3 | ¿Qué ocultan?

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Todo estaba en silencio que causaba intriga, Danger no era para nada un lugar tranquilo y Amelia sospecho que algo andaba mal, alguien había entrado y había matado a Zorán, sin embargo, aun no había visto su rostro así que Edel se acercó sigiloso ...

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Todo estaba en silencio que causaba intriga, Danger no era para nada un lugar tranquilo y Amelia sospecho que algo andaba mal, alguien había entrado y había matado a Zorán, sin embargo, aun no había visto su rostro así que Edel se acercó sigiloso y cuando estaba apunto de voltear el cuerpo, alguien entro a la habitación, era Carlos que también había escuchado el grito pero se había demorado porque estaba en el baño y primero eran sus necesidades antes que nada, tenía la bragueta de su pantalón abierta y se podía ver su bóxer rojo, apenas se dio cuenta se cerró la bragueta.

—¿Qué pasó? Escuché un grito de niña —dijo con la voz agitada por correr.

—Zorán está muerto —murmuro Amelia desconcertada.

—Ese cabrón no puede estar muerto tiene más vidas que un gato —dijo sin poder creer que su mejor amigo estuviera muerto —Recuerdo que hace unos meses estábamos jugando y por accidente le clave un cuchillo en el abdomen, casi muere ese hijo de perra —el mexicano se rio como si se tratara de un recuerdo divertido.

Todos miraron el cuerpo sin vida y muy dentro Carlos estaba nervioso por saber quién era y esperaba que no fuera Zorán porque sino él iba a bajar al maldito infierno para que su amigo volviera. No iba a perder a su mejor amigo tan fácil, ese idiota no se iba a librar tan fácil de él.

—¿Qué hacen en mi habitación? —pregunto una voz ronca.

Se giraron y encontraron a Zorán en perfecto estado e incluso tenía una sonrisa burlona por ver los rostros confundidos de todos. Carlos se acercó a él y le dio un golpe fuerte en el hombro.

—Auch —se quejo.

—¿Quién es ese?

—Un cuerpo que encontré —dijo encogiéndose de hombros.

—¿Y por qué tiene tu ropa?

—Su ropa estaba sucia y podré ser un asesino pero no iba dejar que mi comida este sucia

Amelia hizo una mueca de asco pero se quedó callada y no dijo nada sobre lo que pensaba acerca de que Zorán fuera caníbal. Edel que estaba a su lado se cruzó de brazos molesto por lo que había pasado, también había sentido miedo de que Zorán estuviera muerto, por suerte no había Sido así.

—¿Y por qué gritaste?

—Porque ensucio mi cama con su sangre —hizo una mueca de asco.

—Con razón escuché que grito una niña —bromeo su amigo.

Zorán sostuvo la cabeza de Carlos y con su mano en forma de puño comenzó a frotar su cabello negro. Los dos eran mejores amigos, tenían personalidades casi idénticas, lo que los hacían diferentes eran que Zorán era temible y Carlos parecía ser amable, el tipo que te provocaría dolor en el estómago de tanto reír por sus tonterías.

—Maldito estúpido.

—Vete a la mierda —gruño el mexicano.

Amelia y Edel salieron mientras que los dos amigos se quedaron peleando. El alemán volvió a su habitación ignorando al resto del mundo, Amelia por su parte siguió buscando a Aria hasta que por fin la hallo, ella estaba acostada boca abajo con su rostro somnoliento, tenía un pequeño short y una blusa de tirantes, su cabello rojizo estaba despeinado. Ella esbozó una pequeña sonrisa al ver a la presa, era una de las pocas mujeres asesinas en Danger, ella podía parecer ser normal pero dentro de ella estaban sus pensamientos sedientos de sangre que le presentaban escenas de como podía matar en ese instante a Amelia, voces que le gritaban que la matará.

Aria se sentó en la cama y talló sus ojos mientras esperó a que Amelia hablará, se quedó observando como un insecto pasaba cerca de los pies de la rubia, no dijo nada porque tal vez ella era de esas locas que cada vez que veían un insecto comenzaban a gritar. Acomodo el montón de pulseras que llevaba en las muñecas mientras esperaba que la rubia hablará.

—Voy a irme a bañar y acudí a ti para preguntarte si podrías prestarme ropa —dijo, apenada.

—Por supuesto —dijo levantándose y yendo al armario para buscar ropa de la misma talla que la presa.

El armario mostró una infinidad de pantalones, blusas, faldas, vestidos y overoles. La mandíbula de Amelia casi cayó al suelo al ver toda la ropa, pensaba encontrar pocas prendas pero se llevó con una gran sorpresa. Camino unos cuantos pasos hasta llegar al lado de Aria, se limito a sonreír con encanto y buscar ropa.

—Se que te sorprende ver toda esta ropa porque se supone que estamos encerrados y sufrimos de carencias pero toda esta ropa era de mis víctimas, cuando mató me quedo con la ropa.

—¿Solo matas mujeres? —pregunto, temerosa.

—No, también mató hombres —dijo, sacó de su armario algunos pantalones desgastados y blusas —. Espero te sirva esto.

Ella asintió y agarró la ropa, la observó por un momento y luego sonrió de agradecimiento.

—Si, gracias.

Cualquier ropa era mejor que la ropa que usaba cuando vivía en la pocilga, su ropa siempre tenía agujeros y ella tenía que coserla para verse un tanto decente. Salió de la habitación y camino hasta llegar a la sala donde se encontraba Stefano y Carlos, los dos tenían una toalla en el hombro lo que indicaba que el mexicano también iría.

—Carlos también irá —Informo Stefano con un eje de molestia.

—Solo para asegurarme que nadie más te mire.

Salieron de la casa y un nauseabundo olor llegó a las fosas nasales de Amelia quién creó una mueca de asco. Lo que se pretendían ser calles estaban llenas de sangre y había cuerpos por todos lados que estaban llenos de gusanos y con aberturas que mostraban sus órganos siendo comidos por aquellos gusanos. Caminaron entre la vegetación y algunos de los asesinos que cumplían con sus labores veían con malicia a la presa, ella solo observaba cada parte de Danger, las casas que estaban viejas y algunos edificios en un estado fatal apunto de derrumbarse, cualquiera que no supiera sobre Danger pensaría que está ciudad era para grabar aquellas películas de apocalipsis.

La vegetación estaba predominando y se expandía cada día más, los edificios tenían un color verde y solo las casas en las que habitaban los asesinos tenían otro color ya que no dejaban que la vegetación se apoderará de sus casas. Habían árboles en el camino los cuales tenían frutos que los asesinos disfrutaban comer.

Después de varios minutos de caminar pudieron ver el río, había una fila de árboles que escondían el lugar pero de donde ellos estaban podían contemplar el agua del río, todo estaba solitario porque a esa hora nadie iba a bañarse así que tenían todo el lugar para ellos. Amelia visualizo detrás de los árboles y pudo ver que después del río se encontraba la otra mitad de la ciudad, del otro lado había casas y edificios derrumbados, todo estaba completamente verde por la vegetación, los animales corrían disfrutando de ella. Un brillo en sus ojos apareció al ver la naturaleza.

—Bienvenida a la otra mitad de Danger —dijo Carlos haciendo un sonido de presentación con su boca.

—Todo está más abandonado —dijo ella sin dejar de observar el sitio.

—Nadie vive del otro lado, solo vamos para cazar —explico Stefano.

Carlos salió corriendo y se lanzó al agua sumergiéndose por completo, su cabeza salió y su cabello negro mojado pego con su frente, una sonrisa traviesa apareció en su rostro.

—Aún sigue la oferta de tallar tu espalda —dijo guiñándole el ojo a Amelia.

Ella rodó los ojos e ignoro al mexicano para caminar hacia el río, Stefano se adelantó y le ofreció la mano, ella lo acepto y él le ayudo a bajar para que entrará al río. Sus ropas se mojaron por completo, ambos sacaron la cabeza y se miraron por unos minutos, lo cierto era que Amelia le daba miedo mirarlo a los ojos pero justo en ese momento los ojos del italiano ya no eran tan aterradores, los labios de ella se entre abrieron y él bajo la mirada, hubo algo que simplemente no se podía describir. Hasta que Carlos apareció en medio de ellos arruinando la conexión que estaban teniendo.

—Beso de tres —dijo con un gran sonrisa.

Stefano sostuvo la cabeza de su amigo y lo metió al agua para ahogarlo, él movió sus brazos tratando de que su amigo lo soltará pero este no accedía a soltarlo así que en un rápido movimiento le dio un golpe en el abdomen a Stefano que hizo que lo soltará inmediatamente.

—¡Carajo! Casi muero —dijo tosiendo.

Stefano tenía su mano en su abdomen por el dolor que le había causado su amigo. Amelia miro a los dos asesinos los cuales estaban quejándose por lo que había pasado, ella se sumergió en el agua y se alejo de ellos para nadar en paz.

Los dos se recuperaron y se mandaron miradas de advertencia antes de conversar como los amigos que eran como si nada hubiera pasado, ninguno tenía problemas y se perdonaban cualquier cosa. Stefano vio a Amelia nadar y quiso acercarse pero no quería que lo viera como un acosador así que se dispuso a nadar con Carlos.

—¿Qué te parece la presa? —pregunto el mexicano.

Stefano se encogió de hombros sin saber que decir acerca de la presa, la miro de reojo viendo como nadaba. Tenía una sonrisa brillante en el rostro y miraba el cielo como si fuera lo más bonito.

—Puedo notar que ha sufrido —comento — Hay cierta tristeza en sus ojos.

—Eso quedará en su pasado, pronto ya no sufrirá —dijo con cierta burla en su voz.

—Te recomiendo que no juegues con ella.

—Me gusta jugar.

—Puedes entretenerte con algo más —dijo Stefano peinando su cabello mojado con ambas manos.

Su mirada se desvió al lugar detrás de los árboles, un edificio grande el cual parecía que estaba apunto de derrumbarse, se veía una sombra y él pudo sentir la mirada de alguien viéndolo fijamente, sin embargo, esa sombra se desvaneció y ya no pudo ver quién era aquella persona. No dijo nada sobre lo que vio, solo espero la hora para irse del río y llevar con bien a la joven.

La tarde llego y decidieron volver a la casa antes de que la noche llegará. Amelia seco su cabello rubio con la toalla y sintió que alguien la miraba, Carlos la miraba sin descaro y el italiano le dio un golpe en el hombro para que dejara de incomodar, lo que menos quería era que ella no estuviera cómoda con ellos. Sin embargo, para el mexicano era algo imposible no querer coquetear con cualquier mujer, la única mujer que si respetaba y la trataba como si fuera un hombre más era a Aria.

—¿Qué tal le parece Danger? —pregunto Stefano.

—Es tenebroso. Cuando escuchaba la palabra Danger me causaba escalofríos porque lo describían como una ciudad de muerte —admitió la joven.

—Esta no es la ciudad de la muerte, este es el infierno donde habita la oscuridad y la crueldad —dijo Carlos con una sonrisa sádica.

—No comiences —advirtió Stefano.

—Solo bromeó —dijo soltando una carcajada— ¿O no?

—Mejor cierra la boca —dijo colocándose su camisa negra.

Amelia no le causó nada aquello. Ahora tenía otra opinión de ellos, ya había analizado a cada uno de ellos y realmente no les causaba miedo solo sus ojos que mostraban su crueldad dentro pero incluso parecían ser amables excepto Edel que no le gustaba socializar con nadie y no lo conocía ni un poco pero sabia que era un peligro acercarse a él.

—Hay algunas personas que dicen que Danger es una mentira, que en realidad no existe porque nunca han visto la ciudad, solo saben sobre Danger por lo que el gobierno ha dicho.

—Ahora usted sabe que Danger si existe y que también existimos nosotros —dijo Stefano con una sonrisa ladeada.

Entraron a la casa y vieron a todos en la sala, Edel con una postura recta sin pestañear, Zorán acariciando el cabello de Aria mientras pasaban una tarde los tres, aunque ninguno pronunciaba alguna palabra, solo estaban juntos. Edel miro por un segundo a Amelia y luego volvió su vista al frente, le daba igual si ella estaba viviendo en la casa, no presentaba ningún peligro, todo estaba bien con que no se le atravesara en su camino.

Zorán miro a Carlos el cual solo traía un pantalón puesto, no llevaba puesta ninguna playera y dejaba ver su torso desnudo, dejo de acariciar el cabello de pelirroja para comenzar a burlarse de su amigo.

—Cúbrete, das pena —dijo Zorán.

—Ya quisieras —dijo Carlos posando su mano en su abdomen marcado — Todas quisieran tener sus manos aquí.

No dejo que su amigo respondiera ya que se lanzó y cayó encima de Aria y Zorán.

—¡Carlos! —gritaron los dos enojados.

Stefano se aproximó ayudar a la pelirroja la cual se tocaba el brazo por el dolor, agarró su mano con delicadeza y la levanto para que Carlos la dejara de aplastar con su cuerpo.

—¿Te lastimó? —pregunto preocupado.

El italiano era un asesino pero con modales y respeto, cuando conoció a Aria la trataba y hablaba con respetó hasta que después de un tiempo se hicieron grandes amigos y Stefano comenzó a tratarla como una verdadera amiga dejando de tratarla como usted, claro, sin perder el gran respeto que se merece una dama.

—Estoy bien —dijo con una gran sonrisa.

Amelia vio la escena de los dos y pensó que ambos tenían algo más que una simple amistad, sin embargo, ella no quería saberlo, solo quería irse de ese lugar sin que él gobierno la buscará y sin que los asesinos tratarán de matarla.

—Iré a mi habitación —aviso Amelia antes de caminar por las escaleras.

Todos la miraron irse sin contestarle ya que el único que podía decir algo era el italiano pero él estaba inmerso en sus propios pensamientos, pensaba en aquella sombra que había visto en el edificio, pensó que pudo ser alguno de los que vivían en Danger pero descarto la idea porque nadie tenía permitido entrar alguna casa o edificio del otro lado.

Amelia entro a su habitación y se acostó en la cama boca arriba para poder ver el techo, todo estaba en completa oscuridad, luego de unos largos minutos pudo escuchar pasos y puertas cerrándose. Su pecho subía y bajaba tranquilamente, sus ojos poco a poco se iban cerrando dejándose llevar por el sueño pero los abrió de inmediato cuando escucho un ruido, las cortinas grises se movían por el aire que entraba, se levantó con rapidez y se asomó por la ventana para ver de quién se trataba.

Una ágil sombra paso de un árbol a otro ocultándose entre la oscuridad, pudo distinguir un cabello largo que pegaba a la frente y que al parecer lo cubría una capucha. Él miro a todos lados para comprobar que nadie lo viera, Amelia tuvo que esconderse para que no la viera, la persona siguió caminando y ella tuvo que armarse de valor para poder salir de la casa y seguir a la persona para ver a dónde se dirigía.

Con pasos lentos salió de la casa para que nadie la descubriera. Cerró la puerta principal detrás de ella, y corrió para no perder a la persona, se detuvo en seco cuando vio que el tipo estaba a unos metros, se oculto en un árbol y miro a dónde iba. Lo siguió de lejos, se ocultaba en árboles o arbustos para que él no la descubriera.

La oscuridad era aliada de los dos, se escabullían para que nadie los viera. La curiosidad de ella la hacia seguirlo y el secreto de él lo hacía ocultarse entre los árboles, ella tenía miedo de ser descubierta por él porque sabia que estar a solas con el líder de los asesinos sadicos sería un problema que podría causar su muerte.

El tipo paso el río y desapareció entre los árboles hasta que nuevamente apareció del otro lado, siguió caminando y Amelia también lo iba hacer pero se oculto en un arbusto cuando se percató que él se giro para mirar en dirección donde ella se encontraba escondida, se hizo para atrás tratando se esconderse más y que no la descubriera, sin embargo, él la miro, su cabeza se inclino a la derecha y ella comenzó a ponerse nerviosa, él se deshizo de su capucha y aquel tipo de cabello rubio era Edel.

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