Capitulo cinco : "Secreto"

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Venecia, Italia 1901, 17 de noviembre.

Un barco pesquero llevó carga en su embarcación, al mes siempre capturaban enormes peces, en aquel sitio tan hermoso solían venir turistas de otros lados de la clase burguesa. Aquel chico de cabellos negros oscuros caminó por el muelle interesado en observar lo que anunciaban aquellos marineros, decían que tenían capturado a un pez mitad humano que parecía ser un demonio como aquellos hombres pesqueros solían describir. Las conocidas Sirenas estaban en aquel sitio o eso pensaba él, no podía saberlo en realidad ya que éste venía de una familia de la burguesía y era de una de las más conocidas de Italia pertenecía a los Saintatore. Aquella familia vivían como reyes, aquel chico fue jalado por su mayordomo.

—Señorito, no debería juntarse con los que clase baja, no sabe qué enfermedades puedan traerle, no me gustaría que su madre se enojase conmigo, tampoco que le transfieran piojos— dijo aquel señor con bigote viendo al chico de ojos turquesas algo extrañado ante las palabras de Federico.

—No digas tonterías Federico, solo es gente de clase trabajadora, y pescaron algo grande según ese hombre de allá— dijo señalando aquel hombre gordo vestido con ropas sucias mientras tenía asombrada a una multitud llena de gente.

—Su madre se enojará, la señora Carlota es muy mala con la servidumbre ya la conoce por favor hágame caso— aquel pelinegro asintió obedeciendo las órdenes pasadas por aquel mayordomo, su madre era una mujer muy prepotente y seria, también buscaba el bienestar de su hijo apenas era un muchacho de 17 años.

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El pelinegro salió de la mansión de sus padres a mitad de la noche, aquel muchacho tomó un caballo y comenzó a galopar por la nocturna y dormida ciudad, eran las 11 de la noche según el reloj de la catedral, cabalgó sobre aquel puente ya que aquella ciudad tenía edificaciones construidas donde se filtraba el agua.

A lo lejos habían unas rocas que estaban a lo lejos del muelle pudo observar la silueta de un ser extraño iluminado por la luz de la luna vió a una mujer sentada en una roca con su cabello largo y oscuro, negro como la noche, cabalgó hasta llegar al límite de aquellas banquetas que llevaban directo a una bajada con árboles y estos estaban a unos metros de una pequeña playa donde habían botes de madera atados con estacas de metal sobre la arena, aquel chico dejó aquel caballo reposando para atarlo entre unos barandales de aquella área, para rodear aquel lugar y bajar brincando de una manera tan estupida que terminó rodando a la arena.

Merda— exclamó en insulto italiano mientras se sacudía sus prendas. a unos metros estaba aquella mujer sentada, éste curioso por verla de cerca caminó hasta ella para darse la desafortunada sorpresa que aquella mujer tenía una cola de pez que estaba enredada con una red y la estaba lastimando, no tenía idea qué ser era ese, pero podía jurar que estaba sufriendo y no quería verla así. Con el coraje que le quedaba caminó por tanto caminó de roca para llegar a aquel límite entre el agua y una roca separada donde estaba aquel ser femenino herido.

—¿Necesitas ayuda?— preguntó en un tono bajito llamando la atención de aquel ser, éste ser asustado comenzó a temblar y a mostrar sus colmillos como mecanismo de defensa. —No voy a hacerte nada, esas redes están lastimándote, ¿Entiendes lo que digo?— aquella mujer no respondió.

—uhmmm— soltó un gemido de dolor, aquella chica mitad pez estaba sufriendo, no podía quedarse con los brazos cruzados, estaba así por obra de esos pescadores que estaban capturando su especie dejando redes en las costas para enredarlas y evitar que escapasen.

Aquel chico de cabellos negros saltó al agua para nadar hasta aquella mujer pez, tomó la red y comenzó a romperla con una navaja que traía consigo en el bolsillo izquierdo de su pantalón de tela. La mujer observó que aquel muchacho estaba ayudándole, ya que había roto aquella red que la tenía cautiva, pero tenía sangre en la parte baja de su cola.

—Estás sangrando, ¿No sientes frío?— dijo mientras veía que aquella chica se cubría los senos con el cabello, la chica de ojos rasgados negó. —¿Puedes sanar por si sola?— la chica volvió a negar.

—D...Dolor— dijo tocando aquella parte herida mientras soltaba lágrimas en sus ojos.

—No te preocupes voy a llevarte conmigo para curarte— la chica asiática negó mientras temblaba de miedo.

— Estás herida, no puedo dejarte así— dijo viéndola a los grisáceos ojos que poseía la chica pez. —Estas es la mejor técnica que tengo para salvarte la vida— el chico se quitó aquella camiseta blanca de tela, rompió una manga con la navaja que tenía y con eso envolvió el pedazo de tela con la parte baja de su cola que tenía una herida pequeña pero algo profunda, apretó hasta retener el sangrado, el chico trepó hasta la roca donde ella se encontraba sentada para exprimir su camiseta y dársela a aquella chica pez.

—Quiero que te tapes con esto, no creo que sea apto que se te vean casi los senos— dijo un tanto avergonzado, aquella chica joven tomó aquella camiseta, hizo para atrás sus cabellos mostrando a la vista del chico sus senos, éste avergonzado volteó su mirada hasta que la chica tuviese la camiseta puesta, logró ponérsela pero no se la había abotonado, esto causó incomodidad en el joven. —Déjame ayudarte— el chico abotonó aquella camiseta mojada y por desgracia era blanca, no iba a poder evitar que no se le vieran los senos.

—¿Nombre?— preguntó la joven asiática mientras miraba curiosa a aquel muchacho que ahora no poseía camiseta.

—Me llamo Emilio Saintatore, un gusto, ¿Me das el tuyo?— dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras veía a aquella joven hacer un puchero mientras pensaba su nombre.

—Uhmmmm... no sé — dijo algo triste.

—¿No tienes nombre?— preguntó extrañado, pero suponía que al ser una especie acuática no lo necesitaba.

—uhmmmm no— susurró tímida.

—Eres muy bonita, ¿Quieres que te ponga uno?— preguntó, aquella fémina asintió entusiasmada.

—S... si—

—Eres asiática supongo que tu especie viene del continente asiático, ummm, supongo que un nombre oriental estaría bien, he ido a Japón y a Singapur de viaje, supongo que no te importaría que te pusiese un nombre común, además no me sé muchos pero he oído que en la realeza ponen nombres guiados a cosas de allá o flores, había oído que una emperatriz se llamaba así por el significado de los sombreros de bambú que se usan en Japón, bueno... ¿Mikasa estaría bien para ti?— sugirió aquel chico de ojos turquesas, la pelinegra sonrió feliz y soltó una suave risa emocionada, tenía un nombre, le habían puesto uno, eso la hacía sentir especial.

—Mikasa...— susurró feliz, aquel chico tomó las mejillas de la asiática y besó sus labios, ésta sorprendida se asustó y se tapó la boca.

—Es raro pero, ¿Crees en el amor a primera vista?, yo siempre soñé algo así y... tu rostro es muy hermoso, eres como ver a una princesa, de esas princesas que son tímidas y delicadas, quiero saber más de ti, me gustas, aunque tenga que estar contigo en secreto— dijo aquel chico de cabellos negros mientras acariciaba suavemente el rostro de la Sirena.


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Three feet to touch the underworld   [AU EM] [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora