Una mano, una moneda

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7:45 Leo y su madre van camino a la escuela, Leo mira las casas grandes y pequeñas, los coches atorados en el tráfico, las personas pasar con prisas y el cielo aclarándose por la salida del sol. Al mirar a suelo Leo ve una moneda, la recoge y se la guarda en el bolsillo antes que su mamá se diera cuenta. Sigue caminando pensando en todas las cosas ricas que se podría comprar en el recreo: tal vez unas palomitas o mejor unas papas o seria mejor una torta ser una torta, no estaría mal comprar unas galletas. Su mamá se paró de repente sacando a leo de sus pensamientos, sin saber el motivo de tal acto Leo sigue la mirada de su madre. Frente a ellos se encontraba un señor mugriento sentado en la acera, tenía un letrero que decía: Tengo hambre, no he comido en tres días, una monedita es suficiente apoyo para mi. Leo pensó que eso era triste ¿Como era posible que él pudiera comer tres veces al día y ese señor no haber comido nada en tres días?. Sé soltó de su mamá y se paro enfrente del señor, enserio sé le antojaba esas palomitas, pero vi al señor tan flaco, bueno el ya tenia su lonche, no necesitaba el dinero, así que estiro la mano y le dio la moneda y un poquito más.

7:48 Taro vio como el niño y su madre se alejaban, incluso se percató de la mirada que le lanzo la mujer al irse, mientras que felicitaba a su hijo por esa buena acción. Bueno, la moneda que dejó el niño era suficiente para comprar un decente desayuno y empezar bien el día. Se paro, tomo sus cosas y se dirigió a la panadería de la esquina, las Sonias ya lo conocía, con que no molestara a los clientes no había problema. Llega a la panadería y espera a que el cliente saliera, cuando este lo hizo, esperó un momento antes de meterse. Sonia hija le sonrió, como siempre tenía un libro de textos al lado, apartado para atender de buena forma a los clientes..

– Hola Sonia, buenos días, ¿Como te encuentras el día de hoy?

– Bien, gracias, aun no hay problemas a la vista.

– Que bueno y ¿Tu mamá también se encuentra bien, verdad?

– Por supuesto, esta incluso mejor que yo.

– Oh vaya, pues mandale saludos de mi parte.

– Claro, ahora espera aquí que te traigo algo. - Taro vio como Sonia pasaba a la parte de atrás. Mientras esperaba Taro jalo el libro de Sonia y lo empezó a revisar, cuando regresó Sonia traía una bolsa de papel.

– Esta, esta y esta respuesta están mal, pero los demás ejercicios los tienes bien. Vas mejorando. 

– ¿Enserio? – se acercó para analizarlos - ¿Que tienen de malo?

– ¿Quieres que te los explique o prefieres tener clientes? -mientras Sonia se reía, Taro tomo la bolsa y miro adentro - ¿Cuanto es?

– De eso no te preocupes, es pan que ya no podemos vender, es mejor que alguien lo aproveche que a la basura.

– ¿Segura que tu mamá no sé enojara? 

– No lo hará si no se entera, y durante todo este tiempo nunca se ha enterado - le aseguró con una sonrisa traviesa.

– Bueno, gracias, - dio una vuelta para retirarse pero se detuvo - la leche es fresca, esa si te la tengo que pagar.

– No es necesario.

– Claro que sí, y más si quieres concentrarte bien en los estudios.

– Gracias. - Le respondió sonia mientras estiraba la mano, no quería entregar la moneda, podría comprar otras cosas que necesitaba, pero ya tenía comida y Sonia lo había ayudado más de una vez, así que estiro la mano, le dio la moneda y un poquito más.

8:17 Sonia vio como Taro bajaba por la calle disfrutando el pan que le acababa de dar, vio la moneda que le dio, alcanzaba para pagar el pan y la leche, incluso dejó una propina, Taro era buena persona, esperaba que la vida le diera mejores oportunidades, las merecía. El sol se elevó lentamente, el tráfico desapareció y los niños entraron a clases, ojalá ella también pudiera ir también a la escuela, pero teniendo una impredecible salud, era mejor no arriesgarse y tenerla cerca y vigilada. Continuó con sus estudios, concentrándose en los ejercicios que taro dijo que estaban mal, aunque no pudiera ir a la escuela si podría estudiar. Después de varias horas de estudio, análisis y búsqueda en Google, Sonia entendió por fin el problema y donde estaba su falla. Decidió descansar un poco y navegar un rato por el celular cuando el señor Miguel llegó muy nervioso.

– Buenos días señor Miguel ¿En que le puedo ayudar?

– Si por supuesto, hoy es el cumpleaños de mi hijo, pero he estado tan preocupados en estos días que se me olvido encargar el pastel como es debido. ¿No tendrá de pura casualidad un pastel que me puedas vender?

– ¿Para cuantas personas son?

– Serían veinte niños

– No tengo un pastel de ese tamaño, pero lo que podemos hacer es que compres treinta muffins.

– ¿Pero para que?  con veinte muffins lo completo.

– Si, pero seguramente algunos niños van a querer doble ración, y los demás se van a llenar con papitas.

– Tiene sentido, gracias Sonia, que bueno que puedo contar contigo.

– No hay problema 

Sonia fue por los muffin y las puso en unas cajas, el señor Miguel pagó con un billete, Sonia lo tomó el dinero y se dispuso a darle el cambio, pero no había cambio, estaba a punto de decírselo al señor Miguel cuando noto las monedas que Taro le había dado, no quería dárselo, no podía salir a pedir cambio y ya lo tenía a la mano, ya lo tomaría el dinero más tarde y esperaba no defraudar a Taro de esta manera, lo comprendería seguro. Así que estiro la mano, le dio la moneda y un poquito más.

2:34 Ya más tranquilo, el señor Miguel puso las cajas en el asiento de atrás de su coche. Como no fue capaz de pensar en la idea tan genial para resolver el tema del pastel, y le fue a llora a la señorita Sonia, no sé debería comportar así. Por lo menos ya había resuelto todo esto y solo faltaba lo más fácil, las botanas y velas. Ya en el supermercado tomó varias cajas de merengue y luego fue al pasillo de botanas, agarrando lo necesario. Estaba en eso cuando su celular empezó a sonar, seguramente era su esposa que le pediría algo de ultimo minuto, así que lo sacó del bolsillo y contestó:

– Hola mi amor, ya tengo el pastel y las botanas... no mi amor no se me olvidan las velas y los hielos... si, ya voy para allá ¿Por que?... mi amor, hoy te toca ir por lo niños y yo por el pastel, recuerdas, lo comentamos ayer en la cena... si, si, si, estaré en casa a tiempo... muy bien, nos vemos adiós.

– El señor Miguel colgó y se apresuró a pagar, cuando llegó a su coche y quiso abrirlo no pudo, lo busco por todos su bolsillos.

– Señor - escuchó a sus espaldas - se le cayó esto - dijo él vieneviene y le entregó las llaves.

– Oh, muchas gracias - el señor Miguel guardo las compras y se subió al coche para salir, antes que él vieneviene se fuera el señor Miguel le quería agradecer así que estiro la mano, le dio la moneda y un poquito más.

3:02 Para Luis trabajar de vieneviene no es fácil, estar todo el día bajo el sol parado y caminando de un lado del estacionamiento a otro, pero todo esto era soportable ya que no le pagaban tan mal y se podía quedar con las propinas, gracias al trabajo él y su familia podía vivir en una casa decente y su hijo tener una educación que le permitiera una vida mejor. Ya por el anochecer Luis pudo irse a casa, el camión estuvo claustrofóbico, llena de personas tan parecidas a él, cansadas de la vida y todas dispuestas a seguir a adelante por algo más importantes que ellos mismos. Llego a casa hecho polvo, sin ganas de hacer nada y solo darse un baño y a la cama. su hijo llegó corriendo a sus agotados brazos, que logró alzar al pequeño niño sacando fuerzas del corazón.

– Leo ¿Como te fue? ¿Aprendiste mucho en la escuela?

– Sí papá, soy el mejor el de mi salón.

– Que bueno mi hijo, yo confío en ti, que bueno que te esmeras tanto, estoy muy orgulloso de ti.

– Gracias papá.

– Como premio de tu esfuerzo te voy a dar un regalo, por tu esfuerzo te lo mereces. 

Luis metió la mano en el bolsillo donde guardar las propinas tomo un poco y sacó algunas monedas, Luis las vio y las empezó a contar, vio la moneda que el señor de las llaves le dio, él no necesitaba el dinero, tiene a su hijo, su tesoro más preciado, él quiere que Leo crezca como un gran hombre justo y feliz, que entienda las reglas del mundo y lo cambie a mejor, podía ayudar a su hijo de tantas maneras. Así que estiro la mano, le dio la moneda y un poquito más.

De amor y otras muertesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora