Capítulo 4

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Nunca había sido muy fan del verano, pero esta última parte de este, estaba siendo una verdadera mierda. Quién lo hubiera dicho, pero casi contaba las semanas y días que faltaban para poder empezar las clases de una vez. Al menos me daría algo que hacer.

Y había probado varias cosas, ¿eh?

Había llenado todo un block con nuevos diseños y me había pasado tardes enteras caminando del parque a mi casa, paseando, sin hacer nada en particular.

Catalina me había buscado, se había querido disculpar por su comportamiento el año anterior, diciendo que por fin se había dado cuenta de que esa vida no le convenía; y me había contado de paso, que Marcos se había mudado de barrio para siempre.

La policía lo tenía visto, y después de mi denuncia, otras chicas se habían animado a hacer las suyas, y estaba en la mira; así que por suerte, había decidido largarse bien lejos para no volver.

Como podrán imaginarse, Thiago estaba feliz con la noticia. Ahora que estaba lejos, lo dejaba infinitamente más tranquilo saber que estaría a salvo cuando saliera a la calle, si ese idiota no estaba aquí para molestarme.

Con la cucaracha lejos, mi ex amiga, había cambiado de hábitos y ya no se juntaba con los de la banda. Ya no tenía por qué, el chico que le interesaba no estaba, así que había perdido todo el interés. Se había cambiado el peinado, la manera de vestir, y ahora se había buscado otro grupo de amigos para quedar.

Los que se iban de pool party, claro.

Y eso también había intentado.

Queriendo no ser tan amargada e intentando distraerme, había acompañado a Cata a un par de ellas, y había puesto lo mejor de mí por no aburrirme de manera violenta, pero como deben imaginar, no había dado mucho resultado.

La música de mierda y la gente que asistía, despertaba mi instinto asesino, y siempre volvía a casa con una migraña y un mal humor, que mejor que no me cruzara con nadie porque ladraba.

Por el color de mi piel, sabrán que tomar sol no era una de esas experiencias que más disfrutaba, y estar como una lagartija sobre una piedra toda la tarde, me desesperaba. Me achicharraba...

Literalmente sentía como las ganas de vivir se me escapaban a medida que alguien se hacía el vivo y se tiraba a la pileta salpicándonos a todos los que tranquilos, solo queríamos tomarnos un traguito a la sombra.

Si veía a un cheto más bailando mal cumbia, lo prendería fuego, y ni siquiera sentiría remordimientos.

Así que había terminado por ignorarla a ella y a todos los que me rodeaban y eran igual de patéticos.

Me había ido lejos del barrio.

Había visitado a mi pequeño hermano y de hecho, hasta lo había cuidado un par de veces que mi padre y Carlota necesitaban salir para algo.

El rol de niñera no se me daba mal. El pequeño Dante era un bebé fácil... Lloraba lo justo y necesario, tomaba bien su mamadera y no protestaba cuando tenía que cambiarlo o darle un baño.

Lo cierto es que nos entendíamos.

Él dormía la siesta y yo usaba el cable, el wifi y todas las instalaciones mientras disfrutaba del aire acondicionado de la casa de Fernando Arce...

De paso, me pagaban.

Yo me había negado al principio, por orgullosa y eso, pero mi progenitor había insistido, así que no estaba en una posición donde pudiera decirle que no a ninguna suma de dinero. Estaba ahorrando para cuando me mudara a Córdoba, después de todo... Y no es como si fuera a aprovecharme, ellos eran ricos. Yo no.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora