19 | Nos vemos en el infierno

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Eran las dos de la mañana y todos se encontraban dormidos, la lluvia seguía siendo aún más fuerte y los relámpagos se escuchaban por todo Danger, no era un buen momento para salir ya que parecía que el cielo se estaba cayendo a pedazos, sin embargo, había una persona que se escabullía de manera silenciosa por Danger. Tenía cubierto el rostro y solo dejaba a la vista sus ojos, los cuales no se apreciaba el color de ellos por la noche.

Se colocó la capucha y siguió un estrecho camino. Sus botas dejaban marcas en el lodo y  sus manos temblaban ante el frío que sentía, aún cuando llevaba puesto unos guantes negros, aunque no impedía que siguiera caminando hacia el molino. Forcejeo en cuanto sintió que sus botas quedaban atoradas en el lodo, era una noche muy mala como salir pero no tenía elección, tenía que cumplir esa misión, al final logro zafarse y seguir su camino. Tenía que ser cuidadosa porque cualquier error haría que descubrieran lo que trataba de hacer, era su momento de mostrar su habilidad.

Se detuvo en cuanto llego al molino y miro hacia atrás cerciorándose de que nadie se diera cuenta de lo que estaba apunto de hacer. Entro al molino y con delicadeza movió la mesa para poder bajar hacia las mazmorras, daba pasos con cuidado para que no pudieran escuchar, por si que se encontraba alguien más. El lugar era oscuro y tuvo que encender la linterna que llevaba guardada en uno de sus bolsillos. La otra mano la llevaba pegada cerca de donde se encontraba su daga, si alguien llegaba a atacarla no dudaría en clavarle la daga sin piedad alguna.

—¿Qué haces aquí? —pregunto alguien.

Apunto con la lámpara hacia donde había escuchado la voz y se encontró con el hombre, el cual se encontraba encadenado a una silla. Se encontraba en un mal estado.

—He venido sin que se den cuenta —comento guardando la lámpara— ¿Qué tanto has dicho?

—No dije nada.

—Eso espero —se deshizo de los guantes y miro nuevamente al hombre.

—¿Por qué tardaste tanto?

—No sabías que estabas vivo —dijo.

—¿Me sacarás de aquí?

—Claro —comenzó abrir la celda y en cuanto la abrió se acercó al hombre lentamente.

—No confío en ti. Eres la persona más traicionera que he conocido.

—Haces bien en no confiar en mi —sonrió con maldad —No debes confiar en mi ni en nadie.

—No viniste a sacarme, viniste a matarme maldita perra traicionera.

El hombre sabía que esa mujer era de lo peor. La conocía desde hace mucho tiempo y sabía de lo que era capaz, no le importaba en lo absoluto asesinar a sangre fría.

—¡Vaya! Tal parece que no eres tan estúpido como yo pensaba.

—No te creas tan inteligente. Al final vas a terminar igual que yo.

—No, yo soy una persona bastante inteligente y mi plan saldrá a la perfección.

La mujer esbozo una sonrisa siniestra y saco una daga, el hombre la miro con odio esperando que lo matará, sin embargo, ella se sentó en una silla viendo fijamente al hombre que estaba apunto de matar.

—Eres una maldita zorra —escupió el hombre.

Ella se cruzó de piernas y lo señalo con la daga pensando en un plan para que nadie sospechará en ella, aunque estaba claro que sería la primera en la que pensarían pero no podían culparla sin pruebas. Ladeó su cabeza y mostró una sonrisa ladeada.

—Nos vemos en el infierno —murmuro soltando una carcajada — Espero y no pronto.

—Créeme que será pronto —murmuro él.

Danger Donde viven las historias. Descúbrelo ahora