Capítulo 16

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Al día siguiente, me había cuidado de no responderle los mensajes a Thiago hasta pasado el mediodía

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Al día siguiente, me había cuidado de no responderle los mensajes a Thiago hasta pasado el mediodía.

Si tenía que hacerle parecer que había salido por ahí la noche anterior, no tenía sentido que estuviera conectada temprano, porque claramente tendría resaca, o estaría tan trasnochada, que me sería imposible responder.

Me había tenido que atar las manos para no conectarme y chequear si él estaba en línea, eso sí. Porque yo le estaba haciendo creer que había salido a divertirme, pero no soportaba pensar que tal vez él hubiera hecho lo mismo.

Tenía el leve consuelo de saber que con sus entrenamientos, había pocas posibilidades de que los dejaran dormir hasta demasiado tarde... Y tomar demasiado, nunca era una opción.

Dejé pasar el sábado completo sin contestarle, y luego el sábado solo lo saludé, como para que tampoco se creyera que me había pasado algo; pero lo justo y necesario como para que también supiera que no estaba contenta con cómo habíamos dejado las cosas.

A esta altura era puro orgullo, pero me jodía tanto pensar en que estaba rodeado de modelos y chicas lindas mientras yo lo echaba de menos, que tenía ganas de hacer este tipo de maldades de vez en cuando.

El lunes, cuando no me quedó más remedio que retomar la rutina de mierda, yendo al colegio, a lo mejor me lamenté un poco haberme perdido dos días sin hablar con él.

Habían sido dos días enteros, y ahora hasta que jugara su próximo partido, estaría concentrando, casi imposibilitado de comunicarse con nadie. Resoplé apagando el cigarrillo contra la pared de la escuela con cara de asco.

Tampoco es que hubiera cambiado en algo. – pensé. Si de todos modos hoy lo hubiera extrañado igual. Él seguía estando malditamente lejos.

Tomé asiento en mi lugar al lado de Jaz, y esta me saludó alegre con una sonrisa franca y simpática. Torcí el gesto pensando en que un poco me hacía acordar a cómo me recibía todos los días mi chico... No sé de qué planeta se habían escapado estos dos, pero por las mañanas, irradiaban energía y buena onda a todos los que los rodeábamos.

A todos los que ni un balde de café los hubiera logrado despertar para ser capaces de responder con un gesto parecido en respuesta. Quiero creer que también le sonreí, pero no podría jurarlo.

—Bueno, chicos. – empezó diciendo el profesor de historia. —Para el próximo trabajo, voy a querer que trabajen en grupos de no más de cuatro personas. – empezó diciendo y automáticamente puse los ojos en blanco.

No había nada como para cagarle a uno la existencia a primera hora de un lunes, que la perspectiva de tener que ser parte de un trabajo en grupo. ¿Es que los profesores no podían darse cuenta de una vez que estos eran una tortura?

Miré hastiada a mi alrededor, viendo cómo todos se hacían señas y ya quedaban conformados casi como se sentaban, en perfectos grupos de cuatro, dejando un par de personas de lado.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora