¡Asesino!

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Con sigilo, cogió un cuchillo de la cocina, para luego desplazarse al comedor, donde, en una mesa esperaba indefensa, su víctima. Con una sonrisa macabra le enseñó el gran cuchillo que había escogido, filoso como ningún otro, y con un brillo que haría temblar cualquier mano. Acto seguido rasgó la piel oscura del secuestrado, cuando fue capaz de ver la carne de la víctima alzó el arma para luego encajarlo hasta el hueso. La víctima no gritó, por lo que el armado quito lo que se interponía entre ella  y el corazón, y con un golpe certero intentó partirlo, pero el cuchillo solo pudo enterrarse un poco. Con una habilidad de ya haberlo hecho antes, quitó el corazón de en medio. Ya sin obstáculos, cortó la carne del alrededor, lo colocó en una tortilla y cuando se disponía a comerla una voz la interrumpió.

- Marisela, ya te he dicho que esperes hasta la comida para abrir el aguacate.

De amor y otras muertesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora