Hace 7 años.

20 5 0
                                    


"¡JaeMin, él no puede jugar! Ni siquiera verá a dónde manda el balón..."

"¡Es mi balón! Si no te gusta puedes irte, RenJun..." Soltó enojado. El nombrado aventó la esfera a pies de JaeMin y se fue dando una marcha demostrando su enfado.

"No te preocupes por lo que dice... está enojado porqué compré el balón que él quería." Murmuró en intento de hacer sentir mejor a su acompañante quien sentando en la banca miraba a un punto al azar.

"Claro que no..." apretó sus manos entre sus rodillas y un puchero se formó en su rostro. JaeMin hizo una expresión de preocupación e intentó excusar la actitud de su amigo con pretextos sin sentido.

"También está enojado porqué no lo invitaré a mi fiesta de cumpleaños..." alegó mirándolo, esperaba hacerlo sentir mejor. "No es tu culpa, Jeno." Suspiró con tristeza mientras el nombrado mordía su labio intentando no llorar.

"¿Cómo es tu balón?" JaeMin sonrió.

"Oh... es blanco... ¡con estrellas negras! Hay varias al rededor de el... tócalo." Puso el balón sobre las manos extendidas de Jeno quien sonrió inmediatamente al sentirlo. "De hecho... estuve ahorrando mi mesada para comprarlo para ti..."

"¿De verdad?" sorprendido abrió su boca. Una de sus manos dejó el balón para buscar a su alrededor a JaeMin, quien se acercó frente a él al notar que no lo podía alcanzar.

Jeno puso el balón con cuidado a un costado suyo sobre la banca. JaeMin se sentó en el suelo frente a él.

"¿Puedo verte?" Preguntó avergonzado acercando sus manos a su rostro. Una vez sintiendo las frías manos de Jeno sobre su mejillas, sólo asintió

"¿Qué se siente ver con las manos?" Jeno suspiró pensando qué responder.

"¿Qué se siente ver con los ojos?" Ambos rieron.

Solía 'ver' el rostro de su único amigo con las manos. Podría sonar extraño pero eso hacía, tocaba y exploraba con su dedos aquellas facciones. JaeMin era el único con quien se sentía bien alrededor de toda aquella oscuridad.

"Casi lo olvido... ¡Felices trece años!" Jeno sintió aquellas mejillas estirarse entre sus manos, probablemente fue la sonrisa más grande que pudo sentir.




EIGENGRAUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora