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Seungmin.

Había pasado exactamente una semana. Subía mis cosas al taxi con pesar. De vez en cuando miraba a la casa. Afuera se encontraban Jun y mi padre; mi primo me miraba con nostalgia y una débil sonrisa de boca cerrada. Lo comprendía, yo había sido su única compañía contemporáneo a su edad con quien pudo hablar y divertirse. Pero ahora volvía a quedarse solo.

Mi madre subía sus maletas con molestia, ni siquiera miraba hacia la dirección en donde estaba mi padre y Jun. Se encontraba molesta porque mi progenitor nos mandaba de nuevo a casa. La abuela se negaba a despedirse de nosotros. Esa última semana habíamos charlado y divertido mucho. Ella se sentía triste por mi partida. Una parte de mí tampoco quería marcharse, pero la otra suplicaba una huida.

Tenía miedo. Miedo a que esa fuera la última vez que pudiera ver a mi abuela.

Apreté mis puños y avancé hasta la casa. Jun intentó detenerme, pero lo empujé, provocando que cayera de culo. La abuela se encontraba cerca de la ventana. No me reprimí más, me acerqué hasta ella y la rodeé en mis brazos. Comencé a llorar como un chiquillo entre sus brazos.

—Tengo miedo —admití entre sollozos.

—No temas. El día en que me vaya, tienes que acordarte, que siempre estaré contigo —ella señaló mi pecho—. Estaré aquí, en tu corazón.

—¡Promete que no te irás! —exclamé exaltado.

—Promete tú que no tendrás miedo de cualquier cambio que se presente en tu camino —acarició mi mejilla—. Y que superas cualquier obstáculo. Dejaras que tomen tu mano, y  cruzarán ese lago por fuera hermoso y oscuro por dentro.

No comprendía muy bien las palabras que me decía. Pero asentía sin parar. Después de separarnos, ella me entregó dos flores violetas, ambas tenían una cinta blanca atada en su tallo.

—Entregale una a esa niña de quien me hablaste. —susurró en mi oído— Tú conserva la otra.

A la final, mi padre entró para sacarme de allí y llevarme hasta el taxi. Después de mucho tiempo, finalmente mi madre me rodeó entre sus brazos y todo el camino fue acariciando mi cabello. Me quedé profundamente dormido. Llegamos al anochecer. Nuestro hogar  se sentía frío y silencio. Como si esa semana que pasamos fuera hubiera sido todo un año para que pudiera llenarse de polvo y humedad.

Cada quien se fue a su habitación. Me acosté en mi cama, ni siquiera tuve la molestia de cambiar las sábanas o inspeccionar de que no hubiera ninguna araña albergando por allí. Las horas pasaron y no me moví de esa misma posición. Escuché mi celular vibrar al lado de mi mesita de noche. Estiré mi mano para alcanzarlo y leer el mensaje de texto que me había llegado.

Era Anna; ella me preguntaba si había llegado bien. Le había avisado acerca de mi llegada, pero no solo a ella, sino también a mis amigos.

No quería hablar con ella. Por alguna razón, la quería tenerla lejos de mí por un tiempo.

✴✴✴

Suspire al encontrarme de nuevo frente a la entrada de la institución. Me sentía agotado debido al viaje del día anterior. Por primera vez, había llegado temprano, en los pasillos solo caminaban entre dos o tres estudiantes. Me dirigí hasta el salón de siempre. Al entrar me topé con la mirada de sorpresa de Lee Mina.

—Kim Seungmin, no sabía que ya estabas de regreso.

Hice una reverencia.

—Sí, ya volví —suspire—. Podrías prestarme todos tus apuntes y ponerme al día.

Al Otro Lado © [Kim Seungmin] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora