Capítulo treinta y cuatro.
|| Dedicación: Paulasdss ||
Dos días pasaron volando como hiena de nieve. Sí, así de rápidos. Los entrenamientos eran cada vez peores, horrores en los que mis rodillas chocaban con el suelo de tierra del lugar cada vez que Lizzie o Cristel me derribaban y mis manos se llenaban de más callos de los que tenía. Estaba fuera de práctica, y lo supe cuando hasta Myles me arrojó al suelo como si fuese papel, riéndose de mí. Amon no entrenaba con nosotros, sino que se concentraba en burlarse de mis caídas y en sanar la herida en el abdomen que Echo le curó luego de que llegase. Fueron dos días completamente atareados, pero hermosos a fin de cuentas, ya que agradecía eternamente que mi vida no estuviera peligrando. Pude centrarme en otra cosa ahora que sabía que por el momento seguía respirando y continuaría así por un tiempo más, quizá solo unos días, al menos hasta que sea la hora de marchar al campo de batalla, otra vez. Cosa...
Su espada chocó la mía. El sonido de acero con acero me dió escalofríos un momento, pero aquello se me pasó en menos de un parpadeo al ver su rostro sonriente detrás de la máscara del portador de la espada.
—Eres rápida —recalcó lo obvio.
Mis dos manos se aferraban con fuerza a la espada, sonriendo sin quererlo. Nuestras miradas eran algo irrompible entre nosotros, pero algo que nos distraía del mundo exterior también. Hice un movimiento rápido y elevé uno de mis brazos, haciendo una maniobra con la espada, otra que él bloqueó nuevamente. El arco colgaba de mi hombro tranquilamente. Tenía que volver a acostumbrarme a llevar varias armas en el cuerpo además del entrenamiento diario, así que traía dos dagas en ambos tobillos, un arnés en la pierna derecha, apretando mi muslo encima del oscuro pantalón que Lizzie me prestó, y por supuesto, traía el cinturón con la espada, cuchillos y en el hombro el arco junto al carcaj. Amon creía que la cantidad de armas en el cuerpo relentizaban mis movimientos, así que quise demostrarle lo contrario.
Mis brazos volvieron a moverse, ésta vez para atacar y no defender. Empuñé la espada con ambas manos y la hice dar una voltereta entre mis dedos, rápida y precisa. Mis tobillos giraron sobre la tierra cuando hice un movimiento para hacerlo retroceder. Mis pies se movían como una danza rápida, ágil, exacta. Amon movía su espada para evitar los ataques. Retrocedía, paso a paso más atrás para alejarse de mí y tener más posibilidades de ganarme ésta batalla. Pero...
El chico resbaló en su lugar al enredarse con sus pies y se tambaleó, perdiendo el equilibrio que tan poco tiempo le costó ganar. Al intentar no caer, bajó la guardia, su espada junto a él. Entonces fue donde finalmente decidí derrotarlo y el filo de mi espada apuntó su garganta, obligándolo a detener todo movimiento porque podría hacerse un agujero en la garganta si tan solo respiraba.
—Soy mucho más rápida que tú —hablé, orgullosa.
Sus labios formaron una sonrisa leve, alternando su mirada entre la espada y mis ojos.
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Mayor Engaño © [TERMINADA]
FantasiPrimer libro de una bilogía [Bilogía Contradicciones]. La reina de los dioses. Hera Zabat era una simple chica que vivía en un mundo dividido en tres (Pasado, Presente y Futuro), y para su mala suerte, ella vivía en la peor de esas partes. Vivir e...