Capítulo 35

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Como cada vez que pasaba un rato con él, el tiempo volaba

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Como cada vez que pasaba un rato con él, el tiempo volaba. Llevábamos riéndonos por cualquier pavada, y para cuando miré la hora en mi celular, ya tenía que volverme a mi casa.

Le hice señas a mi amigo, que más remolón se estiró antes de ponerse de pie del todo, sacudiéndose la tierra de sus pantalones negros, y pasándose los dedos por el cabello de manera distraída. Lo tenía largo.

A mí usualmente no me gusta el cabello así de largo, pero tenía que admitir que el chico lo sabía llevar. Aunque a nuestra directora le pareciera desprolijo o que tenía aspecto de estar sucio, puedo asegurarles que no lo estaba. Siempre olía a champú y era bastante más suavecito que el mío, sin tener que estar poniéndose ni la mitad de mierdas que yo compraba para mantenérmelo, como cremas de peinar, enjuagues y máscaras nutritivas. La vida es así de injusta, qué puedo decirles.

—Gracias por quedarte un rato esperando. – dijo, encogiéndose de hombros al mismo tiempo. Como si le costara tener que estar agradeciendo algo, y necesitara inmediatamente restarle importancia.

—No es que estuviera muy ocupada. – asentí y él hizo lo mismo en silencio. Ok, los dos estábamos pensando que irme a mi casa a estar con mi novio, probablemente sí era tener algo en lo que ocuparme, pero ninguno lo dijo. —Ahora, si me dejas que te de un consejo; deja de faltar a educación física. Creeme que no es una de las materias que quieras llevarte para rendir en el verano.

—No me voy a llevar educación física. – se rio burlón. —¿Quién se la lleva?

—Los que faltan. – respondí algo ofendida, alzando el mentón. Me la había llevado más de una vez.

—Está bien. – cedió, ayudándome a recoger mi mochila y sacándole la tierra también. —Gracias por el consejo, mamá. Ya no voy a faltar.

Le enseñé el dedo medio y me di vuelta para emprender camino.

—Insoportable. – mascullé y escuché que le hacía gracia.

—Pero te gusta pasar tiempo conmigo. – se jactó orgulloso y yo no lo pude contradecir.

—Lo mismo puedo decir de vos. – retruqué. —Te saco de quicio, pero te encanta.

Asintió alzando un hombro.

—Es fácil hablar con vos. – comentó y ya no bromeaba. —Te gustan cosas que a mí también, y venimos de lugares parecidos.

—Tenemos las mismas fobias sociales y esto de prestar atención en el colegio, no se nos da muy bien. – agregué.

—Somos igual de creativos. – siguió enumerando y yo me hice la que dudaba.

—Yo no iría tan lejos, aunque lo que escribís supongo que no está tan mal. – bromeé. —Nada comparado con mi arte.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora