Febrero 2000| Parte 3

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-¿Estás insinuando que camino como un pato?- Amplió su sonrisa.

-Sí, como un pato muy patoso, además. Por suerte no hay patos de verdad por aquí; si no, tendría que ir con cuidado para no confundirte con ellos.

-¡Bueno, ya basta!- Me volví hacia él y le pegué varias veces en las costillas. Se reía. Pensé que en ese momento estaba imaginando un patito amarillo en mi cara. Empecé a pegarle con más fuerza.

-Estás loca- se quejó -¡Vas a dejarme moratones!

-Lo. Tienes. Bien. Merecido.-A cada palabra que pronunciaba le daba un golpe. Poco a poco mi rabia fue disminuyendo.

Me agarró de las muñecas y me las inmovilizó detrás de la espalda.

-¿Sabes qué, Ducky?- dijo burlonamente -Vamos a regresar a mi casa a buscar la bici de montaña. Así tal vez puedas seguirme el ritmo.

-¿Cómo acabas de llamarme?- Intenté pegarle de nuevo, pero él no me soltó.

-«Ducky», pero lo digo cariñosamente- se defendió -En Estados Unidos es un mote cariñoso. Es algo así como «cariño», o «amor mío».

-¡Para mí significa pato!- protesté testaruda.

-Sí, para mí también- admitió. Parecía que iba a caerse al suelo de la risa.

-¡Suéltame de una vez y lucha como un hombre!-ordené, mientras intentaba darle una patada. Me rehuyó sin ningún esfuerzo.

-¿Acaso me estás gruñendo?- preguntó haciéndose el sorprendido -¿No es suficiente que lo haga tu perra?

-¡No soy ningún pato!

-Hablando de la perra...- Señaló a Leika, que estaba a nuestro lado meneando la cola y alternando la mirada de uno a otro -¿Podrá seguir el ritmo de la bicicleta?

-Por supuesto que podrá, es un perro cazador. También me la llevo cuando voy a montar. ¡Está en buena forma!

-¿No como tú, quieres decir?

-¡Ya basta! Ya has hablado demasiado por hoy, maldito, despreciable...

Se inclinó hacia mí y me besó hasta que ya no quise añadir nada más.

•••

La situación mejoró bastante con la bicicleta. El sillín era un poco alto para mí, pero pude apañármelas bien.

Danny corría a mi lado a buen ritmo y, tras algunos kilómetros, tuve que reconocer que, incluso de esta manera, pronto me dejaría atrás. Leika aguantaba bien la marcha, aunque cada vez sacaba más la lengua. Tras siete kilómetros, según el cuentakilómetros de bicicleta, Danny dio media vuelta y emprendió el camino de regreso.

-Antes de que entres en coma...- se burló. Intenté darle una patada desde la bicicleta, procurando que el movimiento pareciera desenvuelto, pero la bici empezó a tambalearse de forma amenazante.

Danny sacudió la cabeza piadosamente.

-Dijiste que habías sobrevivido casi dieciocho años sin mí, pero cuando veo esto me pregunto muy seriamente cómo lo has conseguido.

Le saqué la lengua y no dije nada. Mientras pedaleaba a su lado, tuve tiempo de observarlo.

Llevaba un gorro azul que no le tapaba la frente, una fina sudadera azul, y un pantalón de chándal azul con rayas y cordones blancos. Su surtido de ropa de deporte parecía ilimitado. En mis pensamientos ya lo había desnudado ciento cincuenta veces...

Tan cerca del horizonte © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora