Capítulo 10

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Como la tilinga de nuestra compañera Guillermina vivía cerca, lo más lógico había sido quedar en mi casa para ir a la fiesta.

Además los padres de Jaz no permitirían nunca que tomáramos alcohol mientras nos arreglábamos, ni que yo dijera las barbaridades que seguramente diría si pasaba un rato en su presencia.

Cada vez que había ido a su casa a estudiar, muy sabiamente, habíamos ido a su cuarto o a la sala cuando no había nadie. Era normal que no les cayera del todo bien a los padres, era algo que daba por sentado. Y aunque los de Jaz nunca me habían dado a entender que pensaran mal de mí, reconocía que tampoco inspiraba demasiada confianza.

Me puse una camiseta sobre mi cuerpo desnudo y el primer short que encontré tirado en el suelo. Thiago, me miraba desde la cama, adorablemente despeinado.

Probablemente tendría que haber aprovechado el tiempo estudiando, ya que al otro día tenía escuela, pero es que desde que me había ido a buscar, no habíamos podido sacarnos las manos de encima.

—Vestite. – le pedí con una mirada que no logró convencerlo del todo. Y es que si era por mí, que se paseara por allí desnudo, tenía el cuerpo para hacerlo y nadie nunca iba a quejarse... Pero algo me decía que sería mucho para los inocentes ojos de mi compañera. —Cuando ella dice que viene a las ocho, viene a las ocho. No es como yo. – le aclaré y rápidamente pegó un salto para ponerse algo de ropa.

—Bajo un rato al super a comprar unas cervezas. – le avisé. —Desde que Amalia está responsable y trabaja de día, ya no hay bebida en la casa.

—Eso es algo bueno. – dijo, encogiéndose de hombros.

—Para ella, sí. – reconocí. —Para mí, no tanto.

Thiago se rio y pasando por mi lado para buscar sus pantalones, me dejó un besito en el hombro.

—Acordate que yo tampoco puedo tomar tanto. – comentó. —Estoy en plena temporada.

—Mmm...sí, sí. – dije poniendo los ojos en blanco antes de salir apurada, bajando los escalones de dos en dos.


Thiago

Me acomodé el cabello frente al espejo del baño, resignado a que no lograría mucho después de lo de la tarde...

Si lo mojaba, tal vez... Pero no tenía ganas.

Estaba por ponerme a cocinar algo para que Bianca y su amiga no tomaran con el estómago vacío, cuando el timbre sonó, sorprendiéndome. Miré la hora. Ocho en punto.

—Ehm, hola. – dijo la chica que estaba del otro lado de la puerta. Sus ojos azules y saltones me recibieron con sorpresa y algo de miedo, así que rápidamente le sonreí para que se relajara.

—Hola. Bianca ya viene, salió un segundo al super. – hice señas para que pasara y juro que por un buen rato, pareció que dudaba. Que estaba considerando quedarse fuera esperándola con tal de no tener que estar a solas con alguien que no conocía.

No me lo tomé mal. No creía que fuera porque yo no le simpatizaba. Más bien me daba la impresión de sentirse algo intimidada, y eso lejos de caerme mal, me daba mucha ternura.

Pasó a la sala sujetándose la correa del morral con las dos manos y sonrió nerviosa al ver que la seguía para sentarme en otro sillón. Algo me decía que si me sentaba en el mismo que el de ella, explotaría, o algo parecido.

Me rasqué la nuca contagiándome de su ansiedad, escarbando en mi mente algún tema que pudiera sacar para que el momento dejara de ser tan incómodo.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora