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Cada lunes, miércoles y viernes debía ir, terminando mis clases a las 2, y estar allá hasta las 4, a la casa de la familia Hayes para seguir planeando cosas para lo que sería el principio de mi fin: mi futura boda. Si, como dije, los padres luego buscan a comprometer a sus hijos lo antes posible para que conozcan más tiempo al futuro esposo. Pues a mí desde que tenía 15 lo hicieron, y desde hace como un año voy a casa de mis futuros suegros para planear cosas de la boda, la cual por insistencia mía se hará lo antes posible.

No fue porque quisiera casarme joven, pero no quería estudiar la carrera que ejerce mi mamá, y la única manera de librarme de eso sería casándome joven. Sin embargo, Brooke insistió que por lo menos estudiara el primer año de la carrera para conocer lo básico, ya que, al ser hija única, en un futuro me dejaría al cargo de su línea de diseño. No pude oponerme, pero lo bueno que solo faltan 2 meses para terminar el año escolar.

Cumplí 18 hace un mes, la edad legal para casarme. ¿Y saben que me regaló mi madre? Algo que no lo consulto conmigo ni con mi futuro esposo: nos confirmó la fecha de la boda, será el próximo 15 de agosto. Si, es el peor regalo que me han dado, es como si me condenaran a muerte y me estuvieran diciendo en que di iré a la silla eléctrica.

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Si la casa de mis padres era enorme, debo confesar que la mansión de los Hayes es un palacio. Rodeada de muros aún más grandes que los de mi casa, y aquí en vez de un alambre electrificado había un rayo que podía desintegrar a una persona completa, y por las noches el enorme portón era el electrificado. Mucha seguridad, y es entendible, pues por fuera la casa de los Hayes es sorprendente, y por dentro aún más. Hecha de materiales como mármol, jade, cerámicas muy delicadas y costosas, grandes ventanales, un enorme patio y demás era lo más reluciente por fuera. Y por dentro era aún mejor: una sala enorme, como 7 habitaciones contando las de los señores y las de su único hijo, sala de juegos, sala de cine, alberca en el patio trasero, oficinas, una enorme cocina, como 10 baños, gimnasio, y el cuarto más importante: el que tiene documentos, joyas y demás cosas de gran valor no solo para los señores Hayes de la actualidad, sino de todas las generaciones pasadas de esta familia. Nadie más que el señor Hayes tiene acceso a ese cuarto, ni siquiera las personas que se encargan de la limpieza, es el mismo señor quien de vez en cuando limpia el lugar al parecer.

Una mansión sorprendente, sin duda pareciera que no tendría ningún problema a futuro. Mi vida ya está asegurada como una de las mejores en cuanto dé ese SI en el altar. Pero hay un gran inconveniente: yo no amo a la persona con la cual me están juntando para vivir con ella el resto de mis días.

– Kiara, que gusto verte otra vez – dijo la reconocida voz de Martha Hayes, la señora de la casa. Los guardias me dejaron entrar de inmediato, y ya estando adentro me entretuve viendo el gran candelabro que colgaba del techo, sobre la gran escalinata que ascendía al segundo piso cuando mi futura suegra me llamó.

Cuando volteo la veo con su gran sonrisa, viéndome con esos ojos grises muy bonitos. Para tener un par de años más que mi madre es igual de hermosa, aunque en vez de rubia su pelo es castaño, y pese a cuidarse, no tiene ese cuerpo voluptuoso de Brooke. Sin embargo, debo reconocer que es mucho más amable y comprensible que mi propia mamá.

– El gusto es mío, señora Hayes – le respondí y ella soltó una leve risita.

– Ya te he dicho que puedes llamarme Martha... pero lo entiendo, tus valores lo impiden, y eso habla muy bien de ti, linda. Sin embargo, cuando ya seamos familia podrás hablarme más en confianza y créeme que no me voy a enojar.

– Muchas gracias por eso, señora – le dije con una sonrisa un poco más sincera.

– Jordan está allá arriba. Mi esposo aun no llega, así que si quieres puedes ir a verlo – me propuso y yo asentí inmediatamente – Diviértanse – dijo guiñándome un ojo para posteriormente irse por el largo pasillo con dirección a la sala.

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