Capítulo 49 (Sebastián)

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El teclado de Pablo hace sonar los primeros compases de la melodía, y los nostálgicos que alguna vez fueron fans de One Direction empiezan a aplaudir y aclamar. Tomo posesión nuevamente del micrófono principal y me dirijo a la audiencia:

−Esta canción es para todos aquellos que luchan por un amor imposible, que se enfrentan a todo por esa persona que les importa. A todos esos valientes, locos, ningún obstáculo es tan grande para separar a los que se aman de verdad. Y si alguien les dice: "¿Qué sabe un pibito como vos del amor verdadero?" –Me río y ladeo la cabeza. –Bueno, hay niños, así que no puedo decirlo, pero ya se imaginan la respuesta. –La gente me sigue la broma, y unos cuantos chiflan en aceptación. –Esto es "They don't know about us".

Me sorprende la reacción de la gente cantando a viva voz una canción que ya no está tan de moda, pero para nosotros es lo mejor del mundo. Nicolás, nuestro profesor de guitarra, sonríe desde el puesto del sonidista y nos enseña un puño en alto para darnos ánimo. Vuelvo a mirar al público, y de pronto me encuentro en medio de una alucinación.

Sus ojos salvajes, tentadores, me miran por encima de un pañuelo de color fucsia brillante que le sirve de bufanda. Sus bucles oscuros caen por su espalda en ese caos que me vuelve loco. Elevo la voz y le dedico el último estribillo a esa magnífica visión, en un intento de decirle esa verdad que solo nosotros conocemos, ese sentimiento que me consume:

"Ellos no saben las cosas que hacemos

No saben sobre los Te Amo

Pero apuesto a que si supieran,

estarían celosos de nosotros.

No saben sobre las noches que pasamos despiertos

No saben que he esperado toda mi vida

a encontrar un amor que se sienta así de bien

Nena, ellos no saben sobre nosotros".

El público aplaude como si estuviese viendo a Queen en el festival Live Aid. Pablo y Gero me atrapan en un abrazo y saludamos, pero cuando levanto de nuevo la cabeza, Camila no está. Estiro el cuello discretamente para buscarla, pero se ha desvanecido entre la multitud. ¿Es posible que solo la haya imaginado?

Tres meses. Tres malditos meses en los que me esforcé por quitármela de la cabeza. La respeté, me alejé, me recluí en mis estudios y en la música para no pensar. Pero sin importar cuántas semanas pasaran, cada canción que tocaba, cada película que veía, cada página de las novelas que la profesora de Literatura elegía para sus clases, cada mujer que me cruzaba por la calle, me recordaban de algún modo a ella. Decir que la extraño no es suficiente. Decir que soñarla cada noche y anhelar su tacto en mi piel duele como el mismísimo infierno es quedarme corto.

Intento distraerme recorriendo la feria, que está a tope por todos lados. Espío comidas, bebidas y ropas de otros lugares del mundo, y al llegar al stand de España siento que se me detiene el corazón. Hay dos guitarristas, una mujer que canta y un percusionista tocando a la gorra, y mientras algunas personas solo miran, otras forman un corro y bailan, y son como un puñal de memoria entrando a mi cuerpo. En especial cuando empiezo a distinguir rostros conocidos...

Perla. Carmen. Camila. Bailan por Tangos mientras se cantan entre ellas:

"No te arrimes a los zarzales,

no te arrimes a los zarzales.

Los zarzales tienen púas

y rompen los delantales".

Zapatean descalzas sobre la calle empedrada, provocándose entre risas, y la vibración del suelo me sube por las piernas y me recorre hasta la punta del pelo. Cuando la ronda se acaba y se dispersan, como si estuviéramos en una clásica película romántica, de toda la gente que las admira y las aplaude, los ojos de Camila me encuentran y no puedo evitar sonreír... hasta que sale corriendo.

Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora