20 || ¿Cómo decirle a tu mejor amiga que se calme si sabe que puede perderte?

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EMMA

Se levanta y sé que es mi turno.

Me gusta seguir escuchando el latido de su corazón en la máquina.

Camino hasta sentarme en la silla y tomo su mano. Se siente fría y duele porque siempre me ha transmitido seguridad su cálida palma.

—Tyler, despierta —comienzo—. Me haces mucha falta. Mis días no son iguales si tú no estás. Me falta la persona que me protege de las barbaridades que hacen sus mejores amigos, la persona que rueda los ojos al escuchar a Sophi decir algo dulce, la persona que estaría tan feliz de ver a Alex y Mack en una relación seria, la persona que me ayudaba con mis bromas hacia Drew, la persona que me transmitía seguridad, la que me ayudaba con mis problemas —empiezo a llorar y se me rompe la voz—,  la persona que no se despegaba de mí. Mi madrina llamó antes del accidente y preguntó: “¿Por qué Cosa 2 no se encuentra contigo si es como mi garrapata?”. Mi abuela murió y no la conocí, pero eso no es nada comparado con el dolor que estoy sintiendo ahora. ¿Cómo decirle a tu mejor amiga que se calme si sabe que puede perderte?. Yo no quiero perderte. Yo estaré para tí siempre. Y si cuando despiertas presentas confusión y estés mal, te ayudaré en todo lo que pueda, te ayudaré con tus deberes y te haré la tarea si quieres. Te quiero demasiado, Tyler. Tienes que despertar, por favor —siento como Drew pasa una mano por mi espalda.

Volteo a verlo y también está llorando, al igual que los demás.

»Eres especial, siempre te lo dije, pero hoy más que nunca lo siento, lo siento aquí —me toco el área del corazón—. Siempre te dije que no podía imaginar un mundo sin tí y ahora más que estar imaginándolo, lo estoy sintiendo. Siento tu ausencia, te necesito aquí, conmigo. Que me hables y me digas que todo estará bien. Necesito que me acompañes a ver películas de nuevo. Necesito verte vestido con ropa negra, roja, blanca y gris. En honor a ti hoy trajimos una prenda de ropa roja. Yo tengo un abrigo y unas zapatillas vans, Mack trae una franela, Sophi un suéter, Alex un pantalón y Drew un gorrito de los que tejió tu abuela —lloro—. Leah está destrozada, le hace falta su hermanito, el hermanito que no aguanta su puchero, el hermanito que la ayudó a poner la estrella de navidad en el árbol, pero sobretodo, el hermanito que la protegía de los cocodrilos en sus pesadillas. Tu madre está muy mal, no quiere comer y tu padre ha perdido muchos casos por no asistir. Te quiero, Ty. Vuelve con nosotros.

Me levanto y mis amigos se acercan a abrazarme.

—Podemos con esto —alienta Alex—. El va a despertar.

Salimos de la habitación y caminamos hasta la cafetería.

Nos sentamos en una mesa y un mesero se acerca a tomar nuestra orden, pedimos cada uno un café para que no nos echen del lugar.

Nadie dice nada hasta que decidimos irnos y nos toca despedirnos.

Salgo del estacionamiento de la clínica y conduzco hasta las residencias.

Me paso la mía y conduzco hasta la residencia de Tyler.

Llego a su casa y coloco mi huella en el sensor.

Conduzco hasta el estacionamiento y me estaciono donde se suponía iba el auto de Ty.

Toco la puerta principal y me duele decir que la que me recibe es una Leah de ojos hinchados.

—Hola, reinita —digo y me agacho para saludarla.

—Hola —susurra sin nada de emoción.

—Tu mami está aquí, ¿verdad? —pregunto.

—Si, está en su habitación.

Tomo su mano y la guío a la habitación de su madre.

Subimos las escaleras y llegamos hasta la puerta. La toco y al escuchar el pase, entro.

La madre de Tyler se encuentra acostada en su cama con los ojos llorosos y se ve que ha perdido peso.

—Emma —dice estirando su mano para tomar la mía—. Estás aquí.

—Si, María. Estoy aquí. —Me acerco y le beso la frente.

Me siento en la cama y Leah se sienta en mis piernas. María también se sienta.

—Quería saber en qué podía ayudarla —digo acariciando el cabello de Leah.

—Bueno, con tu presencia ya tenemos demasiado —dice y sonrío.

—Me di cuenta que usted está muy deprimida y por eso quisiera ayudarla cocinándoles, al igual que Ty no lo sé hacer, pero en estos días me he distraído haciendo platillos, a veces se me queman, pero hago el intento. —Termino y ellas ríen.

—No hace falta, Emma.

—Quiero ayudarles —insisto.

—Bueno, si insistes tanto —me responde y yo salto.

—Gracias, María. Otra cosa.

—Dime.

—¿Puedo quedarme un tiempo en la habitación de Tyler? —pregunto y ella asiente después de pensarlo.

»Gracias —la abrazo.

—¿Vamos a ser cuñadas? —pregunta Leah y me sorprendo.

¿Ah?

—¿Qué? —preguntamos María y yo en respuesta.

—Nada —dice con cara de inocente. Yo me encojo de hombros.

—¿Leah puede acompañarme a buscar mi ropa? —pregunto y ella brinca emocionada.

Me gusta que a pesar de todo ella siga siendo la misma niña entusiasta a la que conocí.

—Está bien —dice, y Leah y yo nos levantamos.

—Adiós, mami. Ya vuelvo —se despide y yo lo hago agitando mi mano.

—No te despidas tanto que eso es rápido—le contesta su madre y yo río.

Salimos de la habitación y bajamos hasta salir por la puerta de la casa.

—¿Te vas a quedar unos días? —pregunta.

—Si, quiero ayudar a tus padres. Sé que son días difíciles para ellos y para ti —contesto.

Llegamos hasta mi auto, me monto al volante y Leah atrás.

Pongo mi huella y salimos.

Salgo de la residencia y entramos a la mía. Me estaciono al frente de la casa y salimos. Abro la reja y camino con ella agarrada de mi mano hasta la puerta principal.

Entro a la casa y encuentro a mis padres cenando en la encimera.

—Te estábamos esperando, ricitos —dice mi madre—. Hola, Leah. ¿Cómo estás?

—Hola. Mal, mi hermanito no está —responde encogiéndose de hombros.

—Tranquila, pequeña. Todo se solucionará —le sonríe mi madre tratando de calmarla.

La chica que lo tenía todo (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora