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Amelie.

Las lágrimas en mis ojos habían llamado la atención de Harry, sin embargo, dijo que ya se me pasaría y que tome un vaso de agua. Suspiré con la pila de fotografías en la cama, Dios, lo extrañaba con toda mi alma, esto había sido mi vida y ahora no podía pisar un maldito escenario.

Sí, cantaba.

Empecé a cantar desde que era una niña de tres años y desde ahí no me detuve, hasta lo que pasó. Al siguiente show, simplemente la voz no me salía cuando abría la boca, parecía que mis cuerdas vocales habían sido amarradas, que no tenía voz, entonces decidí no subir a un escenario nunca más.

Era una promesa.

Harry había insistido que debía volver, que él amaba verme cantar, porque así nos conocimos. Cuando tenía dieciocho años, me presenté en Madison Time Square, recuerdo que ese día no podía parar de saltar de la emoción, porque todo mi esfuerzo había valido la pena, porque afuera había veinte mil personas esperando por mi. Ese día salí a cantar con el corazón, fue uno de mis mejores shows, ese día, conocí al amor de mi vida.

Recuerdo que me lo presentaron, tenía una bandana en la cabeza, pero se veía tan formal, era alto y estaba muy guapo. Recuerdo que recibí unas rosas de su parte cuando terminé el show y de agradecimiento, lo invité a cenar esa misma noche. Harry y yo nos volvimos inseparables al punto de mudarnos juntos a los seis meses de relación y, desde ese entonces, ocupamos esta gran casa juntos. Nuestra relación siempre fue muy sana y fuerte, los pocos problemas que habían eran estúpidos y no había nada que una sesión de caricias y besos no pudiera solucionar.

Estacioné el auto mientras mis recuerdos quedaron en el aire ante el saludo de la recepcionista. Caminé hasta la sala cuando indicaron que era mi turno, Rachel, mi psicóloga se encontraba de pie esperándome.

—¿Cómo va todo hoy, guapa?

—Del uno al diez, un cuatro.

—¿Problemas con Harry? —ambas nos acomodamos, en los ya conocidos por mi, sofás.

—Siento que ya está cansado de la situación, antes corría por mi, me atendía, pero al ver que no mejoró, simplemente se ha desentendido, vivimos juntos pero pareciera que es un completo extraño, no conversa conmigo y...

—Tranquila —su gesto se ablandó cuando vio que mis lágrimas amenazaban por salir. —En primer lugar, claro que has mejorado, lentamente pero lo hiciste, en segundo lugar, debes conversar con Harry respecto a cómo te sientes, no es la primera vez que llegas así aquí.

La hora de sesión pasó volando mientras le contaba de mi situación en la última semana, sí, iba semanalmente. Cuando terminamos, le agradecí, nos despedimos y pasé al super para comprar algunas cosas que faltaban en la casa. Al llegar, Harry se encontraba en la sala mirando su celular, estaba tan concentrado que no recibí ni un hola de su parte. Acomode todo en su lugar y me senté delante de él, dispuesta a conversar.

—¿Podemos hablar? —su mirada subió y asintió levemente.

—Hoy tuve cita con Rachel, hablamos de todo un poco, como siempre —me estaba escuchando atentamente y lo agradecía. —Siento que estas muy indiferente conmigo, sé que estás cansado de que no quiera hacer las cosas que antes hacíamos juntos, viajar pero...

—Te entiendo, Amelie, lo hago, no veo que nuestra relación esté mal —lo miré incrédula al pensar que para él, las cosas estaban bien.

—¿Lo dices en serio? Porque tú no actuabas conmigo así antes, Harry.

—Deberías superar el pasado, Amelie, mira hasta donde has llegado con todo esto —su voz sonó dura. —Pero si no te sientes cómodo con mi presencia en la casa, si quieres me voy.

Stone Cold [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora