Ezra. Asentí, acariciando mis cienes. Después del helado voy a tomar un analgésico—puedo ser yo ese ancla.

—Tu mente esta bloqueada—conteste—necesito concentrarme en lo que hay en tu cabeza y hacerlo mío. No se, tereando una canción, repitiendo las tablas del uno a diez, o recitando el libreto completo de Romeo y Julieta. 

—Puedo hacer eso—suspiro.

—¿Recitar el libreto completo de Shakespeare?

—Distraerte lo suficiente para que tu cabeza pueda procesar las cosas mas lento y seguro—respondió entrecerrando los ojos.

—¿Bajarías tus muros defensivos para ayudarme?

—Si, lo haré.

Mente_En pausaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora