| Autocontrol |

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Cuando era pequeña, aparte del pastor Norman, las religiosas cuidaban de mí, inclusive había veces que se quedaban conmigo en la casa del pastor. Una vez, estaba muy molesta por una cuestión en particular que no recuerdo con exactitud y me desquité con ellas, sin embargo no lo toleraron y me reprocharon. Una de las superioras, me dijo que yo debía decir lo que me pasaba o lo que quería porque los demás no son adivinos, muchas veces no lo dije por temor o por vergüenza.

Y ahora que soy mayor me percato que los adultos hacemos las cosas más complicadas, a veces queremos hablar algo y terminamos diciendo todo lo contrario.

Acomodo el arnés saliendo de la base en la que se halla la legión para acercarme hacia la formación en las puertas del distrito, verifico con creces su ubicación correcta en mi anatomía puesto que esta vez su uso será primordial para cuando abandonemos Ehrmich y nos reunamos con los titanes. Una vez en mi destino, diviso a Mikasa, Eren y Armin acomodarse en una de las carretas así que me acerco a ellos.

— Hey.— Saludo dejando de prestarle atención al arnés, no obstante, ellos no me responden inmediatamente a lo que frunzo el entrecejo.

Sus expresiones no son precisamente neutrales o de bienestar, al contrario, parecen pasmados por alguna razón en particular.

— ¿Y esa cara de querer vomitar?— Interrogo y finalmente Armin me mira.

— Ayla-san, no te vimos llegar.— Pestañeo incrédula, mas no digo nada referente a ello.

— Mikasa.— Llamo a la azabache, esta inmediatamente me observa.— ¿Comiste?— Asiente, colocándole una manta a Eren encima.— ¿Descansaste?

— ¿Por qué le pone más atención a ella?— Me pregunta Eren en tono meticuloso.

— Porque ella es la que pasó en vela cuidándote.— Digo y Eren se sonroja levemente.— Además que las habilidades de Mikasa son primordiales junto a la cabeza de Armin.— Me encojo de hombros.— Y tú, Jaeger, procura descansar en el viaje para tener tus energías a tope.

— ¡Sí, Ayla-san!

Continúo hablando con ellos unos minutos, no podía negar que estaba levemente preocupada por los tres, no llevan siquiera un año en la legión de reconocimiento y ya han vivido dos caídas de las murallas, titanes cambiantes, muertes, heridas y quién sabe cuánto más les espera en las próximas semanas. Suelto un suspiro y trato de mitigar esas sensaciones, suponía que se deben a que estoy susceptible con los últimos sucesos, de seguro mi mente trata de amortiguar ese lado sensible creando interés en los chicos.

— ¡Comadreja!— La voz de Hange impide que los jóvenes continúen dialogando conmigo, la mujer alarga la última letra y cuando termina de hablar, siento como sus brazos rodean mi cuello en un abrazo. Me sonrojo inevitablemente por eso, no es habitual recibir contacto físico de esa forma y ya son dos veces en el mismo día.

— Hange-san.— Espeto con vergüenza.

— Te estuve buscando, pensaba que seguirías en el despacho, después supe que estuviste con Erwin y el enano.— Dice mientras se deshace de su agarre, aún le doy la espalda para evitar que vea mis mejillas sonrojadas.— Y hablando de cuestiones pequeñas ¿Dónde está Levi?

— Dijo que iría por el pastor Nick.— Comento encogiéndome de hombros. En eso me giro a mirarla y veo al aludido con ella.— ¿Y Levi?— Le pregunto al pastor directamente.

— No lo sé.— Alzo una ceja.— Me dijo que iría a revisar algo y vendría.

— Fue a buscarme para apurarme y ahora es el que llega tarde.— Exclama Hange. Sonrío.

Unwavering • Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora