Capitulo doce: "¿Humana?"

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Bolonia italia, 7 de enero de 1936.

Ya estaba amaneciendo al parecer, aquel hombre de cabellos negros llegó hasta un enorme lago con aquella Sirena moribunda, estaba tan fría que parecía que se le moriría en brazos.

—No te mueras pequeña, resiste por favor— habló aquel de cabellos largos a aquella rubia cubierta en las sábanas, éste la desenvolvió para ver una terrorífica escena, aquella cola estaba demasiado seca y a punto de desmoronarse, éste de prisa se quitó aquella vieja gabardina café y su camisón blanco dejándose solo una playera sin mangas blanca y percudida, se quitó aquellos zapatos rápidamente, se arremangó los pantalones chándales negros que tenía y tomando a la Sirena entre sus brazos se metió al agua con ella para sumergirla, esperaba que al menos no muriese o se sentiría muy mal, no pudo volver a ver a Mikasa al menos iba a ver por el bien de aquella chica rubia.

La chica rubia tosió saliendo a la superficie tomó el brazo de aquel hombre y lo abrazó por la cintura, éste sonrió feliz al ver que al menos estaba con vida pero por aquella agua cristalina observó aquellas dos piernas en aquella Sirena que no sabía como carajos había sucedido, la rubia tenia ambas piernas, ¿Acaso Mikasa también hubiese tenido piernas al tener contacto con otro tipo de aguas?, el agua del lago no era la misma a la del mar, esta era dulce, culpa y remordimiento invadieron sus pensamientos, si tan solo hubiese sabido eso tal vez tuviese una linda familia con su querida Mikasa, la extrañaba mucho pero si seguía guardándole luto no ayudaría a su pérdida.

—Ahh... no siento mi cola— dijo aquella rubia aterrada, éste la tomó de la cintura para ver de espaldas que efectivamente la Sirena tenía piernas y estaba desnuda.

—Por ahora tienes piernas humanas, sería complicado volver a la ciudad tal vez nos estén buscando o algo así, al menos se que tienes piernas, tu estado humano nos será de gran ayuda, ven, irás conmigo a mi antigua ciudad, pero trataré de buscar un método de transporte alternativo o tal vez le robe el auto a alguien más ya que soy más que un simple delincuente en esta ciudad— dijo mientras la cargaba hasta fuera del lago, éste intentó hacer que aquella Sirena se mantuviera de pie pero solo se tambaleaba, no sabía utilizar las piernas por ahora. —Ponte esto, no sería apto que andes desnuda, menos mal traje mi gabardina, éste cargó a aquella rubia de espaldas importándole poco que estaba tocándole el trasero mientras tomaba aquella camiseta blanca, la bajó estando frente suyo la vistió sin más, aquella rubia estaba avergonzada, éste no le causó incomodidad verla desnuda, ya había visto algunas acompañantes por las noches mostrar las tetas al aire a cualquier cliente, además ya no era un púberto adolescente de 17 años qué tal vez si se hubiese puesto hormonal, ya tenía 51 y su libido sexual era demasiado bajo como para sentir deseo sexual por alguien que ni siquiera sabía que era el sexo.

—Duelen— dijo refiriéndose a sus piernas.

—Tranquila pequeña, te vas a acostumbrar, creo que leí algo así, un libro de Charles Darwin, hablaba de adaptación de las especies tal vez su especie esté tan bien adaptada a la tierra que no sabía que podías tener piernas, de hecho no lo tomes como algo malo, tómalo como un método de supervivencia en tierra firme, en el mar puedes protegerte de los depredadores pero no de los humanos y con tus piernas puedes defenderte de otras formas, pero hay hombres muy enfermos, agradece que yo no estoy mal de la cabeza si no ya te hubiese hecho algo horrendo y asqueroso, ¿Haz oído hablar de una violación?— aquella rubia negó mientras el pelinegro le colocaba la gabardina café.

—Bueno, es cuando alguien te fuerza contra voluntad a tener relaciones sexuales, alguien fuera de sus casillas ya te hubiese violado y tal vez matado, en esta ciudad en lo que vengo viviendo en ella hay toda clase de hombres enfermos, tápate bien linda o esos primates sin cerebro te harán algo, si alguien te pregunta de si me conoces diles que soy tu esposo para que no sospechen, es extraño pero no creo que te digan nada ya qué hay mujeres entre sus 20s saliendo con señores de mi edad, ¿Cuantos años tienes?, ¿Tienes un nombre?— aquella Sirena no sabía ni siquiera su edad y su nombre.

—No... no sé— dijo avergonzada ya que no sabía que necesitaba eso para identificarse entre los humanos.

—Dame tu mano, una vieja gitana me dijo que puedo adivinar la edad de alguien con tocar las líneas de las muñecas, me dijo éste secreto a cambio de unos cigarrillos de marihuana que robé de por ahí— aquella Sirena le dió su mano y éste acarició su muñeca suavemente.

—Ummmm...— soltó un chillido suave ante esa sensación, era extraño pero aún se sentía vulnerable ante ese hombre de ojos hermosos.

—Al parecer tienes 26, no eres muy vieja pero tampoco muy joven, no sé si tú especie viva lo mismo que nosotros pero si es así, aún estás joven y creo que no haz experimentado la madurez sexual todavía, se me hace interesante su especie de hecho, creí que tendrías 16, ya que si fuera así te harías pasar muy bien por mi hija, aunque no tengo hijos hubiese querido tenerlos, pero no estamos aquí para contar historias tristes de mi patética vida— aquella chica negó.

—Tu vida no es patética— abrazó a aquel hombre pelinegro. —Tu eres bueno, no me dejes sola— aquel hombre soltó lágrimas mientras correspondía el abrazo.

—Créeme que no te dejaré sola, por eso te llevaré a mi antigua ciudad, por cierto no te he puesto un nombre, cuando era muy joven y tenía 15 años había una chica en mi colegio que se llamaba Ana, ella me gustaba mucho pero ella era de clase media, no vivía mal pero mi mamá era cruel en esa época y nunca me aprobaría tener una relación con una chica de clase social inferior a mi, ¿Te parece si te pongo Annie?— aquella chica asintió mientras soltaba una risa suave, éste suspiró feliz, al menos iba a tener compañía en lo que quedaba de sus miserables años de viejo.

—Annie está bonito, me gusta— éste la cargó para ayudarla a subirse al caballo.

—Pesas menos en tu forma humana, como unos 44 kilos, no soy bueno robando comida pero haré mi mejor intento, me llamo Emilio, creo que nos vamos a llevar muy bien pequeña— éste se puso sus zapatos y se subió al caballo para encaminarse a la ciudad, solo esperaba que no hubiesen personas que se les quedasen viendo ya que éste trataba de no ser visible ante multitudes de personas.

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Three feet to touch the underworld   [AU EM] [CORRIGIENDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora