Capítulo 7

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Thiago

Estaba nervioso.

Al día siguiente tenía un partido importante porque se jugaría con el equipo rival de la provincia. Lo que se conoce como el super clásico, y todos sabíamos que si había un momento para lucirse, ere ese. Se esperaba todo de nosotros y no podía permitirme ni un solo error.

Esto ya no era el campeonato juvenil, no. Esto era en serio y esto era mi trabajo. Toda mi carrera y probablemente la de mis compañeros, estaría siendo juzgada bajo una lupa en partidos como este.

No es que no estuviese preparado.

Creo que en mi vida había entrenado tanto, no es broma. Me despertaba al alba y cumplía con rigurosidad el entrenamiento tal y como se esperaba de mí, pero de todas maneras no podía evitar estar un poco... tenso.

Y cuando digo tenso, me refiero a no poder dormir bien, despertarme a cada rato con una pesadilla, tener la panza hecha un lío haciendo que nada que comía me sentara del todo bien, y que las escasas charlas que tenía con los que me rodeaban, fueran... raras.

Estaba al límite, y si normalmente era una persona positiva y de buen humor; cuando algo me preocupaba, todo lo demás me dejaba de importar. Tenía el juego en la cabeza, y no tenía ni tiempo ni paciencia para lidiar con otras cuestiones, como eran los pesados consejos de mi madre por teléfono cuando me decía cuarenta y cinco veces que me abrigara para que no fuera a enfermarme... O el mal humor característico de Bianca quejándose de todo en los pocos minutos que teníamos para hablar.

Simplemente no podía.

—Y ahora que hace frío, levantarme a la mañana es un asco. – decía. —¿Sabes lo que es tener que seguir yendo a la escuela después de todo este tiempo? Ya estoy podrida. – resoplaba, poniendo los ojos en blanco. —Por lo menos podría haberme tocado el turno tarde.

—Pero entonces no podrías trabajar en el estudio de Homero. – le recordé y ella solo hizo un gesto de descontento con la boca.

—Bueno, sí... Pero igual, hacer todo de nuevo es insoportable. – siguió. —Y mis compañeros son unos pelotudos. ¿Ya te conté lo que hicieron el primer día con las bombas de estruendo? Si nosotros lo hubiéramos hecho, la Garibaldi nos hubiera echado a la calle.

Suspiré, perdiendo de a poco la paciencia.

—Pensé que habías hecho una amiga, esa tal Jaz. No todos deben ser tan pelotudos. – bromeé, pero no sonrió. —Además no digas eso de la Garibaldi, que le hiciste mil cosas y nunca pensó en echarte.

—Pero bien que se vengó haciéndome repetir. – se rio con sarcasmo. —Porque la vieja sabe que lo peor que puede hacerme no es echarme, si no tener que seguir yendo a esa escuela de mierda por años...

—Ok, Bianca, pero fuiste vos la que desaprobó todas las materias, ¿no? – dije, explotando de repente. —Levantarte todos los días a las siete para estudiar tampoco es tan terrible.

Alzó un poco las cejas, sorprendida por mi arranque. Normalmente ella se quejaba y yo la escuchaba o hacía alguna broma para alivianar el ambiente, mientras ella ponía los ojos en blanco y se despachaba odiando a todos y a todo... Pero hoy no tenía ganas. Sentía que podía saltar de mi propia piel ante la más mínima provocación.

—Para vos no será terrible, porque vos estás allá en Córdoba haciendo lo que te gusta. – contestó, alzando el guante. —Y no tenés que verle la cara de idiotas a los mismos profesores de siempre.

Me llevé dos dedos al puente de mi nariz y tomé aire.

—Yo no estoy de vacaciones acá ¿eh? Mañana tengo un partido enorme y estoy cagado de miedo. Casi literalmente, no paro de ir al baño. – mascullé exasperado. —¿Las siete te parece muy temprano? Probá a las cinco, cuando todavía es de noche, con el cuerpo duro y cansado, salir a correr para después estar el resto del día entrenando como un condenado. – alcé las manos, porque ya había perdido del todo los nervios. —Extraño mi casa, mi familia, te extraño a vos, estoy lejos de todo y ya ni siquiera puedo comer lo que me gusta.

2 - Perdón por las mariposas, y las lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora