Prólogo

653 67 36
                                    

Sonreí de costado al notar que su puño volvía a ajustarse con fuerza y reprimía un jadeo, poniendo todo el cuerpo en tensión.

Desde donde estaba ubicada, no podía mirar de frente su rostro, pero sabía que estaba congestionado y probablemente la vena de su frente estuviera resaltando en medio.

Acaricié la piel con una mano y con la otra lo sujeté fijo en el lugar para que no fuera a moverse.

Tenía la espalda bañada de sudor, y nada tenía que ver con el hecho de que estábamos en pleno febrero y fuera hacían como cuarenta grados a la sombra. Tendría que haberme imaginado que iba a tener que poner el aire acondicionado más frío...

—Yo te dije que iba a doler. – me jacté, alzando una ceja.

—No es el dolor, aunque me arde como si me estuvieran quemando... – se quejó, girando apenas la cara para mirarme. —Es que además me hace cosquillas.

Me reí y acerqué la luz de pie a la camilla donde Thiago estaba boca abajo con la pantorrilla expuesta y ya delineada para tatuarse.

Finalmente me había convencido de dibujarle en la pierna uno de mis diseños como regalo de cumpleaños, y aquí estábamos.

Yo al principio no había querido.

No me pregunten por qué, pero a pesar de haber bromeado tantas veces sobre esto, a la hora de hacerlo, me había aterrorizado la idea. No era solo por la posibilidad de estropearle las bonitas piernas que tenía, si no, el hacerle sentir dolor.

¿Quién lo hubiese dicho, no?

Porque una cosa era jalarle un poco el cabello o clavarle las uñas en la espalda, cuando las cosas entre nosotros se ponían... interesantes; y otra muy distinta era esto de ahora.

Micro gotitas de sangre sobre la superficie entre las líneas de tinta y los costados irritados en lo que estaba tatuando sobre su piel recién afeitada. No es que tuviera mucho vello corporal, pero en las piernas era uno de los únicos lugares en donde hubiera necesitado realmente hacerlo. Una maquinita nueva, como todo lo que estaba usando y el pulso algo tembloroso de no poder creerme que estaba por hacerlo de verdad. Lo estaba tatuando.

—Tus viejos te van a matar. ­– le recordé mientras recorría el dibujo con una servilleta de papel para limpiarlo y ver mejor.

—Ya estoy grande, y desde ahora no tengo que pedir permiso. – dijo, queriendo quitarle importancia. —Mi mamá va a entenderlo, hasta es probable que le guste. – dijo mirándose con una sonrisa. —Te está quedando espectacular.

—No me pongas nerviosa. – lo regañé con mala cara. —El problema como siempre es Oscar... Si él te lo ve, no le va a importar que ya tengas la edad legal para tomar alcohol o votar, te va a matar.

Thiago se rio y se encogió de hombros brevemente antes de recostarse en la camilla otra vez.

—Igual creo que sigue enojado por lo de mi cumpleaños todavía... – nos reímos.

Oh... Su cumpleaños.

Voy a aclarar que nuestros cumpleaños se separaban por solo dos días, así que nos había parecido lo más lógico festejarlos juntos. Además de eso, coincidía con la primera vez que Thiago volvía a Buenos Aires a verme, y el reencuentro ya de por sí era muy importante para los dos.

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora