−Rulo... Sebas... ¡Sebastián Ariel Medina!
El grito de Gero por poco se escucha en todo el gimnasio y casi me da un infarto. Sin embargo, funciona para forzarme a apartar la mirada de mi familia y devolverlo al escenario donde ya nos toca subir.
Al ubicarme frente al micrófono, mis ojos inevitablemente regresan a Milena, que me saluda desde los brazos de Adrián donde ha estado toda la tarde; él me guiña un ojo, dado que no puede mover las manos, y mi mamá me muestra un pulgar en alto mientras prepara el celular para filmar. Siento que el corazón se me va a salir del pecho, y al mismo tiempo siento una extraña paz que no sé de donde surge.
«−¿Todo bien? –susurra Gero en mi oído, haciendo de cuenta que habla sobre los instrumentos que cargamos.
−Seguro –respondo con firmeza. Algo debe leer él en mi rostro, porque sonríe ampliamente al alejarse.
Cristian da la señal con sus baquetas y largamos con "Where the streets have no name" de U2. Muchos en el público cantan o mueven la cabeza al ritmo, Adrián es uno de ellos. Mi mamá mueve la boca sin emitir sonidos cuando cantamos "Cactus" de Gustavo Cerati, y las maestras de primaria nos miran con una cara de pánico cuando le damos volumen a "No es lo mismo", de Alejandro Sanz. Todos aplauden por igual cuando cerramos con "We will rock you" y "We are the champions", con Pablo abandonando su teclado y luciéndose en el micrófono principal sin nada que envidiarle a Freddie Mercury.
Bajamos del escenario a los saltos, inmersos en una nube de adrenalina, sin poner mucha atención a las felicitaciones que la directora Ramírez viene repitiendo desde hace dos horas y media.
−¡Che, Sebas! –clama Cristian como si estuviéramos a kilómetros de distancia. –Vamos a mi casa a tomar algo. ¿Venís?
Me muero de ganas de ir con ellos y pasarnos la noche entre más música, pero mi vista vuelve hacia mis acompañantes.
−Vine con mi familia, tengo que ir con ellos.
−¡Dale, Sebas, un rato por lo menos!
−No puedo, Cristian. Otro día, ¿sí?
Su expresión se tuerce: −¿Qué pasa? ¿Tu nuevo papá ya te acortó las riendas? ¿Tenés que entretener a tu hermanita mientras tu mamá vuelve a ser joven con él?
−¿Vas fumado otra vez, Cristian? –lo reprende Gerónimo. –Perdoná, Rulo.
Me muerdo el labio y entierro las uñas en mis palmas para no soltar la catarata de insultos que me brota desde adentro.
−Nos vemos el lunes.
Me alejo de ellos caminando rápido. Esquivo a la gente que se empieza a dispersar desordenadamente, y apenas hago a tiempo a ver la pollera colorada de Milena cuando corre hacia mí tirando de la mano de mamá. Adrián viene detrás, masajeándose el brazo que sostuvo a mi hermanita por casi dos horas. Abrazo a la peque con ganas y ella hace lo mismo, apretándome hasta casi romperme.
−¿Ya te despediste de los chicos? –pregunta mamá.
−Sí, ellos van a... salir –Mi voz suena apagada. –Yo no tengo muchas ganas.
−Ah... ¿Querés ir a casa entonces?
Alzo una ceja. Veo que esconde algo detrás de esa mirada aparentemente neutral.
−¿Por qué?
−Decíamos... Bueno, ya que es la primera vez que los cuatro salimos juntos, pensábamos...
−Acepto. Sí tengo hambre.
El rostro de mamá vuelve a iluminarse de súbito y sonrío con ella.
ESTÁS LEYENDO
Segunda Oportunidad
Storie d'amoreNicole es madre divorciada. Como tal, ha aprendido siempre a hacer las cosas por su cuenta, y a decir verdad no le ha ido nada mal: su emprendimiento de diseño sigue creciendo y la rutina de su casa funciona al pie de la letra, bajo la creencia de q...