·Epílogo·

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Epílogo.

Narra Hera Zabat

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Narra Hera Zabat.

   Mis manos soltaron su cuerpo y mi espalda cayó sobre la cama, respirando agitada.

—No estamos para repoblar el mundo, cariño —dijo él.

   Reí bajo por su respuesta.

—No tendría problema con intentarlo —admití en voz alta.

   Dicho aquello, separé mi cabeza de la cama y me puse de pie con prisa, buscando mi ropa, esa que había desaparecido de mi cuerpo horas antes. Sentía la mirada de Amon en mi trasero cuando me acomodé las bragas y subí mis pantalones, colocándome inmediatamente la camiseta también.

—¿Me dejas solo con la diversión?

   Me amarré el cabello en una trenza de lado y volteé a él, lista para irme. Sonreí en su dirección, elevando la mano y señalando la cuna a nuestros pies. Él siguió mi dedo índice y luego devolvió la mirada a mí, bufando.

—Diversión tendrás con nuestro hijo. Tienes que cambiarle, desde aquí ya lo huelo.

   Dí media vuelta y tomé el bolso, llevándomelo al hombro. Oí a Amon soltar una risa, una que despertó al niño en la cuna y lo hizo llorar. Me detuve en seco, mirando sobre mi hombro como mi esposo se ponía de pie con prisa y, aún desnudo, tomaba a nuestro pequeño bebé en brazos. Bueno, pequeño pequeño no, ya que pronto cumpliría un año y tantos meses. Miré al niño de ojos claros como su padre y cabello castaño como el mío, quejándose de la incomodidad con la que lo tomaba su padre. Éste caminó a mí con el niño y besó mis labios, sonriendo extensamente al decir:

—Te amo, nos vemos pronto —saludó.

   Sonreí, dedicándole una última mirada a ambos: mi hijo y mi esposo.

—Te amo —saludé al niño. Amon bufó y dejé otro beso en sus labios—. Te amo, cariño. Vuelvo en un rato.

   Mis pies voltearon, saliendo de la hermosa casa que teníamos en Presente. Saludé a los vecinos cuando salí, elevando la mano, asintiendo con la cabeza y demás. Debo admitir que fue la mejor decisión que pudimos haber tomado, la de mudarnos a Presente, un lugar con gente y un clima pasable, no como la gente en Futuro o el clima en Pasado. Aún esperaba que llegaran todos, ya que habíamos acordado un día, ese único día en el que todos venían a comer a nuestra casa y poder vernos. Echo se había quedado viviendo en el bosque, en esa cabaña donde íbamos de vacaciones todos los fines de semana, buscando la paz del ruido de la ciudad. Mis hermanos insistieron en quedarse con ella, poniendo de excusa que se cansaron de la gente y con ella se sentirían protegidos, por las dudas. Pero sé claramente que a mi hermano le atrajo Echo y mi hermana nunca lo dejaría solo. Y Cristel, Lizzie y Myles...

   Una mano me rozó el hombro y miré hacia atrás, tranquila al reconocer ese aroma a flores silvestres.

—Pensé que cambiarías de opinión y entrarías sin nosotros —confesó el ojiverde.

Mayor Engaño © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora