Capítulo 36

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Thiago

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Thiago

Marga y mi mamá estaban esperándonos sentadas en la mesa de un restaurante bonito que no quedaba muy lejos. Se pusieron de pie cuando llegamos y aunque estaba emocionado por los ojos brillosos de las dos al verme, no pude evitar notar que Bianca estaba algo cortada.

A ver, que ya la conocía y sabía que este tipo de interacciones sociales en estos lugares que ella consideraba tan estirados, la ponían algo nerviosa, pero estaba rara.

Se dejó abrazar por mi mamá tiesa como un palo y sonrió a mi abuela con un gesto que se quedó a la mitad, de lo más incómodo, mientras se sentaba en la silla que le tendían.

—Pero qué preciosa tu novia, Thiago. – dijo Marga acomodándose su larga y platinada melena sobre los hombros, dejándose las gafas de sol por arriba, como una tiara. —Mucho más linda que en las fotos, esos ojos... ¿Son tuyos o lentes de contacto? – se interesó.

Mi chica la miró algo confundida y después sonrió.

—Son míos. – respondió. Claro, ella no estaría tan acostumbrada a que la gente hiciera cosas así de extremas para cambiar su apariencia, pero para Margarita Ortega de Balcarce, eran cosas normales de todos los días.

—Son bellísimos. – dijo impresionada, admirándola en detalle. Si Bianca hubiera sido otra, se hubiera ruborizado mientras agradecía, pero no. Ella solo apretó los labios dejando escapar un "gracias" escueto, haciendo un esfuerzo sobrehumano por no ponerle los ojos en blanco.

Sonreí por lo bajo y me acomodé la servilleta en el regazo mientras un camarero se acercaba a tomarnos el pedido.

—Estás muy bonita, Bianca. – le sonrió mi mamá. A pesar de que habían tenido momentos tensos entre ellas, sabía que en fondo le tenía mucho aprecio. —Me crucé la semana pasada con Amalia, me alegra saber que les está yendo mejor. La peluquería está hermosa.

—Sí, todo está marchando bastante bien desde que Amalia dejó el bar. – se encogió de hombros. —Todo un cambio de tener que estar cargando con ella borracha todas las mañanas antes de ir al colegio, a verla ahora tan recuperada. – resopló. —Toda la tarde y noche en casa.

—Por dios. – dijo Marga por lo bajo y mi mamá cerró la boca con tristeza.

—Pero ahora está muy bien, de hecho tienen tantos clientes que contrataron a un empleado para que de una mano. – quise mostrarme positivo y Bianca asintió, nerviosa. Pensando que ya la había cagado con lo que había dicho.

—Eso es bueno. – sonrió Marga. —Señal de que el negocio está creciendo. Ya te digo que las peluquerías caninas tienen futuro... Mis amigas tratan a sus mascotas mejor que a sus hijos. Si pudieran llevárselos al SPA del Club, se los llevaban.

Las señoras se rieron y Bianca me miró en lo que parecía una señal de auxilio. Quería dejar de ser el centro de atención y la conocía lo suficiente como para darme cuenta sin que me lo dijera. Con una sola mirada nos entendíamos, así que apreté su mano con fuerza sobre la mesa y con una sonrisa, cambié de tema.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora