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Capítulo cinco.

|| Dedicación: With_k ||

   Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, dándome una mala vibra que

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   Un escalofrío me recorrió de pies a cabeza, dándome una mala vibra que...

   Dí un golpe seco en sus brazos con los míos para que me soltase. Me tambaleé sobre mi lugar, temblando por el significado que traían sus palabras. Mis ojos se cristalizaron al instante, clavando fijamente mi mirada en él, en aquellos ojos idénticos a los de su hermano menor. Cuando vió mi expresión, el rostro del príncipe pasó de la completa nada y furia, a una leve lástima que no tardó en borrar para evitar cualquier pregunta de mi lado.

   Abrió la boca, sus labios vacilando con lo que diría.

—Sólo... aléjate de Aren, Hera.

   Su lástima terminó por eliminarse cuando dió un paso hacia atrás para retirarse de mi habitación, haciendo movimientos extraños con las manos al salir. Caminé hacia la entrada, dando un portazo por donde el príncipe salió. Apoyé mi espalda en esta, volteando a ver a Myles salir del escondite en el suelo con una mano en el pecho. Rodé los ojos, quitando con mis manos las falsas lágrimas que fingí con el príncipe, logrando mi objetivo de hacerlo sentir mal.

—Eso no salió bien —opinó Myles.

   Bufé, casi corriendo hacia la pequeña mesa en la habitación con una silla donde yo misma escribía las cartas para Jean; y ahora definitivamente necesito escribirle una.

   Tomé el lápiz que me había robado, escribiendo en la blanca hoja de papel un mensaje claro a Jean, casi pidiendo socorro por mí y mis compañeros aquí dentro del castillo de Arce. Porque estaba previsto echarnos a patadas desde un principio y no lo noté, no me dí malditamente cuenta. Mientras escribía, molesta, con prisa y desprolija, el chico de ojos verdes se acercó por detrás de mí, poniendo sus dos manos en mi abdomen y su boca en mi clavícula, dejando un pequeño beso que me hizo tensarme en mi lugar. Luego elevó la cabeza, leyendo lo que escribía.

—Dile, dile y cúlpalo por meternos en la boca del lobo —bromeó Myles.

   Y aunque sé que bromeaba, no pude evitar responder con la verdad:

—Nosotros aceptamos meternos voluntariamente en la boca del lobo, así que no te quejes —aclaré, mientras seguía escribiendo—. En todo caso, la que se mete en la boca del lobo, o entre las sábanas y las armas de los príncipes, soy yo.

   Sus manos se deslizaron nuevamente hacia atrás sobre mi abdomen, quitándose de mi cuerpo. Se alejó completamente de mí, y de reojo pude ver cómo buscaba su ropa de guardia. Hice un gesto negativo con la boca, aclarándole que tendría que viajar y entregarle la carta a Jean, que le pusiera las quejas en persona. Bufó, se enfadó y ni siquiera intentó hablarme o disculparse cuando se metió al escondite en el suelo con mi carta metida en el jodido trasero. Aunque me dí cuenta unos segundos antes de que se marchara de algo, tomando bruscamente su brazo.

Mayor Engaño © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora