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Ramé caminaba sin apuros hacia el origen de los gritos.
—Yo sabía que no era buena influencia.
—¡Ramé!
—No hace falta gritar, Lori. Ya te debe de haber escuchado.
—Ella no hizo nada mamá, solo fui yo.
Esas eran algunas de las cosas que escuchaba la pequeña mientras se acercaba. Pasó por detrás de unos árboles y pudo ver lo que temía. Vio a Rick, Shane, a una Lori de muy mal humor y a Carl sentado en un tronco.
—¿Tú le diste la pistola a Carl? —preguntó inmediatamente Lori cuando la vio.
—Te aseguro que yo nunca le daría una de mis armas a alguien que no sabe cómo usarlas. —dijo conteniendo una risa. Ramé era de esas personas que se reían en el momento menos indicado o cuando decía la verdad.
—Sabía que no era una buena influencia para el chico. —habló Shane.
—Tu cierra la boca, cabeza de huevo. —gruñó la niña.
—Suficiente, hablaré con Hershel.
—Mamá, ella no me dio el arma. Yo la agarre. —dijo Carl parándose del tronco. Su mamá lo ignoró.
—Lori, cálmate. —hablo Rick —Es imposible que Ramé le haya dado el arma a Carl. Ella estaba inconsciente —trató de defender a la niña.
—No importa. Ella lo incita.
—Saben, me canse de escuchar tantas estupideces juntas. Yo me largo. —dijo Ramé.
Se dio la vuelta comenzando a caminar nuevamente hacia el establo. No sin antes darle una mirada de enojo a Carl Grimes.
Le había dejado bien en claro al chico que no quería problemas.
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—Ramé... por favor, háblame. —dijo Carl a modo de súplica mientras miraba a la chica practicar tiro al blanco.
Ramé estuvo ignorando al chico desde que Lori lo había descubierto con un arma.
Carl trató de que la chica le dirigiera nuevamente la palabra, pero ella estaba completamente negada. Él sabía que la había cagado, de una forma u otra. Ella le había dicho que dejara el arma si no quería meterse en problemas, pero no la escuchó y ahora estaban en líos.
—Lo lamento, ¿si? Sé que cometí un error. —dijo el niño —Pero...
Ramé, en un rápido movimiento, se dio la vuelta y apuntó a Carl con el arco; interrumpiendo su disculpa. El solo se quedó estático en su lugar sin saber qué hacer.
—Se que tu no tienes la culpa, Carl.
—¿Enserio? —pregunto confundido.
—Si, enserio. Lo único que quieres es aprender a defenderte, defender a los tuyos. Tu no tienes la culpa de que tu madre no te deje. —bajo el arco lentamente bajo la mirada de Carl. —¿Qué me miras? Ya dije lo que tenía que decir, no lo repetiré...