Enero 1999| Parte 2

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—¿Por qué te independizaste tan pronto?— le pregunté espontáneamente.

—¿Pronto?— Sus ojos se oscurecieron —Tengo veinte años.

—¡Eso es pronto!— insistí.

—Mis padres murieron en un accidente de automóvil cuando yo tenía quince años. Después viví un tiempo en un hogar infantil y luego me mudé a mi propio apartamento— contó en pocas palabras.

—Oh, lo siento— Era comprensible que no le gustara hablar de ello.

—Hace mucho tiempo. Yo no estaba presente cuando ocurrió el accidente— Con eso dio el tema por zanjado.

El camarero del frac nos trajo las bebidas.

—¿De dónde eres? Tu nombre no parece alemán...

—Nací y crecí en Atlanta.

—Oh, ¿de verdad?— De alguna manera me sorprendió, a pesar de que ya se me había pasado algo similar por la cabeza —No se nota. ¿Cómo es que hablas el alemán sin acento?

—Solo soy mitad estadounidense. Mi madre era alemana y tuve una educación bilingüe. Para
ser exactos, el alemán es en realidad mi lengua materna— Dejó vagar la mirada a lo lejos —Vivíamos en el campo, en una preciosa casa de madera. Yo iba a la escuela primaria, teníamos una piscina en el jardín y siempre hacía buen tiempo. Además, tenía también un pastor alemán.

—Yo también tengo una perra. Es una mezcla de cazador, blanca con manchas negras, y se llama Leika— Tomé un sorbo de mi refresco de cola —¿Cuándo vinisteis a Alemania? ¿Y por qué?

Nos trajeron el primer plato. Cuando creí que mi pregunta iba a quedar sin respuesta, Danny contestó finalmente:

—Mi madre sufrió un aborto involuntario cuando yo tenía diez años. Esto le provocó tal trastorno, que quiso volver a casa con su familia.

—¿Y a ti no te gustaba vivir aquí?— Fue más una observación de la evidencia que una pregunta.

—No, no mucho.

—Pero acabas de decir que tus abuelos viven aquí. ¿No te llevas bien con ellos?

—Yo sí— respondió sin levantar la mirada —Pero mi padre no hacía más que pelearse con ellos, y por eso perdimos el contacto.

Me terminé el entrante en silencio, coloqué los cubiertos sobre el plato y me quedé callada hasta que, finalmente, me atreví a preguntar:

—¿Por qué no te gustaba vivir aquí? ¿Por las peleas familiares? ¿O lo pasaste mal en el hogar
infantil?

—Hubo tiempos mucho peores en mi vida.

Se cerró delante de mis ojos. Podía sentir el muro que levantaba para ocultarme sus sentimientos. Ahora no iba a sacarle más información.

—Basta de hablar sobre mí— resolvió él, como si diera una orden —¿Qué hay de ti? ¿Tienes hermanos?

Una joven camarera rubia con una falda muy corta y una coleta nos trajo el plato principal.

Noté como Danny la miraba con curiosidad. Ella enrojeció en el acto. Cuando puso el plato frente
a él, dejó los dedos en la mesa un instante más de lo necesario y le buscó con la mirada.

¿Dónde estaba el otro camarero?

—Tengo un hermano mayor— respondí, escudriñando a la camarera con desconfianza —Trabaja de administrativo.

—Montas a caballo y haces doma clásica, te estás formando como delineante, tienes una buena
relación con tus padres y disfrutas de muchas libertades— Ahora le tocaba a él hacer constataciones.

Tan cerca del horizonte © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora