Extra #3

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Extra #3: La boda correcta.

Narrador omnisciente.

—¡¿Qué le estás haciendo en el cabello?! —exclamó con furia la castaña.

   El pañuelo rojo que solía decorar su rostro, ahora estaba en su cuello como parte del atuendo de dama de honor. Ella se acercó a su amiga la peliverde por detrás, observando el desastre que estaba haciendo en el cabello de la novia.

—¿Un moño? —vaciló Echo.

—¿Eso fue una pregunta? —consultó Lizzie.

—Es mi cabello con el que juegan —les recordó Hera.

   Hera giró la cabeza, mirando a Lizzie y Echo mirarse entre sí y luego mirarla a ella.

—¿Por qué no contratamos a nadie para ésto?

—Porque dijimos que sería algo privado —les recordó Hera. Se llevó una mano al cabello y quitó todo lo que Echo había puesto y hecho, volviendo a la completa normalidad—. Llamen a mi hermana. Ella al menos sabe qué hacer.

   Y dicho aquello, se miró al espejo, con el cabello por los aires y desordenado. Las tres rieron unos segundos antes de que Hécate cruzara la puerta, como si supiera que era necesaria aquí. Las tres amigas la miraron anonadadas, como si no creyeran en el destino.

Bueno, no había sido el destino la que mandó a Hécate.

—Amon me mandó. Dijo que me asegure de que éstas chicas no te dejen calva —dijo con dulzura.

   Hera le sonrió a su hermana cuando le dió su aprobación para entrar. Y entonces ocurrió, Hécate se puso a trabajar en el cabello y el rostro de su hermana menor. Limpió por completo el rostro de la chica y colocó un pequeño polvo rosa en sus mejillas. Nada más. Luego procedió a su cabello, ese que Echo había dejado hecho un enredo. Hécate en menos de tres minutos logró hacer dos pequeñas trenzas adheridas a su cabeza, a ambos costados. Lo demás de cabello quedó suelto, al natural, tal y como quería Hera.

   Echo y Lizzie miraban todo de brazos cruzados, esperando, y cuando Hécate finalizó, Hera se puso de pie y sonrió en dirección a las chicas, esperando una opinión sobre su atuendo, su rostro y su cabello. Lizzie abrió la boca con una sonrisa extensa en su rostro, pero fue Echo la que rompió el silencio antes que cualquiera.

—Yo lo hubiese hecho mejor.

   Todas rieron por lo ofendida que sonó la peliverde.




(...)




   El chico cayó hacia atrás cuando los otros dos lo empujaron. Su trasero chocó contra el asiento y el pánico le recorrió las venas.

—¿Es necesario?

   El chico de ojos verdes miró al peliblanco frente a él, analizando su aspecto de indigente por varios minutos, cruzado de brazos. Mientras tanto, el otro acompañante se movía frente al espejo en busca de...

—¿Qué tanto miras? —preguntó Amon, atontado.

   Myles abrió la boca, sacando la lengua y pasando dos de sus dedos por ella, dedos que no tardó en deslizar por el cabello suelto en el rostro de Amon, quién le dió un golpe seco en la mano para alejarlo. Myles sonrió finalmente.

Mayor Engaño © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora