16 | El diario de Dominic Anderson

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Edel observó la sangre en el suelo, apretó la mandíbula sintiendo como la furia se apoderaba de él, tuvo que respirar profundo para poder controlarse. Carlos y Zorán se encargaron de arrastrar el cuerpo para enterrarlo.

¿Quién lo había enviado? Tan peligroso eran esas personas como para que el prefiriera quitarse la vida que dar información.

Mientras que Isabella sostuvo la daga ensangrentada y con un pañuelo la limpio, sonrió por sus adentros sabiendo que no había sido tan difícil, él mismo había acabado matándose, solo basto con ponerle la daga y que él hiciera el trabajo sucio.

Stefano se acerco a su amigo y le dio una palmada para luego preguntar:

—¿Se lo contaremos al líder?

—No —respondió.  

—Vaya —sonrió Isabella.

Edel paso por alto la burla de la pelinegra.

—Nos castigará —murmuro.

Stefano asintió y se marchó para ayudar a los demás con el cuerpo.

—¿Vistes el símbolo en su gabardina? —le pregunto Isabella a Edel.

—Lo vi.

—No era el gobierno —murmuro.

—¿Cómo sabes?

—Era una organización.

Edel se tenso por completo y masajeo su cien.

—¿Qué organización?

—No lo sé —se encogió de hombros — pensé que tú sabrías.

—Yo no se nada —mintió.

Isabella lo supo. Él estaba mintiendo.

Carlos apareció con la camisa y las manos ensangrentadas, tenía una sonrisa maliciosa y se sentó en el sillón dejando las piernas un poco abiertas y mostrándose despreocupado.

—Me sorprende que el obediente Edel haya decidido esconderle algo al líder. 

—No pienso estar encerrado en las mazmorra.

—¿Mazmorra?

—Si, guapa —dijo Carlos sacándose la camisa dejando ver unos rasguños en su pecho — En Danger existen las mazmorra donde encierran a los asesinos que desobedecen al líder.

—Deja de darle información —lo reprendió.

—Ya es una de nosotros.

—Es una presa.

—Amelia es una presa, yo no.

—Claro.

—Por favor, no empiecen —casi suplico Carlos —Estoy hasta la madre de que ustedes estén chingando con sus peleas.

—Wow, que Carlos Gómez diga por favor es algo nuevo —bromeo Edel.

Isabella miro con curiosidad al alemán al ver como bromeaba.

—No voy a perder mi tiempo en peleas estúpidas —se limito a decir ella.

Subió a su habitación, en cuanto cerro la puerta pudo respirar profundo, por una parte estaba bien que aquel hombre se haya matado, porque sabía que podía decir algo sobre ella, eso arruinaría todo, sin embargo, también quería saber por qué se encontraba en Danger, por qué ellos lo habían enviado y el hecho de que él haya dicho está aquí la ponía bastante nerviosa. Era muy luego para decir la verdad.

Se sentó en la cama y un libro de arriba del armario cayó, ella miro con atención el libro, era un libro viejo. Se acerco y soplo para quitar el polvo que tenía encima.

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