Capítulo 33

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Bianca

Los domingos nunca habían sido mi día preferido de la semana, vamos... Pero este se llevaba el premio al peor de todo el año.

Había pasado una noche de mierda en la que apenas había podido dormir. No tenía fuerzas para nada, pero me había arrastrado hasta la ducha y me había refregado los restos de ese recital que había sido tan espectacular, y que a la vez me había creado tantos problemas; para caer de cara al colchón y quedarme hasta las tantas escuchando música para torturarme.

Esa lista de reproducción que tenía, que parecía haber sido hecha especialmente para revolcarme en mi dolor y darme cuenta de que la había jodido de verdad el día anterior.

Sí, esa que tenía la canción Visions of Gideon, que tanto me hacía llorar.

Cuando amaneció, me había levantado y me había pasado un buen rato eligiendo mi ropa porque estaba dispuesta, decidida y totalmente determinada a arreglar las cosas con Thiago.

No había visto la hora, pero me daba igual.

Le había sacado el auto a Amalia porque sabía que ese día la tienda no abría y no lo necesitaría, y me había ido al hotel que más cerca quedaba.

No sabía si era donde estaba alojado, pero tampoco podía darme el lujo de no intentarlo; así que había acosado a la chica de la recepción con mil preguntas para saber de él, inventándome tal vez alguna mentirita blanca para que me dijeran.

Tenía que agradecer que justamente era una de las clientas de la peluquería canina y que ya un poco me conocía, así que después de mucho romperle la paciencia, había obtenido un escueto de su parte, que me había bastado para seguir con mi plan.

Salí corriendo al restaurante de la planta baja y por suerte también, este era abierto al público, así que con las manos algo temblorosas, tomé mi celular y rogué que me respondiera.

Tenía que enmendar mis errores a cualquier precio.

—¿Qué es todo esto? – preguntó sorprendido cuando bajó por fin de su habitación para encontrarse conmigo.

—El desayuno. – respondí entornando un poco los ojos y sonriendo en son de paz. No puedo decir que me devolviera la sonrisa, pero por lo menos se había sentado en la mesa y me había saludado, con todo y su cabello revuelto y ojos de recién levantado. Decir que estaba adorable a esas horas, era quedarse cortos. —No estaba segura de qué desayunas ahora, así que pedí un poco de todo. – señalé las masas, bizcochitos, fruta y el plato enorme con huevos y otras guarradas que chorreaban aceite y que jamás se me ocurriría comer acompañadas de un café.

—Es un montón. – dijo y reprimió el gesto divertido, rascándose disimuladamente la nariz, y acomodando más su silla para acercarla a la mesa. Aun así, agarró un tenedor, y sin dudarlo lo hincó en los huevos revueltos y se comió dos casi sin respirar, mientras se preparaba una tostada con queso fresco y dulce en completo silencio.

Me miró expectante dar un tímido sorbo de mi jugo de naranja y las manos me sudaron de los nervios. Mierda.

Suspiré y dejé el vaso en la mesa para mirarlo. Me tocaba...

—Quería pedirte perdón por lo de ayer. – empecé a decir, ante su atenta mirada. —Por favor, perdoname, sé que estuve mal. – me toqué inquieta el flequillo, sintiendo que me ahogaba. —Debería haberte enviado un mensaje antes, debería haberte dicho que iba a un festival... – negué con la cabeza, hundiéndome en esa silla más y más, viéndolo tragar la tostada con calma. —No quería que te enojaras porque iba a salir con Mila, pero tenía ganas de ir a ver a esas bandas y te juro... – hice una pausa para mirarlo bien y darle énfasis a lo que decía. —Te juro que pensé que iba a ser capaz de volver a tiempo para buscarte como habíamos quedado. Soy de lo peor.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora