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Julio, 2014.

Harry.

Lo veía y no lo creía.

—Señor Styles ¿Esta es la última caja? —consultó conmigo el señor de la mudanza.

—Sí, muchas gracias por toda su ayuda —estreché su mano permitiendome volver al mundo real un momento.

Había logrado mi sueño.

—¡Mi amor, es perfecta! —mi novia entra a la gran casa, haciendo que con ella entrara toda la luz que no había, ella la estaba iluminando.

Habíamos cumplido nuestro sueño.

Le sonreí para correr entre todas las cajas en su búsqueda. Ella hizo sonar las llaves, era nuestra casa, íbamos a vivir juntos, lo habíamos conseguido.

Con seis meses de relación y muriendo de amor por Amelie Brescia, luego de hacer el amor, le pedí que viviéramos juntos. Estaba harto de alejarme de ella por meses, de no poder levantarme y verla conmigo. Sabía el gran cambio que implicaría, responsabilidades extras y una vida de convivencia nos venía por delante, pero vamos, si uno no arriesga, gana.

La tomé de la mano y corrimos escaleras arriba, con Ed Sheeran de fondo, caminamos hasta la habitación más alejada, la que sería nuestra.

La vista daba a una de las playas más preciosas de Los Ángeles, teníamos una pequeña playa privada, al igual que una piscina inmensa. Mis ojos iban escaneando cada rincón de la casa, mientras esto pasaba, en mi cabeza me imaginaba a mi bella chica sonriendo en todos espacios.

—¿En que tanto piensas? —lejos de sonar como interrupción, me alegró saber que no estaba solo.

—En lo afortunado que soy porque estas conmigo —susurré volteando mi mirada y centrándome en ella.

—Que romántico, bebé —contestó mientras me abrazaba por detrás.

—Seremos felices aquí, Amelie, te lo prometo —mi vista estaba dirigida hacia la playa, tenía sus pequeños brazos rodeaban mi cintura. —Tendremos muchísimos hijos —escuché una risita.

—¿Muchos? —la tomé delicadamente y le cambié la posición, ella ahora se encontraba delante mío.

—Como un equipo de fútbol —jugué ya que volteo su cara sorprendida.

—Si pasa eso, tendremos que comprar una casa más grande —ríe ella.

—Le compró el palacio de Buckingham a la mismísima reina de Inglaterra, mi amor.

Amelie carcajeo, me uní a ella. Los segundos en silencio se hicieron minutos, pero cuando menos lo pensé, la tenía besándome y regalándome caricias.

La conduje entre torpes pasos hacia cualquier pared que tuviera cerca para apoyarla en ella. A pesar de la distancia entre nosotros, ella llegaba a besarme sin problemas. La cama no llegaba hasta el día de mañana, así que tocaba improvisar. Con ella en mis brazos, corrí hasta nuestras maletas para sacar una sábana y tirarla al piso. Amelie rió con mis intenciones pero eso no nos detuvo.

Una vez en el suelo, la ropa sobró. Besé cada lunar, cada facción y cada imperfección que ella creía tener. Amelie era tan delicada, sentía que podía romperla en mil pedazos si es que usaba mucha fuerza, no quería dañarla, pero ella siempre me dio la confianza para comerla entera sin ningún temor.

Me hipnotice cuando la tuve más cerca, mi mujer era malditamente preciosa, era una belleza. Besos húmedos, arañones y gemidos se escuchaban mientras nos envolvíamos juntos. Ella se sentó encima mío para moverse sin piedad sobre mi gran bulto.

—No me tortures así —hablé apenas con un poco de aire, ella me iba a matar.

Su risa tierna sonó como la risa sensual de una hermosa mujer.

Cuando menos lo pensé, la tenía bajo mío suplicando por más.

—Harry —mencionaba entre gemidos ahogados.

Aceleré mi ritmo tomando entre mis manos sus muñecas y llevándolas encima de su cabeza. No medí mi fuerza ya que sus pechos subían y bajaban sin parar, ella deliraba al igual que yo. Y cuando estaba pensando que iba a desmayarme, ambos explotamos al mismo tiempo.

Amelie respiraba agitadamente, tenía los labios hinchados y el cabello rubio desordenado, y aún así, lucía como la mujer más linda para mi.

—El piso no está tan mal, eh —jugué mientras la abrazaba entre mis brazos.

—De hecho, es nuestra cama esta noche —mencionó acomodándose mejor sobre mi pecho.

—Bebé, siento no confirmar el día de la entrega de nuestro colchón —hice puchero mirándola. —Por mi culpa debes dormir en el suelo.

Cuando pensé que iba a retarme, habló la Amelie que conozco:

—Es una anécdota más para contarle a los mil nietos que tendrás, Harry Styles.

Ella se levantó para acomodarse el cabello. Desde mi perspectiva, su silueta se veía en sombra ya que estaba a contraluz. Joder, iba a desmayarme.

—Eres hermosa —la admiré.

—Te amo —sus ojos se hicieron chinitos, como cada vez que ella reía. —Gracias por hacerme tan feliz, Harry.

El pecho se me infló, porque hacerla feliz a ella era como ser el rey del mundo.

—Gracias por aceptar estar conmigo, Amelie, gracias por traerme felicidad a mi vida.

Y la abracé, porque la noche aun era joven y ambos teníamos muchas ganas de seguirnos amando hasta que saliera el sol.

Stone Cold [H.S]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora