Agosto 2000| Parte 4

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Me sentía inquieta y no paraba de dar vueltas en la cama. Me dolía la cabeza y cada vez que cerraba los ojos veía a un niño rubio de ojos azules tumbado sobre una cama, con los brazos y las piernas estirados, contando en silencio los minutos y calculando si podía arriesgarse a darse la vuelta. Ya estaba amaneciendo cuando por fin caí en un sueño agitado.

Corro sin parar por unas escaleras que ascienden hasta un cielo azul radiante, pero cuanto más rápido corro, con más rapidez se desmoronan los escalones. Se caen hacia arriba hasta que la destrucción me alcanza y la piedra se desvanece bajo mis pies. El relajante azul del
cielo no se acerca ni por un momento, al contrario, los escalones me arrastran hacia abajo. Me caigo y da igual lo que haga, no encuentro dónde agarrarme.

•••

Salimos de casa los tres juntos para comprar un armario nuevo. Juntos lo montamos y colocamos las cosas en él.

Christina se alegró tanto de que el sábado por la noche hubiese vuelto con Danny que se me lanzó al cuello y me abrazó durante varios minutos. No hizo ningún comentario sobre el mueble destrozado. Conocía el temperamento de Danny, y era muy probable que no fuese la primera vez que reaccionaba así en situaciones emocionalmente duras. Era una estrategia para liberar la rabia que se le acumulaba en el estómago.

Ese viernes por la tarde, al salir del trabajo, me fui directamente al centro de entrenamiento.
Algunos de los alumnos de Danny se examinaban de tercer grado al día siguiente y él quería hacer con ellos un último repaso. Christina había ido también en calidad de espectadora.
Puesto que no la encontré en los sillones de mimbre de la parte delantera, supuse que estaría en la zona de atrás, dónde Danny entrenaba con los muchachos.

A él lo divisé de lejos. Estaba sobre las colchonetas, rodeado por sus alumnos.

-Insinuamos la patada a la izquierda, pero golpeamos a la derecha. No, no damos ningún paso
en medio- explicaba -Insinuar, bajar y patada. Ningún paso. Sí, así, exacto. Y acordaos de golpear siempre con la espinilla...- Cuando estuvo más o menos satisfecho con las patadas laterales de los muchachos, se volvió hacia mí y me dio un beso.

-Ey... Tina está por ahí detrás- La manera que Danny tenía de entrenar era opuesta a la de Dogan. No gritaba ni se impacientaba nunca; motivaba a sus alumnos con lo que funcionaba, sin utilizar la presión. Hasta entonces, ninguno de sus chicos había suspendido en un examen. Vi a Christina sentada contra la pared sobre una colchoneta. Fui hacia ella y me dejé caer a su lado.

-Ey- me saludó.

Yo le devolví el saludo. Nos quedamos un rato en silencio observando a Danny. Se sostenía sobre la pierna derecha y tenía la izquierda levantada por encima de la cabeza, dando patadas en el aire, para mostrar a sus alumnos cómo ahuyentar al contrincante. Puesto que era zurdo y prefería la pierna izquierda para golpear, tenía que prepararse cuando quería enseñarles a los muchachos a dar algún golpe con la derecha. Al principio no me explicaba cómo alguien podía desarrollar tanta elasticidad. A menudo pasábamos las tardes los tres juntos en el centro de entrenamiento,

Christina y yo cómodamente sentadas sobre una colchoneta en la esquina, y Danny, entrenándose o trabajando con sus muchachos. El número de sus alumnos y el total de cursos que impartía habían aumentado tanto y tan rápidamente, que su trabajo había alcanzado las dimensiones de una ocupación a jornada completa. A pesar de ello, todos los fines de semana acudía a sesiones de fotos. A veces pasaba dos o tres días seguidos fuera. Durante la semana, el móvil le sonaba innumerables veces. Siempre había algún discípulo que quería saber algo o una agencia de modelos que le cambiaba una cita, le explicaba dónde tenía que ir o cómo debía presentarse.

Tan cerca del horizonte © [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora