Capítulo 34 (Sebastián)

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Mi tostada con mucho dulce de leche se detiene a medio camino de mi boca en cuanto la puerta del departamento se abre y mamá entra con una sonrisa radiante pintada en la cara, con Adrián a su lado y su mano rodeando su cintura. Milena me ensordece cuando grita el nombre del visitante y se lanza corriendo a abrazarlo.

−¿Qué hacés acá? –pregunta con su voz finita.

−Vine a ver a mamá por su cumpleaños, y de paso a estar unos días con ustedes.

−¡Siiií!

Se me ocurre mirar a mi tía Karina, y por la mirada astuta que le dirige a mamá, deduzco que es ella es la responsable de esta sorpresita, ante la cual no sé como sentirme. Mile vuelve a su silla, mamá y Adrián también se sientan, y la tensión empieza a trepar por mi cuerpo.

−Nick, ya tengo tu agua caliente esperándote. ¿Adrián, vos querés algo? ¿Té, café?

−Espera, Kari –dice mamá en tono solemne. –Sentate.

Su mirada, no obstante, se suaviza cuando la dirige hacia nosotros. Entrelaza su mano con la de Adrián e intercambia con él una sonrisa.

«−Tenemos algo que contarles.

−¿Se van a casar? –exclama mi hermana. −¿Vas a ser nuestro papá?

Mis cejas levantadas esperan una respuesta casi obvia. Adrián sonríe y asiente.

−Sí, hija –responde mamá, aunque me está mirando a mí. –Nos vamos a casar.

−¡Sí! ¡Yo sabía! ¿Escuchaste, Sebas?

−¡Ay, amiga! ¡Estoy tan feliz!

Intensa como de costumbre, la tía Karina está llorando mientras vuelve a ponerse de pie para abrazarlos a ambos, gesto al cual se une Milena. Yo sigo pegado a mi silla. Me escucho respirar pesadamente. Mis pensamientos corren a tal velocidad que me hacen doler la cabeza.

"¿Se atreve a volver así nomás?"

"Son felices, por fin pueden ser felices".

"¿Harán de cuenta que no pasó nada?"

−Sebas...

La voz de Adrián me trae a la realidad de un tirón. Los ojos de los cuatro están sobre mí, parece que estuvieran contemplando una bomba de tiempo con el contador en rojo. ¿Por qué siempre creen que voy a explotar?

Bueno. Mi reputación me precede, creo.

−Hijo, ¿te pasa algo? –pregunta mamá. −Sé que es algo repentino, yo tampoco me lo esperaba, pero coincidimos en que es lo mejor para todos.

−Es que... −Odio a saber qué decir. –Muchas cosas van a cambiar.

Adrián parece a punto de decir algo, pero se lo guarda.

−Bueno –tercia mi tía Karina, mostrando su casilla de correos abierta en el celular. –Parece que el festejo va a ser triple hoy. Cumpleaños, compromiso, ¡y premio! ¡Ganaste, Nicole! ¡Tu vestido ganó el concurso!

Mamá nos mira a todos desconcertada: −París...

−¡Sí, Nick! ¡Ganaste el viaje! ¡Qué mejor luna de miel! Ni que lo hubiéramos pensado.

−Pero la Semana de la Moda es en julio.

−¿Y? ¿Qué tiene?

−Nos casamos el mes de viene. Abril a más tardar. Además, ese viaje es para vos también, ya que ambas somos dueñas del taller.

−Yo no tengo problema en hacerme cargo, Nicole. Contá con eso –suma Adrián, dándole un leve apretón de manos.

−¡¿Qué?!

No soy consciente de lo fuerte que sonó mi voz hasta que el eco llega a mis oídos.

«−¿Cómo que se casan el mes que viene? ¿No pensaban decirnos si no salía el otro tema?

−Sebas, calmate –pide mamá.

−¿No pensaste por un minuto en lo que significa para nosotros?

−Porque lo pensé, lo pensamos, mejor dicho, es que lo hacemos de esta forma. No es justo para ustedes caminar en una senda con rumbo indefinido. Necesitan la contención de una familia, y es lo que nos proponemos construir. Confiamos uno en el otro lo suficiente como para saber que va a funcionar, pero necesitamos, por supuesto, de su ayuda.

La calma de mi mamá contrasta con la dureza de mi rostro, reflejo del río de lava en que se ha convertido mi sangre. Pero lo que más me toma por sorpresa es la voz de mi hermana:

−Sebas, ¿vos no querés que Adrián se case con mamá?

Hay un destello de tristeza en su mirada que no puedo soportar.

−No dije eso. Perdón, mamá.

−Te entiendo, hijo. No lo dudes.

−Sebas, si no estás de acuerdo en algo, solo decilo –intercede Adrián.

−No tengo decisión en esto. Es tuya y de mamá.

−Te equivocás. Siempre vas a tener voz y voto, igual que tu hermana. En la medida que requiera cada situación, claro. Y ustedes siempre van a ser nuestra prioridad, pase lo que pase.

Sus palabras, su expresión, me inspiran confianza. ¿Alguna vez mi padre biológico me miró así?

−Adelante –digo con seguridad. –Hay que planearuna boda.

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