Capitulo 36

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Un par de minutos después se detuvieron en la entrada. Para Poché eso era casi una mansión, enorme. "¿Tu has vivido aquí?"

"Sí", respondió Dani, asintiendo con la cabeza simultáneamente y salió del coche antes de cambiar de opinión, estar de pie delante del lugar hacía todo real. Esta era la casa de sus padres, donde había vivido sus primeros años, y ahora era suya. "Vaya", exhaló, mientras sacaba la llave de su bolsillo.

Sintió la mano de poché tomándola, lo que calmó un poco sus nervios. No dijo mucho pero solo eso alcanzaba para ayudar a Dani. Mentalmente diciéndose a sí misma que podía hacerlo, comenzó a subir los pocos escalones que llevaban a la puerta principal. Un paso tras otro, sus ojos se enfocaron en los pilares de mármol a cada lado de la entrada.

"No tienes que...", Poché comenzó, cuando vio a Dani parada frente a la puerta. Sabía que esto era difícil para ella.

"Lo sé pero quiero hacerlo", escuchó el sonido de la cerradura dos veces antes de que la puerta se abriera y en el momento en que entró, pudo verlo todo de nuevo. Las fiestas que su madre había organizado con todos sus amigos, las tardes jugando con sus juguetes, las reuniones de su padre con compañeros de trabajo.

Y se vio a ella misma, una noche lluviosa bajando las escaleras, buscando a su padre porque la había despertado una pesadilla. Lo había encontrado sentado en su sofá leyendo mientras fumaba y lo había abrazado hasta quedarse dormida. Cerrando sus ojos, aun podía escuchar su voz diciéndole que todo iba a estar bien y que la pesadilla había desaparecido.

"¿Estás bien?"

"No...", respondió ella y sacudió lentamente la cabeza mientras lágrimas caían por su rostro. Cada vez se le hacía más difícil controlarlas.

"¿Y dónde estaba tu habitación?", preguntó intentando distraerla. Ese lugar si que era enorme, ya se sentía un poco perdida.

"Arriba", respondió mirando la inmensa escalera que se encontraba ahora frente a ellas.

"¿Quieres ir allí?"

Asintiendo con su cabeza, empezaron a moverse de nuevo. La mano de Dani se agarró fuerte a la de Poché, necesitando todo tipo de apoyo. Porque aunque había vivido allí, en el fondo sentía que este no era su hogar. Su hogar no necesariamente tenía que ser una casa o un lugar, el suyo estaba donde estaba su corazón. Y su corazón estaba con poché y su familia.

Subieron al primer piso y, mientras Dani sólo se había centrado en controlar su respiración y sus lágrimas, Poché  había contado las escaleras. Treinta y seis. ¿Quién necesitaba treinta y seis escalones en una casa? Lo primero que hizo la rubia fue mirar a la izquierda, encontrando un largo pasillo blanco con dos pequeñas mesas cubiertas por sábanas blancas y cuatro puertas. Mirando a la derecha, encontró exactamente lo mismo.

La morena la guio hacia la derecha hasta que se encontraron de pie ante una de esas puertas, con los dedos entrelazados y Dani sin moverse. Se había quedado congelada en el lugar, claramente se le estaba haciendo difícil manejar esta situación y la rubia se sentía impotente sin saber como ayudarla.

Levantando sus manos que aún se encontraban entrelazadas, Poché besó el  dorso de la de Dani para tranquilizarla. "¿Por qué no volvemos otro día?"

"No", Dani exhaló y confesó después de unos segundos. "Es que quiero entrar, pero no se cómo."

"Amor, no tienes que hacer nada hoy", inclinó la cabeza para poder ver en los ojos de su novia. "O mañana o esta semana."

Una en un millón [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora