Capítulo 6

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No podía quejarme, los días habían comenzado a pasar más rápido ahora que tenía que ir al colegio otra vez.

Al tener las mañanas ocupadas, ya no podía ir a casa de los Arce para cuidar a mi hermanito, así que solo me llamaban algunos fines de semana si querían salir o tener una cita.

Carlota había cambiado un poco su actitud conmigo desde que me veía con Dante, y al parecer los instintos maternos la estaban volviendo más humana, porque hacía meses que no había vuelto a escuchar ninguno de sus comentarios venenosos. Seguramente era eso y no tenía nada que ver con el hecho de que mi pequeño hermano no soportaba a la otra niñera que llamaban, y dependían de mí para tener una vida social.

En el estudio de Homero las cosas iban un poco más lentas de lo que me hubiera gustado, pero al menos había tenido la oportunidad de tatuar dos o tres veces más mientras miraba como el resto trabajaba.

Yo seguía haciendo mis dibujos y llevándolos por las dudas algún día alguien se animara a llevarlos en su piel. Los otros chicos del staff estaban un poco celosos del espacio que mi amigo me daba al no tener ninguna experiencia, y hasta habían empezado a decir que nosotros teníamos algo...

Él hacía unos días que había cortado con la loca de su novia, y por eso es que se confundían. Pero la verdad es que nada podía estar más alejado de la realidad.

En confianza, me había confesado que me veía como su pequeña hermanita. Le gustaba mi arte y mi pasión por la tinta, y sus intenciones eran enseñarme a hacer lo que hacía porque le recordaba a él de más joven.

Que me tenía paciencia, estaba todo el tiempo explicándome cosas, dándome sus trucos y me dejaba llevar las cosas de la escuela para estudiar en los tiempos libres que tenía, eso también era cierto, pero qué quieren que haga. Era la mimada y no me molestaba ni un poco.

Y créanme que así Homero me confesara que quería algo más, tampoco tendría ninguna chance. Yo estaba bien con mi chico, y por más que la distancia comenzaba a pesarnos, ni se me ocurría mirar a otro ahora. Lo siento, pero no.

Y Thiago lo sabía.

Si había aprendido algo en este tiempo separados, era que el chico no era para nada celoso.

Le había contado de los idiotas de mis compañeros de escuela mirándome el culo, y había puesto los ojos en blanco, diciéndome que seguramente los había insultado o hasta pegado para ponerlos en su lugar. Bueno, no se había equivocado.

Y en cuanto a mi jefe, y si bien no lo conocía personalmente, tampoco tenía ni la más mínima inseguridad. Estaba agradecido con él por la oportunidad que me había dado, y siempre se reía cuando le contaba anécdotas del día a día o sus ocurrencias.

Hasta en eso tenía que ser tan perfecto el muy jodido.

Ni una pizca de celos, nada. Estaba convencido de lo mucho que nos queríamos y no veía nada más...

No como yo, que llevaba semanas pensando en esa influencer novia de su amigo que le rondaba. En mi imaginación, la había dejado pelada, sin dientes y le había hecho tragar todas las cremas que le mandaban de regalo, una por una.

Si hasta me daba celos ese compañero que tenía, Gastón, porque él sí podía verlo a diario, y yo no.

¿Tenía lógica? Claro que no, pero así funcionaba mi cabeza, lo siento.

Otra cosa que había cambiado, es que ahora estaba pendiente del fútbol en la tele. Y es que algunos de los partidos de los que jugaba mi novio eran televisados, y ahí estaba yo... siempre esperando verlo aunque fuera unos minutos entre los otros jugadores pequeñitos que se movían en el campo de juego.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora