Mila
Acostado en su cama con un cigarro en la mano, la miraba caminar de un lado al otro, rumiando sobre la conversación que había tenido ese día con la madre de su novio. Ya me tenía la cabeza hecha un bombo, pero lo estaba soportando con paciencia, porque en el fondo, notaba que lo que quería era desahogarse. No esperaba respuestas de mi parte ni soluciones mágicas.
Creo que por eso es que nuestra amistad funcionaba tan bien. No estábamos allí por los consejos y toda esa mierda sentimental, si no por comprendernos sin necesidad de nada más.
Y si alguien sabía lo importante que era desahogar todas esas cosas que se nos atoran en el pecho, ese era yo. Tenía ya unos años de experiencia.
Solté el humo hacia arriba y asentía cuando se me quedaba mirando, porque eso era lo que estaba esperando que hiciera y la dejaba seguir parloteando.
A ver, estaba de acuerdo con lo que decía. La señora estaba algo tocada, pero era una madre preocupada... Mi vieja también lo hacía y pobrecita, ella sí que tenía razones. Por lo menos esta noche estaba contenta porque su querido hijo estaba haciendo sociales. Para que su alegría fuera completa, le había dicho que iba a estar en casa de Bianca. Mi supuesta novia.
Cada vez que recordaba esa mentira, quería reírme. Cómo era posible que mis padres no se dieran cuenta. Me entraban ganas de poner los ojos en blanco.
No quería hacerles daño, estaban mayores, y sabía que había posibilidades de que no aprobaran quién era. Créanme que a mí mismo me había llevado unos cuantos años aprobarme.
Era más chico, era más inmaduro y egoísta. Y no podía creer que esto también estuviera pasándome a mí. Además de ser el raro, el que no tenía amigos, el que prefería quedarse escribiendo en su maldito cuaderno en vez de jugar a la pelota... Además de todo eso, tenía que ser aún más diferente.
Odiaba esos sentimientos y sensaciones que estaban despertándose en mí, y había hecho de todo para esconderlos, negarlos y pelear en su contra.
Totalmente al pedo.
Uno es quien es. Punto final.
Me había hundido, me había enojado, me había querido aislar del mundo y desaparecer. Había querido aprovechar que a veces todo era tan pesado y se me hacía difícil respirar, y dejar que la ansiedad me comiera. Me desesperaba no poder ser como los demás. Me desesperaba ver gente feliz, yo no podía ser así. Yo estaba mal. Algo estaba muy mal en mí.
Mis primeros escritos son un nudo de angustia. Pesado, oscuro, duro de tragar, ya no podía leerlos. Estaba herido por todas partes y dolía. Me ardía el alma con cada palabra, y el poder soltarlo todo en una hoja, es lo que a veces me traía alivio.
Una vez que aparecía ahí en el folio, podía dejar de ocupar lugar en mi cabeza y en mi pecho.
Salía en forma de tinta, desangrándome gota a gota, drenándome de todo lo que sufría y créanme que sé que sueno dramático de más, pero es que nadie a la edad que tenía en ese entonces, debería sentirse así como yo me sentía. Y lo peor de todo, ni lo decía.
Mis padres no tenían ni idea, nadie se enteraba.
Todavía a veces me escocía en lo más profundo, pero ya había hecho las paces conmigo y eso era liberador.
Sabía perfectamente que yo era más que mi depresión y mi orientación sexual. Solo después de haber estado con un par de personas me había dado cuenta de que lejos de ser algo malo en mí, era algo bueno. Algo muy bueno y se sentía putamente bien.
No podía creer el haber perdido tanto tiempo luchando en contra, el haber arrastrado a una chica para demostrarme algo... y terminar por confirmar que era gay. Muy gay.
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2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimas
Novela JuvenilSinopsis Bianca tiene que repetir su último año de escuela por su pésimo desempeño académico y comportamiento, mientras Thiago cumple su sueño de convertirse en jugador de fútbol profesional. La distancia y la falta de comunicación se suman a otros...